En este 8 de marzo (Día de la mujer Trabajadora, desde que en 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, se reiteró la demanda de sufragio universal para todas las mujeres y desde 1911 se fijó este Día en recuerdo de las mujeres obreras muertas por las condiciones laborales en las que trabajaban: más de 140 jóvenes trabajadoras, la mayoría inmigrantes, que murieron en el trágico incendio en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York) hacemos memoria de LUCY PARSONS.
Lucy Parsons fue una luchadora que testimonió que nunca la mujer en el movimiento obrero vivió la relación con el hombre como una lucha, sino ambos en lucha contra el poder del capitalismo, que era quien sometía a la mujer, y a los niños a condiciones de infrapersona. También a los varones, pero en mayor grado sometía a los que consideraba más débiles de entre los débiles, mujeres y niños. Esa era la lucha de mujeres y hombres, juntos contra la estrategia de opresión en la historia de la humanidad: la explotación de los débiles.
Volvamos la vista a las relaciones de solidaridad que nos ofrecieron las mujeres y los hombres empobrecidos del movimiento obrero y a esa cultura asociativa que antepuso el Trabajo al Capital.
Lucy Parsons nació en 1853, en la ciudad de Waco, estado de Texas (EE.UU.). Nació esclava, hija de una mexicana negra llamada Marie del Gather y de padre mestizo John Waller. Lucy quedó huérfana a los 3 años y fue testigo del racismo más crudo. Vio con sus propios ojos los linchamientos del Ku Kux Klan y debió huir a Chicago. Allí, en 1870, se unió a un hombre blanco, quien luego fue su compañero, Albert Parsons, que había sido amenazado de linchamiento por defender el registro de votantes negros. Tuvieron que casarse ilegalmente, por las leyes contra la mezcla racial.
Al llegar a Chicago, Albert Parsons consiguió un empleo como auxiliar en una empresa tipográfica, mientras que Lucy abrió un taller de costura donde hacía vestidos por encargo. Al mismo tiempo los Parsons se involucraron en el movimiento obrero de finales del siglo XIX. Ambos contribuyeron con una serie de artículos y reseñas en los periódicos. Lucy escribió para el periódico The Socialist en 1878 y The Alarm, el diario de la Asociación Internacional de los Trabajadores que habían fundado, junto con otros colaboradores, en 1883.
Inspirada por la gran acción de los obreros ferroviarios de 1877 -que desembocó en una histórica huelga general-, redoblaría su compromiso militante. Cuando Albert fue despedido por su actividad política, Lucy, único sustento del hogar y madre de dos hijos, se involucró en el Partido Socialista Laborista y se hizo miembro de los Caballeros del Trabajo, una de las primeras organizaciones que admitieron a negros y mujeres. Cuando no trabajaba como costurera, escribía regularmente artículos y pronto se convirtió en una destacada organizadora del Sindicato de Mujeres Trabajadoras del Partido Socialista Laborista. En 1883 rompería con este partido junto a Albert, enfrentándose a una corriente que adoptó una estrategia reformista, estaba convencida de que solo una revolución podría acabar con este sistema.
El año 1886 marcó un quiebre en la historia estadounidense. El 1° de Mayo fue declarada la huelga general. En Chicago, las fábricas y las calles se convirtieron en un hervidero de reivindicaciones obreras. Frente a la represión, que no se hizo esperar, miles de personas se reunieron en la Plaza Haymarket. Allí, la policía arremetió contra trabajadores y militantes socialistas y anarquistas. Ocho fueron falsamente acusados de poner una bomba. Entre ellos estaba Albert Parsons.
Lucy Parsons sufriría un duro golpe. Sin ninguna evidencia presentada a la corte que vinculase a Albert Parsons a las bombas de los episodios de Haymarket, Albert fue preso y condenado a muerte junto con August Spies, Adolf Fischer, Louis Lingg y George Engel por el estado de Illinois, todos ellos comprometidos con el movimiento obrero en la lucha a favor de la jornada laboral diaria de ocho horas.
Durante el año y medio que Albert estuvo detenido esperando la ejecución, Lucy viajó por todo el país, vendiendo panfletos y realizando multitudinarios discursos. El 21 de octubre de 1886 el diario argentino La Nación publicó una carta del escritor cubano José Martí en la que describía los sucesos que fue testigo el 2 de septiembre en la ciudad de Nueva York cuando fueron sentenciados los ocho obreros de Chicago.
En ella pueden leerse los siguientes fragmentos: “Allí la mulata de Parsons, implacable e inteligente como él, que no pestañea en los mayores aprietos, que habla con feroz energía en las juntas públicas, que no se desmaya como las demás, que no mueve un músculo del rostro cuando oye la sentencia fiera. Los noticieros de los diarios se le acercan, más para tener qué decir que para consolarla. Ella aprieta el rostro contra su puño cerrado. No mira; no responde; se le nota en el puño un temblor creciente; se pone en pie de súbito, aparta con un ademán a los que la rodean, y va a hablar de la apelación con su cuñado…
De los ocho condenados, cinco fueron ejecutados en la horca el 11 de noviembre de 1887, pasando a ser conocidos en la historia de las luchas obreras como «Los Mártires de Chicago», y Lucy Parsons –“la mulata que no llora”, como la describió Martí- se convirtió en «la Viuda Mexicana».
La ejecución de Albert Parsons ocurrió el día 11 de noviembre de 1887 y, junto con la ejecución de los otros cuatro compañeros se tornó un referente para todo el movimiento obrero mundial, que pasaron gradualmente a adoptar el aniversario del 1º de mayo, como día de memoria y manifestación de la clase trabajadora.
Ese día, Lucy fue apresada y no pudo verlo antes de que fuera ejecutado. Esto no la desmoralizó. Posteriormente escribiría: «Nuestros camaradas no fueron asesinados por el estado porque tuvieran una conexión con la bomba sino porque estaban organizando a los esclavos del salario. La clase capitalista (…) creyó tontamente que matando a los espíritus activos del movimiento obrero del momento, iban a asustar a toda la clase obrera, manteniéndola esclava». Esta indómita mujer dedicó su vida a demostrar lo contrario.
Lucy consideraba que sólo la lucha por la libertad de la clase obrera en su conjunto podía llevar a una emancipación total de las mujeres. Por ello, llegó a acusar a la feminista Emma Goldman de perseguir una libertad individual (libertad sexual…) «dirigida a audiencias de clase media».
La autora Carolyn Ashbaugh publicó en su libro: Lucy Parsons: American Revolutionary, Chicago: “El feminismo de Lucy Parsons consideraba que la opresión sufrida por las mujeres era resultado directo del capitalismo, se basaba en los valores de la clase obrera. Mientras que el feminismo de Emma Goldman tenía un origen diferente que el de la clase obrera». Lucy cree que el matrimonio y la familia existe de forma natural en la condición humana y criticó a periódicos anarquistas por la realización de artículos de ataque a estas instituciones.
En 1905 se fundó la combativa organización Trabajadores Industriales del Mundo (IWW). Sólo hubo dos mujeres presentes. Una fue la valiente Mother Jones; la otra fue Lucy Parsons. En esa ocasión tomó la palabra: «Nosotras somos las esclavas de los esclavos. Somos explotadas más crudamente que los hombres. Cuando los sueldos deben ser rebajados, la clase capitalista usa a las mujeres para reducirlos (…) si cada hombre y cada mujer que trabaja (…) decide que debe tener lo que le pertenece por derecho (…) entonces no hay ejército lo suficientemente grande para vencerlos». Comenzaron a editar el periódico Liberator, que servía de vehículo de comunicación para la IWW en la ciudad de Chicago. El enfoque de Lucy siempre tenía como base la lucha de clases, contra la pobreza y el desempleo. En enero de 1915 Parson organizó personalmente manifestaciones de hambrientos por las calles de Chicago, llevando tras de sí a la AFL y al Partido Socialista a tomar parte en una gigantesca manifestación el 12 de febrero.
Algunos años más tarde, en 1920 sería etiquetada por el Departamento de Policía de Chicago como “más peligrosa que mil insurrectos. Parsons precedió a las huelgas sit-down (sentadas) en los Estados Unidos y, más tarde, las ocupaciones de fábricas en la Argentina. Habría dicho, «Mi concepto de la huelga en el futuro no es una paralización que a su fin la gente se vaya a su casa volviendo a sus hogares hambrientos, sino una huelga en que todos se mantendrán de paro y tomarán los medios de producción necesarios para sí».
En 1927 comenzó a trabajar en el Comité Nacional de Defensa del Trabajo, una organización que tenía como objetivo defender la libertad de organización de las actividades políticas de los trabajadores y la defensa de los afroamericanos que habían sido injustamente acusados por crímenes que claramente no habían cometido.
En 1941 Lucy realizaría su última aparición pública, durante una huelga. Ni la temperatura helada, ni la ceguera, ni sus 88 años, amainaron su discurso. Curiosamente, se dirigía a obreros que se enfrentaban a la fábrica Internation al Harvester, heredera de la planta McCormick, en la cual el asesinato de seis trabajadores había encendido la chispa para la revuelta de la plaza Haymarket en 1886.
Cuando Lucy Parsons murió en 1942, la policía allanó su departamento y confiscó sus cuantiosos libros y artículos, más de 1.500, que fueron entregados al FBI. Aunque la pérdida fue grande, las huellas de Lucy se mantienen vivas. Elizabeth Gurley Flynn escribió en su obituario: «Ella no vivió en el pasado. Ella vivió para el futuro. Ella vivirá en el futuro, en el corazón de los trabajadores».