Los LÍMITES de los SABIOS

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Sobre bioética actual. La ciencia y la tecnología no pueden tener «patente de corso» y se deben regular y someter, como cualquier otra actividad humana. La verdad es que si se compara el ambiente científico de 1953 con el de 2003 es evidente que ha crecido el número de los científicos creyentes o con un mayor aprecio y respeto por las creencias religiosas. Ni el descubrimiento del ADN ni el desciframiento del genoma ni ningún adelanto científico suponen ningún problema, al menos para los científicos cristianos. Hoy hemos aprendido a deslindar ambos campos


Por Luis Fernández Cuervo

Unas declaraciones bastante recientes de Watson y Crick, los descubridores del ADN, estructura fundamental de los genes humanos, me han recordado lo que José Ortega y Gasset decía de los «especialistas» en su célebre libro «La revolución de las masas». Hablando del hombre-masa, incluía el filósofo dentro de este tipo humano a aquellos científicos que sabiendo mucho de su especialidad, se atrevían a opinar de otras cosas ajenas a ella. «El especialista —decía Ortega— sabe muy bien su mínimo rincón de universo; pero ignora de raíz todo el resto»; y se lamenta de lo que con cierta frecuencia «piensan, juzgan y actúan en política, en arte, en religión y en los problemas generales de la vida y el mundo». Obviamente, generalizar sin matices sería injusto. Hay muchos científicos que asumen perfectamente tanto su capacidad para adquirir conocimientos ciertos como sus límites en innumerables cuestiones. Pero los señores Watson y Crick, con sus osadas declaraciones vienen a confirmar la persistencia del tipo humano que denuncia ardorosamente Ortega.

Con motivo del quincuagésimo aniversario de aquel descubrimiento (fue el 25 de abril de 1953), James Watson dice que ahora por primera vez tenemos las herramientas para modificar la naturaleza genética de los seres humanos y que «eso no tiene que ser a priori algo negativo». Hasta ahí nadie le diría lo contrario. El problema está en saber cuándo esas modificaciones son buenas y cuándo son malas.

Ahí surgen serias alternativas éticas. Watson más audaz aún que su colega Crick nos sorprende diciendo que las restricciones legales para la clonación humana y experimentar con células troncales embrionarias se basan en «motivos puramente religiosos». Pero con esa afirmación tan peregrina no están de acuerdo muchos científicos, sean creyentes o no creyentes.

La experimentación en células troncales ha resultado muy exitosa en células de adulto o de cordón umbilical, lo cual no da objeción ética de nadie. En cambio, experimentar con células troncales de embrión, además de que han dado muy malos resultados técnicos, supone matar un ser humano, entre otras razones, por la evidencia científica de que tiene lo que ningún otro ser vivo: un genoma humano. Ahora bien, castigar con la pena de muerte a un ser humano inocente e indefenso ¿no repugna a cualquier persona de mente clara y buen corazón?.

Múltiples gobiernos europeos y de otros continentes prohiben la clonación humana, y no precisamente por razones religiosas, sino por razones sociales, humanas y de sentido común.

Ayudaría quizá al Sr. Watson escuchar a Francis Fukuyama o leer su libro «El fin del hombre». Fukuyama no es hombre religioso, pero tiene serias reservas de tipo filosófico y ético sobre la clonación y otras manipulaciones de la biotecnología, pues pueden modificar nuestra naturaleza en un sentido muy negativo para toda la humanidad. Por lo tanto, dice Fukuyama de acuerdo con muchos otros pensadores, el uso bueno o malo que se haga de la biotecnología es algo que nos compete a todos, cualquiera que sean nuestras creencias o increencias.

En cuanto a Francis Crick, tal vez estimulado por el cientificismo de su compañero, decidió superarle. Dice que una de las razones que lo movió a investigar sobre el ADN era demostrar lo erróneo de la religión que, según él, se basa en la diferencia entre las cosas vivas y las no vivas y en el fenómeno de la conciencia humana (¡!), lo cual demuestra su total ignorancia acerca de lo que significa «religión» en cualquier lugar civilizado.

Pero Crick, sin pestañear, añade que después de descubrimientos como el suyo, «la hipótesis de Dios está más bien desacreditada» (¿?). Me temo que así el que resulte desacreditado sea él, pues la verdad es que si se compara el ambiente científico de 1953 con el de 2003 es evidente que ha crecido el número de los científicos creyentes o con un mayor aprecio y respeto por las creencias religiosas. Ni el descubrimiento del ADN ni el desciframiento del genoma ni ningún adelanto científico suponen ningún problema, al menos para los científicos cristianos. Hoy hemos aprendido a deslindar ambos campos.

Además, también sabemos diferenciar las ciencias empíricas —que se limitan a lo que puede comprobarse experimentalmente— del cientificismo —que es esa pobre visión del mundo que sólo cree en lo que le dice la ciencia—; sabemos así admitir la evolución en los seres vivos —que es una teoría científica muy razonable—, pero eso no supone tener que creer en el «evolucionismo» reduccionista —que es una mala ideología con pretensiones filosóficas—.

Francis Colins, sucesor de Watson en la dirección del Proyecto Genoma Humano, es como otros muchos científicos cristiano practicante, y ha podido decir que: «No se debe suponer que la postura tan enérgicamente defendida por Watson y Crick represente la opinión de todos los científicos».

Es cierto que estamos avanzando enormemente en el poder que el hombre tiene sobre las finas estructuras, materiales y de funcionamiento que hacen posible la vida, pero como acertadamente dijo el escritor inglés C.S. Lewis en «The abolition of man»: «Todo poder conquistado por el hombre es también un poder ejercido sobre el hombre». De ahí que la ciencia y la tecnología se deban regular y someter, como cualquier otra actividad humana, a los imperativos de la ética racional, a lo que es moralmente bueno o moralmente malo para todos, si queremos que nuestro mundo no termine realizando la pesadilla de «El mundo feliz» de Aldous Huxley, sino que progrese siendo cada vez más humano.

El Diario de Hoy (El Salvador), 16.VI.2003
Arvo Net, 11.I.2004.