Nueva arma contra los empobrecidos: el Imperialismo ecológico

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A la mentira de la superpoblación, se añade ahora la manipulación de conceptos como «cambio climático». Estas dos construcciones ideológicas se utilizan para dominar, controlar y explotar a los pobres de la tierra

A finales de los años sesenta y principios de los setenta del siglo pasado bajó repentinamente la temperatura de la tierra, creando cierto estado de alarma.


Programas como The Weather Machine (BBC, 1974) advertían de una posible nueva era de hielo y de los sufrimientos que podría padecer la población mundial ante las inclemencias del tiempo. En la portada de Newsweek (1975) podía leerse: la caída de la producción alimentaria podría iniciarse muy pronto, tal vez antes de diez años debido al enfriamiento global del planeta.


Ante la posibilidad de que la tierra se pudiera enfriar hasta límites peligrosos para el hombre, el científico sueco Bert Bolin «descubrió» una sugestiva, aunque confusa relación, entre el clima y los niveles de CO2. Propuso que si los seres humanos generaban más emisiones de CO2 a la atmósfera, podría aumentarse la temperatura global y evitarse una nueva era glacial. Sin embargo, el científico admitía no estar seguro de su teoría y que sólo se trataba de un experimento en proceso.


A finales de los años 70, de nuevo comenzó a subir la temperatura y se produjo la crisis del petróleo de 1973; esto fue aprovechado por el gobierno de Margaret Thatcher que utilizó la «absurda» teoría del calentamiento global para politizar la situación y promocionar otras energías que proporcionasen a Inglaterra una menor dependencia del petróleo de los países árabes.


Thatcher, también deseaba fortalecer militarmente a Gran Bretaña con la energía nuclear. Como por arte de magia, la política inglesa comenzó a insinuar que la teoría del calentamiento global era cierta, que el CO2 podía aumentar la temperatura y ocasionar desórdenes.


Por otra parte con el fracaso del comunismo y la caída del muro de Berlín llevó a que numerosos activistas políticos y pseudo- pacifistas buscasen un nuevo objetivo (life motive) para sus acciones. Hubo un resurgimiento del ecologismo y el «lenguaje verde» que, en muchas ocasiones, sirvió como elemento de transmisión de ideas y postulados que nada tenían que ver con la ciencia ecológica.


La ONU, había establecido en 1988 el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) cuyo papel es el de aconsejar a los responsables de tomar decisiones políticas. Sus informes (o mejor dicho, los resúmenes finales después de pasar por las manos de los políticos) son obras extensamente utilizadas por el público en general; la prensa ha podido ser manipulada «científicamente» para presentar los hechos de esta manera (y no otra) a la población mundial. Tanto es así que hoy resulta difícil creer otra cosa distinta que no sean los «postulados oficiales». Cualquiera que se atreva a hacerlo es tachado, rápidamente, como hereje.


El calentamiento global causado por el hombre ya no es sólo una teoría sobre el clima, es uno de los principios morales y políticos de nuestra era. Sus defensores dicen que el debate ha terminado. No hay dudas. Se acabó. Cualquier crítica, por muy rigurosamente científica que sea, es ilegítima, o peor aún, peligrosa.


En 1974 se elabora en los EEUU el Memorándum 200 sobre Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSSM 200)


En el documento se presentó, de forma detallada, una estrategia de control demográfico en los países empobrecidos con el objeto de controlar sus recursos naturales. Con los años el Memorándum se ha ido convirtiendo en el sostén de una política mundial encaminada a la «eliminación» de los empobrecidos. Para ello, se ha puesto en marcha una maquinaria que implica a organismos internacionales, instituciones financieras, gobiernos, asociaciones filantrópicas, ONG’s… con un único fin: conseguir el control de la situación demográfica mediante la reducción de la población mundial, con un énfasis especial en los países empobrecidos, para preservar la estabilidad política y económica sobre las necesidades de los países desarrollados y, particularmente, los Estados Unidos. 


Es decir, se monta toda la estructura y la maquinaria mundial puesta al servicio de una idea: evitar que las familias pobres tengan hijos, porque la población siempre ha sido un factor de riqueza y por tanto puede suponer un peligro para los que se benefician oprimiendo a los pueblos.


Desde1974, el Memorándum fue llevado a la práctica y ha ido impregnando los sucesivos informes y actuaciones de la ONU y sus organismos relacionados con la salud (OMS), la alimentación (FAO) y la población (UNFPA).


Durante los últimos meses al propósito del control totalitario de los empobrecidos se pretende unir la conservación del planeta, la defensa de la ecología… «Lo verde» lo impregna todo y la intención ahora es «conceder gran importancia al estudio de los problemas ecológicos, pues de ese modo será posible convencer a los países satélites para que se resignen a la austeridad o a la pobreza.» Y para ello la élite político-económica financia y «financiará las investigaciones sobre la reproducción, la fecundidad y la demografía. Las universidades, convertidas en ‘repetidores’, junto con los medios de comunicación, se encargarán de difundir por todo el mundo, dramatizándolas, las tesis maltusianas, tras las que se ocultan los intereses de las clases ricas. El programa de acción será conciso. Se pondrá de relieve la escasez de materias primas y la fragilidad del medio ambiente. Estos datos serán presentados como necesidades determinadas por la naturaleza, y el volumen de la población habrá de calcularse necesariamente de acuerdo con estos datos.»


La Optimun Population Trust (OPT), con sede en el Reino Unido y fundada en 1991, ejerce como lobby de presión realizando campañas para incluir el control de la natalidad como elemento clave en la lucha contra el cambio climático


Las ideas con las que argumentaban se pueden reducir a lo siguiente: menos emisores generan menos emisiones, con lo que se reducen los costos para combatir el cambio climático. Se afirma que la planificación familiar tiene mejor coste efectivo que las tecnologías para disminuir las emisiones de CO2:


Y va más allá. Ha llegado a proponer medidas coercitivas, como la imposición de una ecotasa a las familias numerosas, pues para esta organización, las políticas que parten de considerar la procreación como un acto exclusivo de la vida privada de cada uno son dañinas para el medio ambiente y peculiarmente antisociales.


Se ha celebrado en Kampala (Uganda) en noviembre de 2009 la Conferencia Internacional sobre Planificación Familiar. Ésta ha sido patrocinada por la Fundación Bill y Melinda Gates, organización que lleva ya años financiando las campañas abortistas de UNFPA (Fondo de Población de las Naciones Unidas) y la IPPF (Federación Internacional de Paternidad Planificada). Dicha conferencia ha reunido a políticos, investigadores, profesores y profesionales de la salud de 59 países. Su intención ha sido llamar la atención mundial sobre la necesidad de incluir la «salud reproductiva» y la planificación familiar como primer punto de los programas para el desarrollo.


Y apoyando toda esta estrategia, la ONU ha publicado, también en noviembre, el informe «Estado de la Población Mundial 2009» proponen ofrecer financiación completa de servicios de planificación de la familia y de suministros de anticonceptivos, dentro de un marco de «salud reproductiva»  y asegurar que tener bajos ingresos no obstaculice el acceso a dichos servicios y suministros.


Insistimos, esta es la vieja estrategia totalitaria de control de los empobrecidos camuflada con manchas verdes. De lo que se trata es de resolver el viejo problema de conservar los privilegios de unos cuantos. Es el desarrollo de los países empobrecidos lo que se quiere evitar a toda costa para mantener un sistema económico injusto que deja en la cuneta a la mayoría de la humanidad. Se quiere seguir manteniendo el bienestar a costa de los empobrecidos.


No es correcto considerar el aumento de población como causa del subdesarrollo económico. Los seres humanos, la población, son la única fuente de riqueza, ya que la riqueza la produce el trabajo. Grandes naciones han salido de la miseria gracias  al gran número y a la capacidad de sus habitantes. Al contrario, naciones en un tiempo florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre, y en algún caso de decadencia a causa del bajo índice de natalidad.


Se hace urgente estar alerta ante el nuevo genocidio de este siglo.