El mundo vio con horror cómo una policía comunitaria en Guerrero, México, adiestraba a un grupo de niños y adolescentes en el uso de armas para «luchar contra el crimen».
Varios de ellos, huérfanos tras un ataque armado de un grupo criminal y ante el miedo de robos o secuestros, dicen sentirse más seguros empuñando un arma que un cuaderno. ¿Por qué se llegó a este extremo?
Apenas logra sostener el arma encima de su hombro. Mientras otros niños de su edad no quitan el dedo del control de la consola de videojuegos, este pequeño fija su índice en el gatillo del rifle que carga con dificultad.
La comunidad de Ayahualtempa, municipio de José Joaquín de Herrera, en la montaña del estado sureño de Guerrero, fue escenario de imágenes como esta, que dieron la vuelta al mundo en la última semana de enero. 19 niños de entre seis y 15 años fueron mostrados en público portando armas y con el rostro cubierto por paliacates. Son, algunos de ellos, hijos de los 10 músicos asesinados en la vecina población de Alcozacán, municipio de Chilapa, a manos del grupo criminal denominado ‘Los Ardillos’, el pasado 18 de enero.
Esta zona es, desde hace años, azotada por la violencia de las organizaciones que se disputan el control del trasiego de droga en la región, ‘Los Ardillos’ y ‘Los Rojos’.
La matanza de aquellos músicos «obligó», de acuerdo con los integrantes de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), a adiestrar a los menores y dotarlos de armamento para que pudieran, dicen ellos, defenderse de un eventual ataque de grupos armados, pues el Gobierno, tanto el local, como el estatal y el federal, no ha podido garantizarles su seguridad.
Las imágenes del desfile provocaron una cascada de reacciones de distintos sectores, la mayoría de inquietud y rechazo…
López Obrador rechaza las imágenes y la policía comunitaria reclama la inacción del Estado.
En medio de la violencia sistémica que vive México, las reacciones con armas son lo habitual, aunque parezca organizado por el pueblo llano, todo es una espiral imparable contra la vida.
México vive en un estado de guerra permanente, para someter a los más pequeños. Nadie ataja el narco, las bandas, la corrupción policial y política.
En este caldo de cultivo parece que exclusivamente pistolas y fusiles toman la calle, sin reacciones pacíficas y asociadas. ¿A quién interesa tanta reacción violenta? El fomento del odio y del miedo es un arma contra los pobres.