No al nacionalismo de las vacunas

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El inicio de la administración de las primeras dosis de vacunas contra Covid en Occidente no puede olvidar la necesidad de una vacuna justa y gratuita en todo el mundo, especialmente en los países más pobres. Riccardo Noury de Amnistía: sólo el 14% de la población ve el final de la pandemia.

Michele Raviart – Ciudad del Vaticano

«Pido a todos, a los jefes de Estado, a las empresas, a los organismos internacionales, que promuevan la cooperación y no la competencia, y que busquen una solución para todos: vacunas para todos, especialmente para los más vulnerables y necesitados en todas las regiones del Planeta. En primer lugar, los más vulnerables y necesitados». Con estas palabras el Papa Francisco reiteró, durante la bendición Urbi et Orbi el día de Navidad, la importancia de tener vacunas gratuitas disponibles para todos, especialmente en los países más pobres.

67 Países en peligro

En estos días, especialmente en Occidente, estamos celebrando de hecho la llegada de las primeras dosis de la vacuna y el inicio de los planes para administrarlas a las poblaciones. Sin embargo, el riesgo es que 67 de los países más pobres sólo podrán vacunar a una de cada diez personas. La alarma fue dada hace unas semanas por la Alianza para la Vacuna Popular, que reúne a asociaciones y ONG como Amnistía Internacional, Oxfam, Frontline Aids y Global Justice Now.

No al nacionalismo de la vacuna

«Apreciamos mucho las palabras del Papa Francisco», explica en la entrevista Riccardo Noury, portavoz de Amnistía Italia. De hecho, existe la necesidad de «una vacuna popular para todos sin discriminación, porque de lo contrario no podremos salir de la pandemia». Necesitamos un esfuerzo de solidaridad mundial para hacer frente a una crisis sanitaria que es mundial, de lo contrario este «nacionalismo de la vacuna» no conducirá a nada bueno.

El resultado de la carrera por obtener el mayor número posible de dosis de los países más ricos ha llevado, de hecho, a la paradoja de que en algunos países habrá un número de vacunas superior al de la población, con el caso extremo del Canadá, que tendrá cinco veces más. «Las principales vacunas, las que han pasado los diversos ensayos, son casi todas tomadas por los países más ricos», reitera Noury, «y por lo tanto está claro que habrá que probar otras vacunas o -y creo que sería la solución más sabia- que los fabricantes pongan a disposición de los países con menos recursos», «toda su experiencia, investigación científica, información, fórmulas». «Está claro», explica el portavoz, «que si se libera la patente de una vacuna a otro fabricante que pueda producirla para los países en desarrollo, el problema está resuelto».

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