«Cuando se firmó el acuerdo alcanzado en Jartum al día siguiente en Bangui, ya era letra muerta», dijo mons. Juan José Aguirre Muñoz, obispo de Bangassou, al comentar el acuerdo entre el gobierno de la República Centroafricana y catorce grupos rebeldes. El acuerdo se negoció en Jartum y se firmó el 6 de febrero en la capital centroafricana, Bangui.
El hecho de que las negociaciones tuvieran lugar en la capital sudanesa y no en Addis Abeba, la capital etíope y sede de la Unión Africana, según el obispo Aguirre, ya es significativo porque los líderes de cinco grupos rebeldes temían ser detenidos allí por ser buscados por la Corte Penal Internacional. Sudán, por otra parte, no reconoce el tribunal para el que Jartum era un lugar seguro para ellos.
«Es el octavo acuerdo de paz firmado en dos años», recuerda Mons. Aguirre en una entrevista con Vida Nueva, pero sobre todo es la situación en el terreno la que habla con los hechos, porque «los rebeldes controlan el 80% del país y sólo el 20% restante está en manos del gobierno».
Entonces, ¿por qué se firmó un acuerdo de este tipo? «La negociación fue impuesta por la comunidad internacional para salvar las apariencias», explica mons. Aguirre. Los que han obtenido una ventaja no son los ciudadanos de África Central sino «los rebeldes, todos radicalizados o criminales y casi todos los no centroafricanos» armados por algunos países árabes que a su vez compran armas en Estados Unidos, expuso el obispo Aguirrre. «Todo esto sucede con la complicidad de la Unión Africana y la tibieza de Francia, porque Rusia ha entrado en nuestro país para poner de nuevo en marcha las FACA (Fuerzas Armadas Centroafricanas)».
«Los rebeldes piden un decreto de inmunidad aplicable a todos (aunque la Corte Penal Internacional no lo tendrá en cuenta) y el cargo de primer ministro, con el único propósito de poder dividir el país en dos. Esto adicionalmente al control del 80% de las minas de diamantes, oro, cobalto, mercurio y trashumancia, pero quieren más», dice el obispo.
Los habitantes pobres de África Central son los perdedores. Mons. Aguirre concluyó poniéndose «en manos de Dios para que transforme el corazón de los violentos, para que nadie reanude las hostilidades y para que todos busquen la paz».
(L.M.) (Agencia Fides 15/2/2019).