Ofensiva laicista

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En pocos meses han aparecido varias leyes opuestas a la moral cristiana. A medida que pasa el tiempo, quedan al descubierto las intenciones de algunos políticos de debilitar la presencia de la Iglesia católica, que vive bajo la presión de una ofensiva laicista que pretende recluir la vida religiosa al ámbito de lo privado.

+ Fernando Sebastián
arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela

En pocos meses han aparecido varias leyes opuestas a la moral cristiana. A medida que pasa el tiempo, quedan al descubierto las intenciones de algunos políticos de debilitar la presencia de la Iglesia católica, que vive bajo la presión de una ofensiva laicista que pretende recluir la vida religiosa al ámbito de lo privado.

Con frecuencia, nos enfrentamos con un razonamiento que es una verdadera trampa dialéctica. Lo podemos resumir así: Como nuestra sociedad es religiosamente plural, dado que unos somos religiosos y otros no, eliminemos la religión de la vida pública y procedamos en los asuntos públicos como si nadie fuera religioso. Así no habrá agravios contra nadie. Luego, en su vida privada, que cada uno haga lo que quiera. A primera vista, éste puede parecer un razonamiento comprensivo. En realidad, es una imposición del laicismo. Lo justo es que, si vivimos en una sociedad plural, la Administración pública tenga en cuenta por igual a creyentes y no creyentes. Que, por ejemplo, los padres –tanto los cristianos como los laicistas– puedan educar a sus hijos como les parezca mejor. Está bien que los cristianos no queramos imponer la fe a los que no creen, pero que los no creyentes no impidan a los cristianos educar a sus hijos como les parezca mejor. En una sociedad equilibrada, la religión debe ser reconocida como una actividad respetable.

De nuevo vuelven a aparecer barreras de menosprecio y exclusión, que dan lugar a mucho malestar y pueden degenerar en tensiones y conflictos. No podemos permitir que se reproduzcan entre nosotros aquellas posturas radicales y exclusivistas que predicaban la incompatibilidad entre derechas e izquierdas, entre creyentes y no creyentes, y nos llevaron al desastre de la guerra civil. Por nuestra parte, los católicos queremos ser fermento de convivencia, paz y unidad. Sólo pedimos que se respeten nuestros derechos, como nosotros respetamos los derechos de los demás.