Me vendieron por 1.700 euros

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Una menor rumana relata a la policía cómo fue esclavizada por una red de trata de blancas en España.

Por José Antonio Hernández.

«Me vendieron por 1.700 euros a dos [ciudadanos] rumanos llamados Dorel y Cosmin. Un día después, Dorel me violó. Me dijo que era de su propiedad y que tenía derecho a yacer conmigo cuando le apeteciera…». Sólo es un pasaje del terrible relato que una menor de edad rumana, de 16 años, contó en junio a la Guardia Civil de Villajoyosa (Alicante). La menor escapó de quienes la habían traído engañada para prostituirla y acudió al cuartel en busca de ayuda. Allí describió todo lo sufrido. «Quieren matarme», aseguró.

El instituto armado la consideró testigo protegido (lo que significa que ni en el atestado figura su identidad). Envió su testimonio a un juzgado de Villajoyosa. Éste, a su vez, lo remitió a Madrid, ya que la menor narra graves delitos perpetrados en la capital.

El testimonio de Elena (nombre ficticio) es dramático. Y da una idea de las amarguras que atenazan a muchas de las mujeres que las mafias dedicadas a la trata de blancas traen a España bajo engaño para prostituirlas. La Brigada de Extranjería de la Dirección General de la Policía rescató en España el año pasado a más de 1.700 mujeres como Elena. Es un fenómeno que no decrece: este año han sido desarticuladas 95 redes mafiosas de explotación sexual.

Elena cuenta que llegó «como turista, en autobús, en enero de 2004». «Un primo mío», señala, «me dijo que tenía un amigo en una agencia de viajes y me invitó a ir». Él primo llegó antes.

El autobús de Elena la dejó en Valencia. Allí se presentaron dos rumanos, Sorín y Mihail, que le comentaron que su primo estaba en Granada y se ofrecieron a acompañarla hasta allí. «En el viaje supe que ambos se dedicaban al proxenetismo», confiesa Elena. Tras dos días buscando a su primo, sin que le quitaran la vista de encima, Sorin y Mihail la vendieron a Dorel y Cosmín «por 1.700 euros». Luego la llevaron a Madrid. Dorel la violó al día siguiente de llegar. «Decía que yo era de su propiedad».

Sólo pasó unos días en Madrid. Recuerda que la tuvieron retenida en un piso que «estaba junto a un gran parque, con gente paseando y dos estanques. Enfrente había un edificio grande. Me dijeron que era una cárcel [se supone que se refiere a la antigua prisión de Carabanchel]». No estaba sola: «Había más chicas en el piso». Los proxenetas manipulaban los pasaportes para que las menores de edad que traían pudieran simular que eran mayores… «Al piso llegaban otras personas con las que Dorel tenía negocios de compraventa de rumanas». De Dorel, Elena sólo llegó a saber que tenía «unos 30 años, el pelo rapado y un tatuaje de un dragón en el hombro izquierdo».

Dorel, Cosmin y una chica rusa llamada Laura condujeron días después a Elena hasta un chalé de Alfaz del Pi (Alicante) propiedad de Dorel. Allí había otras ocho chicas. «Mientras estuve allí, Dorel me violó cuatro veces, y Cosmín, una», explicó. Laura se encargaba de «vigilar» para que no huyera.

Laura, ella y algunas de las chicas eran llevadas a diario a un club de alterne cuyo dueño estaba compinchado con Dorel, siempre según el relato de Elena.


«Si me negaba a subir a la habitación con algún cliente, Laura se lo decía a Dorel, y éste me gritaba. Me decía que tenía que trabajar para devolver el dinero que había pagado por mí, y que si no lo hacía, me vendería a otras personas. Se quejaba de que ganaba poco y me advertía: ‘De aquí no te irás mientras no me devuelvas lo que me has costado», cuenta.

A la semana, un cliente la sacó de ese infierno para meterla en otro. A escondidas, le propuso ir a vivir con él a Benidorm. «Era una oportunidad para salir de allí». dice Elena.

Cambió varias veces de domicilio. Encontró trabajo de camarera y se enteró de que sus antiguos chulos la buscaban. Se asustó mucho. Se encontraba «sola y sin dinero». Acudió a la Policía, dispuesta a convertirse en testigo protegido y denunciar a la mafia que la explotó. A cambio, conseguirá la nacionalidad española. En España, hay, aproximadamente, 300.000 prostitutas. De ellas, un número que nadie se atreve a calcular son explotadas por redes similares.

Sólo el 1% de estas mujeres, según la Guardia Civil, osa dar el paso y denunciar su estado. «Las mujeres», prosigue el informe «ven esta opción poco realista». Tienen miedo y carecen de un medio de vida en un país del que desconocen casi todo. Por eso sólo se atreven las que sufren situaciones absolutamente insoportables. Como la de Elena.