la religiosa es un mártir más de los que mueren injustamente en defensa de los trabajadores más desposeídos y pobres.
Era sábado, 12 de febrero de 2005. Amanecía en la aldea de Anapu, en el Estado de Pará en el norte de Brasil. Como cada mañana la Hna. Dorothy Stang, misionera de la congregación Ntra. Sra. De Namur, salía de su humilde casa. Llevaba 37 años trabajando en Brasil, de ellos 20 en este lugar. Era norteamericana, pero hacía poco que había conseguido la nacionalidad brasileña. Trabajaba en movimientos sociales con campesinos. Especialmente con el MST (Movimiento de trabajadores rurales Sin Tierra).
Había recibido varias amenazas de muerte. El viernes 11, en la noche, fue a hablar con quienes la amenazaban. Fue un diálogo de sordos. Apenas ha recorrido unos metros de su casa cuando se le acercan dos hombres, los conoce. Le preguntan si lleva armas. La Hna. Dorothy les responde mientras saca a relucir la Biblia: Sí, llevo ésta. No hay más palabras. Seis disparos a quemarropa, dos de ellos en la cabeza, acaban con su vida. Tenía 74 años. En la misma semana tres dirigentes agrarios son también asesinados.
La Hna. Dorothy trabajaba en la Comisión Pastoral de la Tierra de la Iglesia Católica. Luchaba a favor de la defensa del Amazonas y de los trabajadores rurales sin tierras de esa región.
Fuentes de la Pastoral del Episcopado brasileño, indicaron que Dorothy Stang vivía desde hace 4 años amenazada de muerte por latifundistas y madereros de la región del Xingú, donde desarrollaba su trabajo. El año 2004 había sido condecorada por el Parlamento estatal por su tarea en defensa de los derechos humanos.
En el año 2002, la misionera dijo a la revista Outside, que enfrentaba a diario riesgos por su trabajo en el Amazonas brasileño. Las compañías forestales trabajan con una lógica de amenazas (…). Ellos elaboran una lista de líderes, y luego, un segundo movimiento aparece para eliminar a esa gente, explicó entonces a un periodista de esa publicación. Y añadió: Si llego a recibir una bala… nosotros sabemos exactamente quién lo hizo.
El obispo de Xingú, Mons. Krautler, señaló a los hacendados como instigadores del crimen, al declarar que la violencia de esas personas que se creen dueños de la tierra no nos va a intimidar en nuestra lucha por la igualdad social.
En un duro comunicado, la Presidencia de la Conferencia Episcopal Brasileña señalaba el lunes, 14 de febrero, que este vil asesinato, como tantos otros no divulgados, trae nuevamente a la opinión pública, de manera trágica la cuestión de la violencia en el campo y la urgencia de soluciones para conflictos tan antiguos y graves como la verdadera reforma agraria, la definición clara de las áreas de preservación ambiental, la demarcación de las tierras indígenas, la presencia efectiva de la autoridad pública en las nuevas áreas de ocupación de tierra y la vigilancia atenta para que la ley sea cumplida.
Trágicamente la muerte de la Hna. Dorothy viene a confirmar la urgencia de una seria reflexión nacional sobre las causas de la violencia y la manera de superarlas; pone en evidencia la necesidad de profundizar la solidaridad social en Brasil, a través de políticas públicas que promuevan el respeto a la dignidad y a los derechos fundamentales de cada persona humana y asegurar la paz y la justicia para todos; por otro lado, pone en evidencia la importancia de desarmar las manos y los espíritus, sin sucumbir a intimidaciones, en un paciente esfuerzo para promover una verdadera cultura de la paz.
Que el sacrificio de la vida de la Hna. Dorothy no sea en vano, y que su ejemplo continúe siendo un estímulo para todos los que se dedican a los pobres, a los pequeños, a los excluidos y a los desarmados, y para aquellos que siguen creyendo en la fuerza de la verdad y del amor.
Los obispos añaden: Si la vida de una religiosa anciana e indefensa es arrancada de esa forma, ¿cómo serán tratados los trabajadores y trabajadoras del campo? La nota concluye que la religiosa es un mártir más de los que mueren injustamente en defensa de los trabajadores más desposeídos y pobres.