AUNG SAN SUU KYI: Premio Nobel de la Paz y líder de la Liga Nacional por la Democracia (LND) de Birmania
A Michael Aris le gustaba recordar que su mujer se puso en huelga de hambre para pedir que la encarcelaran con sus compañeros de partido. O las dos ocasiones en las que durmió durante días en su viejo Toyota frente a controles militares que no la dejaban salir de Rangún. Ahora, afirma, «es pronto para decir si seré la presidenta», pero asegura que va a luchar por la democracia.
La sede de la Liga Nacional por la Democracia (LND) es un edificio decrépito rodeado de espías que fotografían sin parar a todo el que se aproxima. Aung San Suu Kyi llega a él rodeada de sus seguidores.
La Dama, de 56 años, regala una de sus mejores sonrisas a los agentes del Gobierno, algunos de los cuales se han subido a los árboles para espiarla algo mejor. Ha vuelto con la energía de siempre para tomar las riendas de su partido y de la lucha por la democracia en Birmania. Como ya ocurrió antes con Gandhi o Nelson Mandela, Suu Kyi se ha erigido en el último gran símbolo de la resistencia pacífica. La Junta Militar birmana, asediada por la presión y las sanciones internacionales, la liberó el lunes del arresto domiciliario que la ha mantenido intermitentemente encerrada en su casa de Rangún ocho de los últimos 14 años.
La Premio Nobel de la Paz apenas 48 horas después de haber recobrado la libertad sigue mostrando su determinación de seguir «luchando hasta el final por llevar la democracia al pueblo». La rodean retratos de su padre, el asesinado líder de la independencia birmana Aung San, y varios de sus principales colaboradores. Viéndola de cerca se hace difícil imaginar que el destino de todo un país pueda depender de esta menuda mujer que hasta 1988 vivía como una sencilla ama de casa en Oxford.Sólo cuando comienza a hablar se entiende el temor que despierta en los dictadores de la Tierra Dorada su dulce determinación.
P.- Su lucha ha estado llena de sacrificios personales. La muerte por un cáncer de su marido en 1999 sin poder despedirse de él, dos hijos que han crecido lejos de usted en Europa, las elecciones ganadas en 1990 y que el Ejército se negó a reconocer, los años de arresto… ¿Le quedan fuerzas para seguir adelante?
R.- No me gusta utilizar la palabra sacrificio. Siempre he dicho que la vida es una elección y yo he elegido implicarme en el movimiento por la democracia en Birmania. Nadie me ha forzado a hacerlo. No estaría bien decidir que vas a hacer algo y después decir: ‘Oh, cuánto estoy sacrificando’. Si te sientes así lo mejor es que no te impliques. Gran parte de nuestro pueblo ha sufrido durante esta lucha y puedo decir sin temor a equivocarme que muchísima gente ha sufrido más que yo, mucho más. No tengo ningún derecho a quejarme. Si lo hiciera no estaría siendo seria en mi compromiso.
Suu Kyi siempre ha descrito su movimiento como «la segunda lucha por la independencia de Birmania». La primera la llevó adelante su padre, Aung San, forzando al Reino Unido a aceptar la emancipación de una de sus colonias más prósperas tras la II Guerra Mundial.El general no pudo ver su sueño realizado: fue asesinado en 1947, con sólo 32 años y unos meses antes de que Birmania declarara oficialmente su independencia. En los años 50 el país vivía su mayor esplendor, pero un golpe militar puso al frente del Gobierno al dictador Ne Win en 1962.
P.- Los militares la han liberado tras destruir a su partido y reforzar su posición al frente del país. ¿Son sinceros en su apertura o simplemente tratan de evitar el aislamiento y las sanciones económicas? ¿No es su liberación una prueba de que se sienten más fuertes que nunca?
R.- Las autoridades han dicho que se ha abierto una nueva página.Si es así, no queremos permanecer en esa página por mucho tiempo, tenemos prisa por avanzar rápidamente con decisiones que beneficien a nuestro pueblo.
P.- ¿Son las sanciones una medida legítima de Occidente o están perjudicando a los birmanos de a pie?
R.- No hay ninguna evidencia de que las sanciones hayan perjudicado de forma mayoritaria al pueblo birmano. La mayoría de los negocios establecidos en Birmania proceden de países que no son de la UE o EEUU, las inversiones llegan de Asia. Las sanciones envían un fuerte mensaje político y económico al régimen.
P.- Es la tercera vez que sale de su arresto domiciliario y en las ocasiones anteriores nada cambió, los generales han seguido aferrados al poder. ¿Qué puede hacer que en esta ocasión sea diferente?
R.- Las cosas siempre cambian, lo importante es que lo hagan en la dirección correcta. La atmósfera bajo la que he sido liberada esta vez es mejor que la que se vivía en 1995 [fecha de su anterior liberación]. Me gustaría pensar que ahora hay un mayor entendimiento entre las autoridades y la Liga Nacional por la Democracia.
La Dama llegó a Birmania en 1988 para visitar a su madre enferma y tras haberse educado en el extranjero. En Oxford se quedaron su marido, Michael Aris, y sus dos hijos. Birmania viviría poco después de su llegada su particular masacre de Tiananmen.
Cientos de estudiantes fueron asesinados por el Ejército en agosto de ese año. Suu Kyi sabía que no iba a poder abandonar a los suyos y, aprovechando la fuerza de sus apellidos, tomó el liderazgo de la oposición. Al principio muchos la vieron como la niña bonita en busca de popularidad, pero ya nadie duda de que lo daría todo por llevar la democracia a su país.
P.- ¿Cuánto más tendrá que esperar el pueblo birmano para elegir a sus líderes?
R.- Es difícil poner una fecha, esperemos que sea lo antes posible.Cada día que pasamos [bajo la dictadura] es una gran perdida para nuestro país.
P.- El pueblo la idolatra y piensa en usted como la última esperanza para vivir algún día en libertad. ¿Cómo lleva tanta responsabilidad?
R.- Es una responsabilidad, pero no diría que es una pesada losa sobre mí, como creen algunos. La opinión pública es cambiante, puede que sea la persona favorita del mes, pero eso no significa que lo sea del próximo. Me limito a cumplir con mis responsabilidades en este momento.
P.- Los generales se han enriquecido mucho en estos años, viven en grandes mansiones y tienen copados todos los negocios, legales e ilegales. ¿Qué esperanza hay de que dejen el poder voluntariamente?
R.- Mi objetivo es que Gobierno y oposición lleguen a un acuerdo que honestamente beneficie al pueblo. Los militares deben estar dispuestos a sacrificar cualquier cosa que vaya en beneficio del país. Si vemos que ciertas posturas o deseos no van en esa dirección, no puede haber acuerdo.
Al igual que Xanana Gusmao, o como ocurrió con Mandela, también ella parece destinada a la Presidencia. Legitimidad no le faltaría: ya obtuvo el 82% de los votos en las elecciones anuladas por el Gobierno.
P.- ¿La veremos algún día al frente del país?
R.- Es un poco pronto para decirlo. Nunca he dicho: ‘No voy a hacer esto o aquello’. En política es complicado afirmar este tipo de compromisos porque después es difícil hacer buenas tus palabras.Las cosas pueden cambiar muy rápidamente.
Unos de los mayores problemas de la oposición es que no ha sabido rejuvenecerse y los más estrechos colaboradores de Suu Kyi son ancianos de más de 70 años. Los generales, sin embargo, han promocionado a una nueva generación de oficiales que apenas superan los 40.En la oficina central del partido varios jóvenes se preparan para tomar el relevo. La mayoría de los universitarios, sin embargo, salieron escarmentados de la masacre estudiantil de 1988. Suu Kyi sabe que sin ellos será difícil que llegue la democracia.«Los jóvenes no pueden tener las dos cosas: no pueden decir que quieren democracia y decir que tienen miedo. Tendrán que implicarse».
P.- Quizás falta sangre nueva en el movimiento democrático birmano.
R.- También tenemos gente joven en el partido. La mayor parte del pueblo, joven o mayor, no participa activamente en la lucha por la democracia, pero esto no es una particularidad de Birmania.En cualquier país que haya pasado por la misma situación se puede ver que una lucha como la nuestra recae siempre sobre una minoría, un puñado de gente que de verdad se compromete y está preparada para afrontar cualquier dificultad que surja en el camino. Una vez la situación se normaliza la mayoría se une y no es algo que deba sorprendernos.
P.- El régimen militar sigue manteniendo en la cárcel a un millar de prisioneros políticos. Algunos son estudiantes que participaron en las manifestaciones democráticas de 1988. ¿Cómo van las negociaciones para su liberación?
R.- Hay estudiantes y también otros disidentes. Nosotros no hacemos distinción entre ellos, pero es una de nuestras prioridades lograr la liberación de todos tan pronto como sea posible. Estamos hablando con el Gobierno y esperamos llegar a un entendimiento.
En sus negociaciones con el Gobierno estos 19 meses de encierro, ha seguido manteniendo su terquedad o tesón, según a quién se le pregunte: tesón para no dejarse liberar si no era bajo sus condiciones y terquedad para negarse a aceptar soluciones intermedias para Birmania. Democracia a secas es lo único que está dispuesta a aceptar.
P.- El régimen habla de establecer una «democracia disciplinada» o vigilada por los militares. ¿Es ese proyecto compatible con la «democracia real» que usted exige?
R.- La democracia tiene sus propias disciplinas y no hay ninguna necesidad de imponer otras. La democracia que queremos es la de un Gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. Por supuesto esa democracia incluye una serie de disciplinas de la gente que disfruta de ella, es decir, debe tener sus reglas.Por eso resulta redundante hablar de democracia disciplinada.
La celebridad de Suu Kyi siempre ha hecho temer a sus compañeros de partido que su protagonismo eclipse su causa. En Noruega mantiene una invitación indefinida para que vaya a buscar el Premio Nobel.«Los noruegos están siempre en mi corazón», dice. «Entienden la democracia de una forma especial». ¿Ir a recoger el premio? Aún es pronto para eso.
P.- ¿Han hecho los europeos lo suficiente por ayudar a Birmania a superar la dictadura?
R.- La UE siempre nos ha apoyado y nos gustaría que siguiera siendo así y lo agradecemos. Nos gustaría, sin embargo, que coordinara sus acciones. Creo que su estrategia sería mucho más efectiva si todos los países trabajaran juntos y pusieran en marcha una política común sobre Birmania.
P.- ¿No ha sido así hasta ahora?
R.- Mmm, bueno, más o menos. Hay ciertas diferencias en las actitudes de diferentes países. Cuanto más coordinada y unida sea su política, mayores serán las oportunidades de éxito. Estoy convencida de que España, como miembro de la UE, ha hecho lo que ha podido para ayudarnos.
El régimen militar ha destrozado Birmania. Las universidades han permanecido cerradas durante años, la economía está en ruinas y el sistema de salud es irrisorio. Las campañas militares contra las minorías han desplazado a tres millones de personas y han mandado al exilio a cientos de miles. Los que se han quedado se ven amenazados por una de las peores epidemias de sida de Asia.
P.- ¿Puede un pueblo pensar en democracia cuando tiene problemas para llenar el estómago?
R.- La gente debe saber que tiene poder, que puede contribuir al progreso de este país y en el avance de la democracia. La mayor parte del pueblo está preocupada por las necesidades diarias, educación, sanidad y demás. La gente de la calle a menudo no se da cuenta de que esto está ligado estrechamente a la política.No se puede desligar la situación política de la económica o social. Muchas veces los ciudadanos no participan porque no saben qué pueden hacer para ayudar a la causa, pero siempre hay cosas.
Los birmanos se han enterado de su liberación a través del sistema del boca a boca. La prensa oficial no ha mencionado la noticia y el surrealista periódico oficial La Nueva Luz de Myanmar ha preferido ocupar su última portada con las habituales proclamas a la devoción de los generales.
La Dama pretende comenzar a viajar por el país muy pronto para vender su idea de democracia en las zonas rurales y remotas.El 70% de los cerca de 70 millones de habitantes del país aún vive del campo. Parece dispuesta a poner de nuevo a prueba su relación con la Junta Militar, aunque asegura no temer nuevos arrestos. «Mi determinación aumenta con cada cautiverio, suele decir. Pero incluso ella, que rara vez se muestra excesivamente optimista, cree que esta vez todo podría ser diferente, de hecho no tiene problemas en hablar de cómo será el cambio.
Con una cola de diplomáticos esperando verla y los papeles amontonados sobre la mesa, Suu Kyi pide una última pregunta y se excusa bromeando: «Habíamos quedado en que serían 10 minutos de entrevista y ya ve, hemos hablado mucho más. ¿Cuál es la última pregunta?»
P.- ¿Cómo es la Birmania que imagina en sus pensamientos?
R.- Democrática. Es sólo una palabra, pero implica muchas otras