Hasta 180.000 etíopes llegaron en el 2019 a la costa del Yemen en guerra para atravesarlo en dirección a Arabia Saudí. El número de los que intentan llegar al país de la Meca es superior al de los migrantes que buscan alcanzar Europa
Sus cuerpos frágiles parecen a punto de desplomarse. Algunos tienen heridas de bala sin cicatrizar, un mapa de latigazos en la espalda y las costillas marcadas por el hambre.
Otros se apoyan en bastones, llevan las manos cubiertas de vendas ensangrentadas o tienen los tobillos lacerados por el roce de las cadenas. Todos, en el patio del centro de acogida temporal en Addis Abeba, capital de Etiopía, están llenos de cicatrices que hielan la sangre y, sin embargo, lo que más devasta son sus miradas. Miradas vacías, tristes, perdidas, desquiciadas, aturdidas. Miradas angustiadas, afligidas, desesperadas.
Miradas rotas de migrantes invisibles como Mohammud Siraj. Con apenas 19 años, Siraj avanza a pasos cortos, abrigado por un dolor agudo, y cuando rememora su viaje infernal fija los ojos en la pared y alarga las pausas, como si necesitara tiempo para asumir el sufrimiento. “¿Si me arrepiento de haberlo intentado? Claro que me arrepiento”. A mediados del año pasado, Siraj, huérfano de padre e hijo mayor en una familia de la Etiopía rural, extremadamente humilde, quiso cambiar la vida de los suyos y vio una oportunidad en Arabia Saudí, país musulmán como él pero rico. Inició el viaje. Aquel día se convirtió en uno de las decenas de miles de protagonistas de la peor y más desconocida ruta migratoria de sur a norte del mundo.
Cada año, 180.000 personas —el 90% etíopes de regiones empobrecidas— atraviesan los desiertos de Yibuti o Somalia, surcan el mar Rojo en pateras inestables y llegan a las costas de Yemen, un país en guerra abierta, para alcanzar Arabia Saudí. La cifra anual supera la de los 123.920 migrantes y demandantes de asilo que, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), llegaron a Europa el año pasado. No hay una ruta más peligrosa.
En pésimas condiciones
Cada mes, Etiopía repatría en secreto a 10.000 migrantes deportados por Riad
Además de asumir el riesgo de pasar por territorios en conflicto, los migrantes etíopes hacia el país de la Meca sufren durante el viaje secuestros, torturas y violaciones por parte de traficantes sin escrúpulos y la situación no mejora cuando llegan a la frontera saudí, uno de los pocos países del planeta que no ha firmado la convención 1951 de Naciones Unidas y por tanto no reconoce el estatus de refugiado. En la frontera, los atentados a los derechos humanos son constantes: todos los migrantes entrevistados por este diario acusaron a los guardias fronterizos saudíes de disparar a matar y de detener a migrantes en masa para hacinarlos en condiciones infrahumanas en prisiones saudíes, donde apenas reciben comida y son maltratados en celdas sin la más mínima medida higiénica, rodeados de ratas y con constantes brotes de cólera, tuberculosis o disentería. Siraj se revuelve de un escalofrío al recordar aquellos agujeros.
Antes de ser enviado “al infierno” de la prisión de Djizan, fue encerrado por oficiales saudíes durante semanas en un contenedor metálico junto a veinte personas. “Hacía tanto calor que no podíamos respirar, apenas nos daban comida y cuando pedíamos que se apiadaran de nosotros nos pegaban. Teníamos que dormir sobre nuestros propios orines y excrementos”.
La ruta comparte dosis de abuso con otras vías migratorias en el Mediterráneo o Centroamérica, pero suma desprotección hasta el final. Porque si sobreviven al desierto, al mar embravecido, a la guerra, a las mafias o las terribles cárceles saudíes y las torturas, todavía deben soportar el rechazo del propio Gobierno etíope, liderado por el primer ministro y último Nobel de la Paz, Abiy Ahmed, que les recibe como despojos incómodos. Cada mes, Etiopía repatría en secreto a 10.000 etíopes desde Arabia Saudí, que en el 2017 inició una campaña sistemática de deportaciones de migrantes irregulares. Desde entonces, más de 320.000 han sido enviados de vuelta. Ocurre además con nocturnidad y varias veces por semana, cuando aviones provenientes de Riad aterrizan en un hangar comercial en una esquina del aeropuerto de Bole, en Addis Abeba y descargan a cientos de migrantes en condiciones deplorables.
Fuente de la noticia La Vanguardia