Objetivos del Milenio: Acabar con la pobreza, acabando con los pobres

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En el año 2000 la ONU celebra la Cumbre del Milenio con la que quería reforzar su papel internacional. Se estableció en ella un compromiso que venía fraguándose en varias reuniones previas y que se difundió con el nombre de Objetivos del Milenio (ODM). Se formularon 8 objetivos de manera que pudieran cuantificarse sus resultados. Y se marcaron un plazo para cumplirlos: el 2015. ¿Qué ha pasado con todo esto?

En el año 2012, tres años antes de que cubriera ese plazo, en la Cumbre de Río, ya se sabía que no se iban a cumplir. Y desde entonces se ha empezado a preparar la agenda post-2015. Que los hambrientos coman, que desaparezca la miseria (el primero de los objetivos), nunca ha estado verdaderamente en los planes de los que dirigen la ONU. De ser así, de tener voluntad para que se cumpliera por parte de los que los apoyaron, podrían sin lugar a duda haberse cumplido. La directora del Fondo de Alimentación lo dijo claro: con el 1% de los que se ha dado en el rescate a los Bancos en esta crisis provocada por ellos, acabaríamos con todas las situaciones de hambre. Ahora se pondrán todo tipo de justificaciones para que los hambrientos esperen otros 15, 20 o 100 años más. Total, no son los enriquecidos los que mueren.

La prueba de que lo previsto en muchos de esos objetivos no es más que una astuta maniobra de legitimación del (des) orden vigente la tenemos cuando tomamos conciencia de lo que realmente ha pasado con los empobrecidos de la Tierra en estos últimos 15 años. Porque lo que ha pasado tiene mucho que ver con las decisiones de LOS MISMOS ACTORES que se han jactado de apoyar estos objetivos (gobiernos y empresas transnacionales principalmente). Sólo voy a resaltar tres situaciones claramente reconocidas por todos los analistas sin discusión:

  1. La riqueza mundial en estos 15 años se ha concentrado en menos manos. Un 10% de la población mundial (frente al 20% de hace 15 años) posee ahora el 90% de la riqueza (frente al 80% de hace 15 años). Si entonces la criminal injusticia era patente, pues ahora…
  2. La distancia entre enriquecidos y empobrecidos ha crecido. Y ya no es sólo que los enriquecidos lo sean más, es que los empobrecidos también lo son más. Y ello por dos razones que aquí en España ya empezamos a entender también muy bien. En primer lugar, porque están pagando una deuda que no es suya: la deuda que ha provocado el colapso de un sistema financiero internacional basado en la usura y la especulación. Y en segundo lugar, porque trabajar no les permite salarios que cubran su “canasta básica”. El 60% de los adultos (de promedio en el mundo) lo hacen sin ningún contrato, fuera de la “economía formal”, en la economía “negra”. Esto quiere decir sometidos a más explotación y esclavitud que hace 15 años. Más de 1.600 millones de personas reciben menos de 1,5 dólares al día de remuneración. Trabajando.
  3. En este mismo periodo se han recrudecido y han repuntado los conflictos y las guerras y la violencia estructural directa en las grandes urbes de muchos países del mundo (y más del mundo empobrecido). Hasta el punto de tener una cifra record de refugiados empobrecidos: oficialmente 50 millones de personas.

No nos entretenemos más. Los datos que nos ofrecen, todos, tienden a olvidar estas injusticias estructurales, permanentes, en absoluto en retroceso en ninguna parte del mundo.

Cabe preguntarse entonces si estos Objetivos han sido un absoluto fracaso. La respuesta a mi entender es que NO. La ONU ha cumplido con su cometido. Pero no con el que nos han hecho creer, sino con su cometido real, como pilar fundamental del neocapitalismo que es. No olvidemos que es la organización que imponen los vencedores de la 2ª Guerra Mundial, y que nace una vez que los actores económicos han tomado las decisiones pertinentes en relación a sus intereses. Este cometido tiene básicamente dos funciones:

  1. Legitimar y encubrir una situación estructural y permanente de robo y expolio a los empobrecidos de la Tierra. Para ello tienen a una legión de burócratas proponiendo convenios y leyes que siempre están subordinadas a los intereses profundos de los actores más poderosos (ya sean gobiernos con derecho a veto o empresas transnacionales que financian gran parte de sus fondos mediante el invento de la Responsabilidad Social Corporativa). Y a la vez consiguen difundir una visión del mundo y una interpretación del mismo,. Es decir, manipular la opinión pública para hacer aparecer a los “lobos” como “corderos”.
  2. Y, sobre todo, controlar a la población. Y aquí está la madre del cordero. La ONU, con su 5º objetivo, el de salud reproductiva, no ha hecho eficazmente otra cosa que promover y conseguir que el aborto y las esterilizaciones se conviertan en un poderoso instrumento de control poblacional. Sabemos que la mayoría de las decisiones que encubren los Objetivos del Milenio tienen que ver con las conclusiones de sus Conferencias sobre Población. Y sabemos de los grandes y poderosos intereses que muchos lobbys proabortistas impusieron en sus conclusiones.

Cuando en su balance reciente la ONU airea, con ese tono de falsa modestia con el que habla su burocracia, que los niños menores de 5 años que ahora mueren por desnutrición son ahora la mitad que hace 15 años (unos 15 mil al día), lo que no cuentan es que en cada uno de estos 15 años se han abortado de promedio entre 60 y 100 millones de niños anuales. La mayoría entre los empobrecidos. ¡Y se ha esterilizado a un sin número de mujeres fértiles! No hace falta ser muy listo para entender cómo quiere el poder acabar con la pobreza. Siempre ha estado muy claro -aunque ahora todo parezca muy “complejo” y complicado-: ¡Matando a los pobres!

Hay que combatir las causas de todos los salvajes atentados contra la vida humana y su dignidad. Con el hambre y con la miseria no se puede jugar.

El motor de las “estructuras” económicas, políticas, culturales sigue siendo” el afán poder y de lucro”. Solo cuando sea sustituido por la solidaridad, por el afán de justicia y fraternidad, habrá Justicia Norte- Sur.

Infórmate aquí de nuestra Campaña Solidaria.

Autor: Manuel Araus