Ocurrió en estos días, todavía con los ecos de la visita del Papa a Lesbos.
Cuatro barcazas, en las que viajaban en pésimas condiciones, más de 400 inmigrantes, en su mayor parte procedentes de Somalia, además de etíopes y eritreos, naufragaron en el Mediterráneo, cuando se dirigían hacia las costas del sur de Italia. Medios árabes indican que habrían partido de Egipto. Según fuentes de Somalia y Etiopía, algunas naves que han acudido a socorrer a los náufragos han logrado salvar a 29 personas.
En otro naufragio ocurrido en estos días en el Canal de Sicilia, la Guardia Costera recuperó seis cadáveres y salvó a 108 personas que viajaban apiñados en una lancha neumática.
¿Hasta cuando habrá que soportar esta situación?
¿A caso sobre nuestras conciencias no pesan suficientes muertos en las aguas y desiertos? ¿Qué hemos de hacer para invertir la política de la U. Europea?
Solo nos queda seguir denunciando este sistema económico, político y cultural que no nos deja ver a los hermanos de frente, con sus vidas, su tragedia llena de violencia y muerte…
Hacemos nuestras las palabras del Papa en Lesbos
“No estáis solos. ¡No perdáis la esperanza!”
La iglesia sale al encuentro del pobre, del inmigrante, del excluido…
Delante de miles de refugiados, confinados en el centro de detención de Moria, el papa Francisco confesó antes de trasladarse al puerto de Mitilene: “Hemos venido para atraer la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria, para implorar una solución”. Flanqueado por el patriarca ortodoxo Bartolomeo y el arzobispo Jerónimo, y bajo la mirada del primer ministro griego, Alexis Tsipras, Jorge Mario Bergoglio añadió: “Todos sabemos por experiencia con qué facilidad algunos ignoran los sufrimientos de los demás o, incluso, llegan a aprovecharse de su vulnerabilidad”