La aparición de estas fuerzas, que también se denominan “policía comunitaria”, han proliferado en épocas recientes. Su argumento consiste en que se ven obligados a defenderse frente a la actividad criminal de los narcotraficantes que controlan las rutas del contrabando de drogas y que extorsionan a los negocios con el pago de impuestos si quieren continuar abiertos.
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La doctrina del presidente de México “abrazos en lugar de balas” muestra contraindicaciones para la salud del país norteamericano.
Niños armados. Este es uno de los efectos secundarios más alarmantes de la terapia de Andrés Manuel López Obrador.
Menores, incluso de tan sólo seis años de edad, están siendo armados y adiestrados por sus padres en el noroeste de México –lo llaman territorio sin ley– para combatir al crimen organizado.
Como uno de esos medicamentos que se receta para la gripe y no sólo no logra bajar la fiebre sino que provoca dolencias estomacales y vómitos, la política pacificadora propuesta por López Obrador parece propiciar un incremento de la violencia, en especial la de los carteles de la droga.
Lo dicen los datos. Más muertos, más desaparecidos, más miedo. “Nuestra casa sigue ensangrentada”, se leía a pie de la pancarta que este domingo recorrió las calles de Ciudad de México, de la capital, en reivindicación de “la verdad, la justicia y la paz”.
López Obrador dice que “hemos de dar opciones a los chicos para que estén alejados de las armas y la violencia”
El presidente no tenía previsto recibir a los manifestantes –les iban a atender cargos del gabinete de seguridad del Palacio Nacional– “para no hacer un show”.
Al frente de la caminata se colocaron el poeta y activista Javier Sicilia y miembros de la familia mormona LeBaron. Nueve de sus parientes (tres mujeres y seis menores, todos con doble nacionalidad estadounidense y mexicana) fallecieron el pasado noviembre, algunos quemados en vida, por el fuego de los narcotraficantes.
Hubo un tramo de la manifestación en la que los participantes se quitaron un zapato. Era la manera de homenajear a McKenzie, de nueve años, que, herida en un brazo en aquella matanza, recorrió a pie 14 kilómetros para pedir ayuda y rescatar a otros cinco críos que habían sobrevivido.
A los niños les toca hacer de adultos demasiado pronto. La marcha ha coincidido con la difusión pública de reportajes de periodistas locales donde se explica cómo menores superan las pruebas de iniciación y formar parte de “grupos de vigilantes” que ya llevan tiempo en su cruzada en el estado de Guerrero contra los sicarios del narcotráfico.
En uno de esos reportajes aparecían 19 chicos uniformados y con los rifles en las manos hacían ejercicios de estilo militar.
“Ellos deben estar preparados”, declaró Bernardino Sánchez Luna al Los Angeles Times . Sánchez es el fundador de uno de esos grupo de autodefensa que se conoce como CRAC-PF. “Si ellos están asustados, los criminales los matarán como pollos”, dijo.
Los líderes de estos colectivos justifican el adiestramiento de los niños y adolescentes a causa de la ausencia de intervención del Gobierno, por lo que las comunidades no han visto otra opción que armar a sus menores. La difusión de estas imágenes ha provocado indignación a lo largo de México. Responsables de organizaciones de derechos humanos han condenado estos ejercicios como una prueba de abusos infantiles.
En el grupo de Bernardo Sánchez había dos niños de seis años, mientras que el mayor era de 15.
La aparición de estas fuerzas, que también se denominan “policía comunitaria”, han proliferado en épocas recientes. Su argumento consiste en que se ven obligados a defenderse frente a la actividad criminal de los narcotraficantes que controlan las rutas del contrabando de drogas y que extorsionan a los negocios con el pago de impuestos si quieren continuar abiertos. Los críticos sostiene que estos vigilantes se implican en actividades ilícitas.
En Ayahualtempa, según el diario El Universal , llevan un año atrincherados. En todos los accesos hay sacos de arena para protegerse. Están en alerta por la amenaza de una de las bandas de narcos. En las fotos se ve a Gerardo y Gustavo, de 15 y 13 años, con sus rifles. Los dos dejaron de asistir a la escuela el pasado curso. El asunto se había puesto muy peligroso. Decidieron secundar a su padre, un policía comunitario.
El Gobierno mexicano revisará si a esos grupos comunitarios se les debe retirar las armas. “Hemos de dar opciones a los chicos para que se mantengan alejados de las armas y de la violencia”, remarcó López Obrador ante las imágenes de los niños en entrenamientos paramilitares.
Fuente La Vanguardia