Monjas españolas en Mozambique aseguran haber descubierto una red que asesina niños y vende sus órganos

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Creen que la red de asesinos de niños y traficantes de órganos que temen haber descubierto tratará de vengarse de ellas o de los más de 60 niños abandonados o desvalidos a los que protegen. Prueba de que el asunto es peligroso es que antes de que las monjas denunciasen públicamente la supuesta red ya habían recibido amenazas de muerte, que luego pasaron a convertirse en emboscadas, de las que han salido indemnes por pura casualidad. En el último año y medio un centenar de críos de entre 12 y 15 años han desaparecido…

Fuente: LA VANGUARDIA

La diplomacia española ha logrado que se extreme su protección para que no les pase nada. Las monjas del convento de las Siervas de María, en Nampula, al norte de Mozambique, creen que la red de asesinos de niños y traficantes de órganos que temen haber descubierto tratará de vengarse de ellas o de los más de 60 niños abandonados o desvalidos a los que protegen. Por esa razón, la embajada española ha solicitado a las autoridades de aquel país africano que las cuide especialmente hasta que concluyan las investigaciones y haya pasado el peligro.

Sor María del Carmen Calvo, la priora; su hermana sor María Jesús Calvo –ambas de Zaragoza– y sor María Elilda Dos Santos, natural de Brasil, han denunciado ante el mundo y ante la justicia de la república de Mozambique que en aquellas tierras hay una organización que secuestra y mata niños para extraerles los órganos. “Es una misión difícil. Viven en una casa sin electricidad y tampoco tienen teléfono”, explica a “La Vanguardia” Maximiliano Calvo, hermano de las monjas denunciantes.

Prueba de que el asunto es peligroso es que antes de que las monjas denunciasen públicamente la supuesta red ya habían recibido amenazas de muerte, que luego pasaron a convertirse en emboscadas, de las que han salido indemnes por pura casualidad.
“He comprobado in situ que las religiosas ahora están bien protegidas. Tienen un puesto policial junto al convento”, explica Antonio Sánchez Benedito, secretario de la embajada de España en Mozambique y que ha pasado dos días en Nampula con las hermanas españolas. “Desde la legación seguimos de cerca el caso y el procurador general, equivalente a nuestro fiscal del Estado, nos ha asegurado que dentro de pocos días hará público un informe con el resultado de las investigaciones que están realizando”, revela el diplomático.

Varias circunstancias coincidentes están detrás del descubrimiento de esta supuesta red de asesinos. Por una parte, desde octubre del 2002 decenas de jovencitos de la zona, especialmente niños, han desaparecido. Por otra parte, el convento está ubicado entre la finca sospechosa de ser el centro de esta actividad criminal, y que es propiedad de un matrimonio blanco –sudafricano o de Zinbabue–, y el aeropuerto donde se supone que embarcan las cajas con los órganos, todo ello a tres kilómetros de la carretera que enlaza Nampula y Nacala.

Coches con los cristales tintados circulan de noche entre la finca y el aeródromo, en el que aterriza una avioneta a la que hacen señales con sus faros. Un tercer indicio lo suministró una “equivocación”: alguien se presentó en el convento y ofreció un niño en venta. Sor Elilda está persuadida de que el vendedor confundió su convento con “la finca de los blancos”, según explicó a la televisión de Brasil.

A raíz de estos indicios, la monja brasileña encontró el cadáver en descomposición de una niña a la que le faltaban el corazón, los ojos y la lengua. Grabó el hallazgo en un vídeo que enviaron a las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos. Hoy, todos los datos obtenidos por las monjas están en manos de la policía, a la que corresponde averiguar qué está sucediendo en Mozambique.


PESADILLA EN LA IDÍLICA MISIÓN

En el último año y medio un centenar de críos de entre 12 y 15 años han desaparecido. El periodista viaja a un remoto lugar de Mozambique donde cuatro monjas españolas, amenazadas de muerte, denuncian el secuestro y asesinato de los pequeños para extraerles los órganos y traficar con ellos.

Por Juan Carlos de la Cal. Enviado especial a mozambique

Fuente: CRONICA del Mundo 15/02/2004


El destino no se lo podía haber dicho más claro. Después de pasar exactamente la mitad de su vida -30 años- en este remoto rincón africano, después de sobrevivir a la independencia del país, a la guerra civil que asoló Mozambique durante 20 años, y a varios asaltos de milicias armadas de uno y otro bando, después de haber padecido varias malarias y ver los estragos del sida por todas las aldeas, la maña sor María Juliana (María del Carmen Calvo antes de entrar a profesar en la congregación de las Siervas de María) pensaba que ya había visto con creces su parte alícuota de sufrimiento en esta vida. Pero su consagración como monja contemplativa le ha reservado para esta parte de su existencia comprender el sentido literal de la palabra de su estado religioso: contemplar el horror en su dimensión más terrible, sobre todo para la mae espiritual de los miles de niños africanos que ha sacado adelante.

Sor María Juliana es la superiora del monasterio Matter Dei, el convento-orfanato que estas religiosas mantienen abierto desde hace tres décadas en Nampula, la tercera ciudad de Mozambique, situada a unos 2.000 kilómetros al norte de la capital, Maputo.Aquí vive con otras tres religiosas españolas -su hermana de sangre Palmira Calvo (67 años), la extremeña Carmen Martín (54) y la madrileña Ana González (70)- una treintena de monjas locales y más de 60 niños huérfanos a los que viste, da de comer y lleva a la escuela todos los días.

Todo un milagro si tenemos en cuenta lo que supone mantener una comunidad con un centenar de personas, sin más recursos que los propios -plantaciones de arroz, árboles frutales, vacas y gallinas- y la providencia divina, en lo más profundo del continente africano.

El convento está situado a 10 kilómetros del centro de la ciudad, en un frondoso y paradisiaco valle al pie de unas montañas de granito junto al aeropuerto, y al que se llega por una estrecha pista de arena ahora casi impracticable mientras dura la época de lluvias. En poco más de 70 hectáreas, las monjas han conformado su misión como si se tratase de una pequeña aldea: la iglesia octogonal en el centro, la cocina general y la hospedería junto a la entrada, la residencia de ellas un poco más al fondo, la escuela para los más pequeños, el albergue de las novicias…

EL HOMBRE DEL SACO

Pero la idílica misión de monjitas y negritos se ha convertido ahora en una pesadilla, en un cuento gótico versión africana, en un sangriento escenario donde los niños desaparecen, los cadáveres florecen de la tierra con sus órganos vitales extirpados y el miedo al desconocido recuerda a la vieja leyenda de nuestros pueblos que hacía alusión a aquel hombre del saco. En el último año y medio han sido denunciadas más de 50 desapariciones de críos entre 12 y 15 años, la mayoría por sus padres.

También se echa de menos a otro medio centenar de niños de la calle que solían dormir en los alrededores de la catedral de Nampula y se ganaban la vida pidiendo en el mercado de la ciudad.Por lo menos cinco cadáveres han sido encontrados en los alrededores de la misión de las monjas españolas -todos vaciados por dentro: sin ojos, corazón ni riñones- y se han documentado, por lo menos, restos de sangre y huesos humanos devorados por las alimañas de otros tres más. Aquí ya no hay guerra, ni se tiene constancia de que se sigan practicando los ancestrales rituales de hechiceros tribales. Ni siquiera se sospecha de un loco sanguinario comeniños como los que recrean las historias de la Edad Media europea.Entonces, ¿qué está pasando?…

En este caso, todos los indicios pasan por una red de tráfico de órganos humanos, liderada por blancos, que tradicionalmente ha operado en esta zona de Africa. Y decimos «tradicionalmente» porque no es la primera vez que en Mozambique, un país donde según los propios datos del Gobierno desaparece cada año un millar de niños, se habla de ello.

Hace poco más de un mes, este suplemento denunció la desmantelación de una mafia de este tipo que operaba en Sudáfrica -Estado que parece haberse convertido en la meca de esta atrocidad- y que trabajaba importando a cambio de dinero donantes de Brasil para trasplantar sus órganos a ricos ciudadanos de Israel.

Pero lo que está sucediendo ahora en Nampula sobrepasa, con creces, todo lo relatado hasta ahora. Y aunque las pruebas son difusas, en una de las naciones más pobres del mundo donde la corrupción galopa en todas las instituciones -la policial incluida-, más aún lejos de la capital, los hechos son incuestionables. Y las monjas españolas, nada sospechosas de haberse vuelto locas o paranoicas, dan fe (y eso, en una religiosa, es decir mucho) de ello.

Con un coraje asombroso y un trabajo metódico, las Siervas de María, encabezadas por sor Juliana y una laica consagrada brasileña, María Elilda do Santos, están removiendo cielo y tierra, aun a costa de las amenazas de muerte que reciben continuamente, para que sus niños, todos los niños de Nampula, puedan seguir paseando por sus caminos africanos tal y como lo han hecho desde el principio de los tiempos, sin acabar en una improvisada mesa de operaciones de Dios sabe dónde para cambiar su vida por la de un rico hombre blanco.

Sus denuncias están siendo investigadas ahora por la Procuraduría General de la República de Mozambique, han alcanzado eco entre organizaciones como Amnistía Internacional y la Liga de Derechos Humanos del país, y están apoyadas por decenas de testimonios y por la voluntad de los obispos locales, y ahora, por fin, por la prensa de todo el mundo.

Monjas metidas a detectives, niños que corren por los caminos cuando el blanco recién llegado clava sus ojos en ellos, escalofríos de temor infundado cuando, en el silencio de esta noche africana uno escribe esta crónica entre las paredes de este convento donde las anfitrionas y sus pupilos duermen ¿plácidamente? hace ya horas…

Según las monjas, todo empezó a mediados de 2001 coincidiendo con la llegada Nampula de un matrimonio blanco formado por el ciudadano de Zimbabue, de origen irlandés, Gary O´Connor y de su esposa danesa Tania Skytte, que compraron al Gobierno una finca de 300 hectáreas, aledaña a la misión de las monjas y situada junto al aeropuerto, con idea de montar una granja avícola.

BLANCOS COMEPERSONAS

Aunque la convivencia nunca fue excesiva, al principio las Siervas de María hablaron varias veces con los recién llegados para participar en el nuevo tendido de luz que pusieron en su tierra y para prestarles acceso a su agua mientras aquellos acababan de hacer sus respectivos pozos. «Nunca fue una gente especialmente amable pero nos llevábamos bien. Continuamente llegaban blancos a pasar varios días con ellos jugando al golf, a montar a caballo o practicar artes marciales.Sin embargo, la gente de la ciudad empezó a hablar cosas raras de ellos como que «esos brancos comen persoas» y las mujeres que transitaban por el camino aceleraban el paso cuando cruzaban por la entrada diciendo «nao queremos morrer». Nosotros no hacíamos mucho caso de esas historias porque este pueblo, como la mayoría de los africanos, es muy supersticioso y enseguida empiezan con estas cosas», recuerda sor Juliana.

Algo que sí llamó la atención a las monjas es que el número de los meninos da rua a los que ellas atendían cuando iban a darles de comer a la ciudad empezó a disminuir de forma misteriosa. Así, de unos 80 que tenían censados en el verano de aquel año, se pasó a apenas 15 en el estiaje de 2002. «Cuando les preguntábamos dónde estaban sus compañeros, casi siempre respondían lo mismo: «nao sei, soy con hombres brancos, que le pegaron (cogieron) en seus carros (coches)». En cualquier caso seguimos sin asociar ideas porque estas cosas, por desgracia, son frecuentes entre la gente más pobre de este continente», continúa sor Juliana.

Sin embargo, el 12 de octubre de ese año un suceso conmovió a toda Nampula. Aquel día, una joven de 12 años, Salima Iburano, estudiante del primer curso de Secundaria en una escuela local, se dirigió junto a una prima suya para el centro de la ciudad a la salida de clase a tratar de vender unas bananas en el mercado. Después de atravesar la línea férrea, dos jóvenes negros se acercaron a ellas diciéndoles que querían comprar todas las frutas pero que tenía que acompañarles a buscar el dinero. Salima fue sola y nunca volvió. Su cuerpo apareció al día siguiente, en el barrio de Namicoco, sin ojos, corazón ni riñones. La habían vaciado por dentro. A pesar de la pertinente denuncia, la policía se limitó a enterrar su cuerpo sin practicar autopsia alguna.

En febrero de 2003 otro cadáver apareció en los terrenos limítrofes del aeropuerto. También le faltaban los ojos y los órganos internos.Días más tarde, el cuerpo de una mujer muy joven apareció en la misma zona y en las mismas circunstancias que la anterior.En junio y julio de ese mismo año, encontraron restos de sangre en dos terrenos distintos -también en el camino que va hacia el convento- junto a unos libros escolares y ropa íntima femenina.

3.000 EUROS

Pero fue un mes más tarde cuando se produjo el hecho que, según sor Juliana, abrió los ojos definitivamente a las monjas. «Una tarde, los policías que siempre vigilan nuestra entrada trajeron a un joven acompañado de un niño de nueve años que se había presentado ante ellos por error preguntando por el «branco» para hacer el «tráfico». Según su propia confesión pretendía vender al pequeño por 80 millones de meticais (la moneda local, equivalente a casi 3.000 euros) y aseguró que se había equivocado de dirección confundido por la noche. Al parecer había estado varias veces por el día en la finca de nuestros vecinos pero no los encontró y ésa era su última intentona», asegura sor Juliana.

Apenas un mes después, en agosto, uno de los religiosos mozambiqueños de la misión encontró a una muchacha de 12 años llorando perdida por los alrededores de la finca vecina. En estado de shock, la pequeña sólo acertó a decir que había sido llevada allí por un hombre en un «carro branco» y que pudo huir en un descuido de sus secuestradores. «Todos estos casos fueron denunciados ante la policía y el gobernador de Nampula, Abdul Razak, sin que sorprendentemente llevaran a cabo una investigación como es debido. Ni siquiera el joven que trató de vender al pequeño está detenido y han tenido que venir altas autoridades gubernamentales de la capital a investigar ellos mismos el asunto ante la pasividad de la policía local», afirma por su parte la brasileña María Elilda do Santos, la única de toda la congregación que ha podido moverse por su cuenta por los barrios de la ciudad gracias a su condición de lega. Elilda asegura haber sido amenazada y perseguida varias veces e, incluso, ha sido objeto de varias emboscadas cuando, en compañía de otras monjas, volvía de noche por el camino del monasterio. «En dos de ellas dos coches nos cerraron el paso y se bajaron varios hombres negros con pañuelos tapándoles las caras. Algunos llevaban grandes cuchillos y pistolas al cinto. Afortunadamente, una de las veces pude huir campo a través con el todoterreno y en la otra apareció por casualidad otro vehículo que pasaba por allí.Tengo miedo pero estoy dispuesta seguir adelante pase lo que pase», afirma Elilda nerviosa. La mujer, con grandes ojeras, está obsesionada con su seguridad e incluso, ha abandonado temporalmente la misión de las monjas. Ahora pasa cada noche en un lugar distinto, en casas de amigos o en otras misiones, mientras ayuda a destapar este asunto a la prensa internacional y local.

Este periodista pudo localizar a uno de los supervivientes de esta presunta red de raptores de críos. El pequeño Mussa, de 12 años, está con su madre sentado sobre una estera ante su choza del barrio de Motomote, en los arrabales de Nampula. Aparenta menos edad. Habla un poco de portugués (el idioma local es el mucuna), despacio, sin alterar su rostro ni un instante.

NARCOTIZADO

El pequeño cuenta su epopeya con la mayor suavidad del mundo, sin una brizna de orgullo entre sus palabras. «Fui a una fiesta en la iglesia y en una casa cercana me invitaron a merendar un poco de xima (una especie de bollo hecha a base de mijo) que me dio de repente un sueño muy pesado. Me quedé dormido sobre la mesa. Cuando me desperté estaba en una habitación cerrada de otra casa que no conocía. Allí estuve metido 12 días. Siempre que me daban de comer me volvía a entrar el sueño y me quedaba dormido. Un día, antes de la cena, vi que se dejaban una ventana abierta y escapé corriendo por ella. Tardé varios días en encontrar mi casa», recuerda el pequeño entre el corrillo que forman a su alrededor sus primos y hermanos. El reencuentro con sus progenitores fue grabado en vídeo por la hermana Elilda y es realmente conmovedor.No hay lágrimas suficientes para relatarlo…

En el mismo barrio, una mujer que dice ser funcionaria de la Administración local nos comenta que en cuanto sale de casa, llama a su hija de hora en hora para comprobar que todavía no fue raptada. Lógico temor teniendo en cuenta que en esta zona han desaparecido cinco críos. Mucho antes de que caiga la noche, sobre las seis de la tarde, ya es difícil ver a alguien caminando por las pistas que rodean los espesos bosques de la ciudad. Algo impensable en cualquier lugar de Africa donde se vive prácticamente en la calle. Los propios niños del orfanato, van todos juntos de la mano de regreso a su hogar al encuentro del coche que las monjas les envían todos los días a buscarles para que nadie les quite a sus niños.

LA MERIENDA

Cruzando la carretera, nos adentramos en el barrio de Mosinha.Allí un muchacho, que nos piden no identifiquemos porque la investigación está en curso por parte de las propias monjas, nos explica lo que le sucedió este mismo año. Estaba vendiendo cigarrillos por las calles cuando dos hombres blancos le ofrecieron comprárselos todos. «Acompáñanos al coche que ahí tenemos el dinero», le dijeron.Una vez dentro vio que había cuatro muchachos más jugando entre bromas. «Sube, vamos todos a dar una vuelta» le invitaron. Tras dar un paseo por la ciudad, les llevaron a todos a una gran casa donde les ofrecieron una suculenta merienda. Allí había más niños.«Quédate y mañana os llevamos a dar una vuelta en barco» le convidaron de nuevo. Al día siguiente, se llevaron a «una fiesta» a cinco de ellos. Nunca les volvió a ver. Y al otro día otros cinco.El muchacho comenzó a sospechar y decidió escaparse una mañana aprovechando que le mandaron a comprar el pan para comer.

Las historias se suceden. Es difícil comprobar su veracidad.Las hermanas combonianas, de una misión italiana también en Nampula, cuentan un caso ocurrido esta misma semana. Un hombre llegó de repente a una casa donde estaba una madre con sus seis hijos.Dijo que era el primo de su marido (es habitual en Africa que algún pariente lejano aparezca así de repente) y que acababa de venir de un largo viaje. Pidió ayuda a los pequeños para traer unos regalos que tenía en el coche, aparcado en las afueras del barrio. Se los llevó a todos. No aparecieron más. Cuando el marido llegó a casa y preguntó por sus hijos, su mujer le dijo que se habían ido con «su primo». «¡Si yo no tengo ningún primo!». Los buscaron por todos lados y hasta hoy no han aparecido.

Los desesperados padres, como tantos otros, fueron a lanzar un anuncio por Radio Encuentro, la emisora que la Iglesia Católica tiene en la zona para comunicar mensajes entre las familias más alejadas del centro urbano. «Aquí la gente es muy ingenua. Con cualquier cosa te llevas un chiquillo de calle. No están tan maleados como en Occidente. Por eso se aprovechan de ello», asegura sor Juliana.

Los hechos están sobre la mesa. Las Siervas de María no pueden asegurar que todo lo que está pasando se deba a la acción de una mafia de tráfico de órganos, pero lo intuyen.

«Conocemos varias casas de blancos potentados que han sido identificadas por varios niños como sospechosas porque todos los que entran allí no vuelven a salir. Y todas las noches oímos avionetas despegar o aterrizar de madrugada en el aeropuerto (este periodista también las oyó). Algunos de nuestros empleados nos han dicho que han visto como ponen varios coches a lo largo de la pista para iluminarla con sus faros. Y la finca de nuestro vecino tiene portones de acceso directo a ellas. Lo que hacen con los críos, no lo sé, pero algo está pasando y hay que denunciarlo cueste lo que cueste.Y este hombre que tenemos como vecino, estoy segura de que es el responsable», afirma sor Juliana.

MAFIAS PODEROSAS

«La duda es saber si los órganos son extraídos aquí o se llevan para afuera», afirma por su parte Alicia Mabote, presidenta de la Liga de Derechos Humanos de Mozambique, convencida también de la existencia de esta red. «El problema es que estas mafias son más poderosas que el propio Gobierno y tenemos indicios importante de que hay autoridades locales y hombres blancos de varias nacionalidades implicadas en las desapariciones de Nampula», concluye. Mabate afirma que ya se ha puesto en contacto con ella el eurodiputado portugués José Rivera de Castro, uno de los promotores de la reciente normativa aprobada el pasado año por la Unión Europea para acabar con el tráfico internacional de órganos.

También está en contacto con las organizaciones brasileñas que a finales del año pasado destaparon la red de traficantes de órganos en Sudáfrica y que avisaron de una posible rama de suministro de donantes forzosos provenientes de esta parte de Africa, siendo Mozambique el principal distribuidor.

Mientras tanto, los 200.000 habitantes de Nampula desconfían cada vez más de los recién llegados a la ciudad. A pesar de que los blancos no son bien vistos ya por la zona su número se ha multiplicado en los últimos meses. Y no se puede decir que haya más negocios abiertos. Los residentes aquí de toda la vida confiesan con sorpresa el aumento de coches de lujo en la zona y el florecimiento de casas nuevas en algunos barrios de la ciudad cuyos dueños no tienen oficio conocido. Puede que se trate de traficantes de armas o de drogas. Pero puede también que sean de los propios traficantes de órganos.

A las puertas de sus aldeas, las madres de los niños desaparecidos miran profundamente, con la serenidad africana que sólo la tristeza puede concebir. Y los huérfanos de las Siervas de María aspiran a no volver a quedarse solos, abandonados, hermanos de las cosas sin nombre. Porque el hombre del saco parece haber encontrado su paraíso en Nampula, la ciudad de nunca jamás, la ciudad donde los niños no crecen…

APOYOS

INFORME PARA UNA ACUSACION

En el relatorio de casos, firmado además de por las Siervas de María, por el arzobispo de Nampula, Tomé Makhweliha, y por varios religiosos europeos de otras órdenes, y entregado a la Procuraduría Gerald de Mozambique se relatan sólo los casos concretos certificados por las propias hermanas de algunos de los horrores ocurridos en los alrededores de su convento en el último año y medio.

Gracias a esos testimonios, las autoridades del país ya han exhumado tres cadáveres y mantienen abierta una investigación para aclarar si detrás de los crímenes hay una red de tráfico de órganos.Los resultados de las pesquisas se conocerán en el plazo de unas semanas.

Mientras, la Embajada española en Maputo envió a Nampula a un funcionario el pasado miércoles para entrevistarse con las hermanas y con las autoridades mozambiqueñas con objeto de pedir protección para la misión. De momento, estos días el número de guardias a la entrada del convento se ha duplicado tanto de día como de noche.


Éste es el resumen de los principales casos denunciados:

13 de octubre de 2002. Se encuentra el cuerpo de Sarima Burano de 12 años. Le han arrancado los ojos. También le faltan el corazón y ambos riñones. La muchacha había desparecido el día anterior cuando vendía bananas por la ciudad después de salir de la escuela.Dos hombres que se hicieron pasar por compradores de la fruta se la llevaron.

Febrero de 2003: Aparece un cadáver en los terrenos limítrofes al aeropuerto. Como al cuerpo de Sarima, también le faltan los ojos y diversos órganos internos. La caja craneal estaba abierta y el cerebro, removido.

Marzo de 2003: Los caminantes de una pista cercana al aeropuerto perciben un olor nauseabundo muy cerca de la ruta por la que van transitando. Transcurridos tres días observan a varios perros con huesos, en apariencia humanos, entre los dientes. Después de buscar dentro de la maleza, terminan encontrando el cadáver de una mujer en avanzado estado de descomposición.

Junio de 2003: En dos terrenos distintos se encuentran restos de sangre junto a trozos de ropa y libros de colegio, cuadernos, lápices, bolígrafos y demás material escolar. En uno de ellos se descubren también varios jirones de ropa interior femenina.Los vecinos de la zona limítrofe al convento de las monjas españolas afirman que durante la noche anterior oyeron gritos de agonía y de dolor.

Julio de 2003: El joven Dionisio da Silva Armino es llevado por unos hombres hasta el destacamento policial que guarda el convento de las Siervas de María. Había intentado vender al niño Félix Mario, de 10 años, por una cantidad equivalente a algo menos de 3.000 euros. Al parecer su intención, según terminaría confesando ante los agentes, era hacer «tráfico» con el ciudadano de Zimbabue de origen irlandés Gary O´Connor, afincado en Mozambique desde 2001. A pesar de ello, Mario fue posteriormente puesto en libertad

14 de agosto de 2003: El postulante de las Siervas de María, el hermano Binicio, se encuentra a una chica de 12 años llorando desconsoladamente en las cercanías de la misión, junto a las 300 hectáreas de la finca de O´Connor. La pequeña, desorientada y en estado de shock, a duras penas pudo decir que era del distrito de Moma y que había sido llevada hasta allí a la fuerza por un hombre en un vehículo de color blanco. Consiguió escapar cuando algunas personas que iban por el camino la vieron forcejear con su captor.

28 de agosto de 2003: A las puertas del monasterio aparece un matrimonio para denunciar la desaparición de su hija de siete años, la pequeña Arlinda Lucio. Los hechos habían ocurrido seis días antes en el barrio de Muhala, también en la ciudad de Nampula.

4 de septiembre de 2003: El ciudadano mozambiqueño Mario Cintura fue detenido y torturado por unos hombres cuando se encontraba recogiendo leña dentro de la propiedad del matrimonio O´Connor.Sus captores le propinaron una brutal paliza que, además de numerosas heridas externas, le produjo varias hemorragias internas.

29 de septiembre de 2003: María Mutumpua, de 30 años y residente en el Barrio Dos Limoeros, relató a las Siervas de María que su sobrina Cecilia, de 12 años, había desaparecido en las proximidades del aeropuerto, al que se puede acceder directamente desde la finca de O´Connor.

Las desapariciones de medio centenar de niños de la calle, sin embargo, no han podido ser documentadas.

«UTILES» A LOS 13 AÑOS

T oda persona que en vida decida que tras su muerte sus órganos salven o mejoren la vida de otros, y haya transmitido a sus familiares más directos dicha voluntad, puede ser donante. Así reza la ley española, que asegura el altruismo de la donación y el acceso totalmente gratuito al trasplante. No parece ser el caso, desgraciadamente, de los niños y adolescentes que son cruelmente asesinados en Mozambique, con el único propósito de vender partes de sus cuerpos al mejor postor. Sin embargo, en una situación normal, la edad resulta determinante. Los órganos de un chico fallecido por enfermedad o accidente, que no haya cumplido 13 años o su peso sea inferior a 40 kilos, sólo podrían ir destinados a otro/a de similares características físicas. Es el caso del corazón, incapaz a esas edades de bombear con la fuerza necesaria el volumen de sangre que requiere un receptor adulto. O los pulmones, que, cuanto más jóvenes, no disponen de la capacidad suficiente para almacenar y expulsar todo el aire que necesita una persona mayor. Y lo mismo pasaría con los huesos y los cartílagos, aún en formación.Salvo excepciones. Por ejemplo, los riñones de un niño pueden ir a un adulto, siempre y cuando se trasplanten ambos a la vez, para que el filtrado de la sangre no peligre. A partir de los 14 años, y si el joven donante no ha sufrido alguna alteración anatómica o fisiológica que dificulte el correcto funcionamiento de sus órganos, estos pueden ser trasplantados, en su mayoría, a una persona de mayor edad. El hígado, pongamos por caso, de un donante de 15 años, serviría para ser trasplantado a un adulto de bajo peso, incluso podría dividirse en dos y sustituir los órganos dañados de dos receptores compatibles, dada su enorme capacidad de regeneración. / PACO REGO