Aterricemos en los grandes desplazamientos del siglo XX y a las distintas causas que los provocaron
A la sombra de los conflictos que desencadenaron la Primera Guerra Mundial, 8 millones de personas fueron forzadas a dejar sus países. Con ellos nació el concepto de refugiado.
Deportados, prisioneros de guerra, perseguidos, gentes sin hogar, víctimas de la hambre que azotaba Rusia (Holodomor, etc….) millones de personas vagaban por una Europa desmembrada después de la I Guerra Mundial.
Otro gran desplazamiento de personas, a principios del siglo XX, fue la diáspora armenia, que es un término utilizado para describir las comunidades que han fundado los armenios que viven fuera de Armenia y Alto Karabaj.
Del total de la población armenia que vive en todo el mundo (en 2004 se estimaba en algo más de 12.000.000 de personas), solo alrededor de 3.300.000 viven en Armenia y alrededor de 140.000 en la región de Alto Karabaj. La diáspora armenia se estima en una población aproximada de 8.000.000 de personas. (El Papa ha anunciado la visita a un museo conmemorativo en Armenia)
Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis deportaron entre siete y nueve millones de europeos, la mayoría a Alemania. En los meses posteriores a la rendición de Alemania en mayo de 1945, los aliados repatriaron a más de seis millones de refugiados. Entre 1,5 y 2 millones de refugiados rechazaron la repatriación.
Sólo en 1999 (un año marcado en la historia), más de un millón de personas se vieron obligadas a huir de su hogar en Kosovo, Timor Oriental y Chechenia…
En la Actualidad Líbano, un país pequeño con escasos recursos, acoge a un millón y medio (en su mayoría sirios) en una población de 4,5 millones de habitantes, es decir, el 30% de su población. Un ejemplo para otros países más «civilizados».
En Asia, en Tailandia, -Manos Unidas- denuncia que se trata de «uno de los países con más refugiados e inmigrantes no registrados», es decir, con unos tres millones, lo que supone un 4,3% de la población. Los derechos humanos en Tailandia, según Manos Unidas, son «vulnerados constantemente», lo que convierte al país en uno de los que tienen «peores índices en el mundo en cuanto a trata y tráfico de personas para su explotación laboral y sexual».
Pero no podemos olvidar las víctimas permanentes del hambre, haciendo compartimentos estancos entre refugiado e inmigrante, muchos de ellos han muerto en los desiertos africanos o en las aguas del mediterráneo. Como dato decir que sólo en 10 días han muerto ahogados 1500 personas delante de nuestras costas, en el Mediterráneo.
No denunciar las causas, es maquillar la tragedia diaria, es posponer la solución otro siglo. Algunos tienen la osadía de llamarlos eufemísticamente «inmigrantes económicos»… La iglesia grita con voz fuerte y contundente a las conciencias de los países enriquecidos, que roban las riquezas de los pobres de la tierra.
El Papa Francisco ha denunciado «la indiferencia y hostilidad ante los refugiados», e insiste:
«Cuántas veces cuando nos encontramos ante muchos prófugos y refugiados sentimos que nos molestan. Es una tentación. Todos nosotros sentimos esto. Todos, también yo. Todos. Por eso la Palabra de Dios nos enseña: la indiferencia y la hostilidad nos hacen ciegos y sordos».
Hoy en el mayor éxodo desde la segunda guerra mundial, no podemos mirar hacia el otro lado.
Autor: Luis Antonio Macías