Páginas de la historia. Denuncias de un falso cristianismo.

1549

Os presentamos una reflexión que Frederick Douglas escribió en su libro Vida de un esclavo americano. Es un libro con un gran valor testimonial, publicado en 1845. Lo que más impresionó cuando se publicó la obra es que nadie daba crédito que hubiera podido ser escrito por un ESCLAVO.

Es un texto que denuncia el FALSO CRISTIANISMO, propio también del siglo XXI. Un escándalo para la sociedad y, sobre todo, para la Iglesia. Ya en los años 40, el papa Pío XII, denunció la existencia de un cristianismo sin Cristo y que hoy también muchos cristianos lo viven cuando  hacemos un Dios a nuestra imagen y semejanza. Adaptando  la religión, la Iglesia a nuestras formas de vida acomodadas.

Este falso cristianismo, fue duramente evidenciado por militantes que formaron parte del apostolado obrero militante en Europa y España, como Guillermo Rovirosa. Denunciaron que fue una de las causas que provocaron el ateísmo de la clase obrera, la clase empobrecida en ese momento de la historia.

Frederick Douglas gastó su vida en la militancia contra la injusticia. Desde que logró escapar de la esclavitud, se unió a organizaciones antiesclavistas. Sus amos habían estado matando de hambre su inteligencia: «el periódico se convirtió en mi comida y mi bebida, me incendiaba el alma».

El lema de su periódico The Norht Star era «El derecho no tiene sexo, la verdad no tiene color, Dios es el padre de todos nosotros y nosotros somos todos hermanos».

Así denuncia el falso cristianismo:

«…los que no conocen mis ideas religiosas pueden suponerme un adversario de toda religión. Para evitar el peligro de ese malentendido, considero oportuno añadir la breve explicación que sigue. Lo que he dicho sobre y contra la religión, pretendo exclusivamente que se aplique a la religión esclavista de este país, sin ninguna referencia posible al verdadero cristianismo; porque entre el cristianismo de este país y el cristianismo de Cristo, hay para mí la más amplia diferencia posible… tan amplia que para considerar el uno bueno, puro y santo es imprescindible rechazar el otro como malo, corrupto y diabólico. Ser amigo de uno es necesariamente ser enemigo del otro. Yo amo el cristianismo puro, pacífico e imparcial de Cristo; y odio en consecuencia el cristianismo corrupto, esclavista, azota mujeres, expolia cunas, parcial e hipócrita de este país. En realidad no puedo ver ninguna razón, salvo la más engañosa, para llamar cristianismo a la religión de este país. Lo considero el colmo de la tergiversación, la estafa más descarada y la más grosera de todas las calumnias. Nunca hubo un caso más claro de «robar las vestiduras de la corte del cielo para servir con ellas al demonio». Me invade una aversión indescriptible cuando contemplo la pompa y la ostentación religiosas, unidas a las horribles contradicciones que me rodean por todas partes. Tenemos ladrones de hombres por ministros, flageladores de mujeres por misioneros y expoliadores de cunas por miembros de la Iglesia. El hombre que blande el látigo de cuero cubierto de sangre durante la semana ocupa el púlpito el domingo y dice ser un ministro del manso y humilde Jesús. El hombre que me roba mi salario al final de cada semana se encuentra conmigo como jefe de clase la mañana del domingo para mostrarme el camino de la vida y el sendero de la salvación. El que vende a mi hermana, con finalidades de prostitución, se presenta como el piadoso defensor de la pureza. El que proclama que es un deber religioso leer la Biblia me niega el derecho de aprender a leer el nombre del Dios que me creó. El que es religioso defensor del matrimonio priva a millones de su sagrado influjo y les entrega a los estragos de una corrupción generalizada. El ardiente defensor de la santidad de la relación familiar es el mismo que dispersa familias enteras, separando a la esposa del esposo, al padre del hijo, a la hermana del hermano, dejando la cabaña vacía y el hogar desolado. Vemos al ladrón predicando contra el robo y al adúltero contra el adulterio… La campana del subastador de esclavos y la de ir a la iglesia suenan en armonía, y los llantos amargos del esclavo abatido los ahogan los religiosos gritos de su piadoso amo. Las reuniones evangelistas y las subastas del comercio de esclavos van de la mano. La prisión del esclavo y la iglesia se alzan muy próximas. El tintineo de los grilletes y el repiqueteo de las cadenas de la cárcel y el salmo piadoso y la oración solemne de la iglesia se pueden oír a la vez. Los que trafican con cuerpos y almas de hombres alzan su puesto ante el púlpito y se ayudan mutuamente. El traficante da su oro manchado de sangre para sostener el púlpito, y el púlpito, a cambio, cubre su negocio infernal con el ropaje del cristianismo. He aquí la religión y el latrocinio como aliados mutuos, demonios vestidos con ropajes de ángeles y el infierno ofrecido como si fuese el paraíso…

El cristianismo de Estados Unidos es un cristianismo de cuyos devotos puede en verdad decirse, como de los escribas y fariseos…¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois semejantes a los  sepulcros blanqueados, de hermosa apariencia por fuera, pero por dentro llenos de huesos  de  muertos y de toda podredumbre! Así también vosotros parecéis justos a los hombres por fuera, pero estáis por dentro llenos de hipocresía y de iniquidad».

Aunque es un cuadro sombrío y terrible, yo sostengo que es rigurosamente cierto respecto a la mayoría abrumadora de cristianos profesos en Estados Unidos… Cumplen con rigor farisaico con las formas externas de    la religión y desdeñan al mismo tiempo las cuestiones de mayor peso de la Ley, la justicia, la misericordia y la fidelidad. Siempre están dispuestos a sacrificar, pero pocas veces a mostrar misericordia. De ellos es de los que se dice que proclaman amar al Dios al que no han visto, mientras odian a su hermano al que han visto…

Tal es, muy brevemente, mi opinión sobre la religión de este país; y para evitar cualquier malentendido, debido al uso de términos generales, entiendo por religión de este país la que se manifiesta en las palabras, los hechos y las actuaciones de esas instituciones, del Norte y del Sur, que se llaman a sí mismas iglesias cristianas y que están, sin embargo, unidas a los propietarios de esclavos. Es contra esta religión, tal como la presentan dichas instituciones, contra la que he considerado mi deber testificar.

Concluyo estos comentarios copiando el siguiente retrato de la religión del Sur (que es por comunión y hermandad la religión del Norte), que afirmo sobriamente que es «reflejo de la vida», y sin caricatura ni la más leve exageración.

UNA PARODIA

Venid, santos y pecadores, oídme contar cómo piadosos sacerdotes azotan a Nell y a Jack, y compran mujeres y venden niños, y predican que los pecadores al infierno irán, y cantan la unión celestial. Balan y gimen y berrean como cabras, se tragan una oveja negra y cuelan las motas, se cubren con negras chaquetas delicadas, luego agarran a sus negros por el cuello, y los ahogan, por la unión celestial.

Te imponen penitencia si tomas un trago, y te condenan si robas un cordero; pero privan al bueno de Tony y a Doll y a Sam de derechos humanos y de jamón y pan del raptor es la unión celestial.

Hablan a voces del premio de Cristo y al que es su imagen le ponen un dogal, y reprenden y blanden el látigo brutal, y venden a su hermano en el Señor para una encadenada unión celestial.

Leen y cantan un canto sagrado, y rezan una larga y sonora oración, y enseñan el bien y practican el mal, saludando al tropel de hermanos y de hermanas con palabras de unión celestial.

Nos asombra que puedan cantar, o alabar al Señor en la iglesia, unos santos que gritan, flagelan y humillan y que a sus esclavos y a Mamón se aferran, en una culpable unión de conciencias.

Cultivan tabaco, maíz y centeno, y explotan y roban y engañan y mienten, y en el cielo amontonan tesoros, blandiendo la vara y el látigo, esperando la unión celestial.

Le parten el cráneo al buen Tony, y predican y mugen cual toro de Basán, o burro que rebuzna, llenos de maldad, y al bueno de Jacob agarran por los pelos, y tiran de él por la unión celestial.

Un pulcro roba hombres que chillaba y gritaba, que se alimentaba de carnero, de buey, de ternera; pero que nunca se dignó ayudar a los pobres negros hijos del dolor, estaba henchido de unión celestial.

«No ames el mundo», dijo el predicador, y movió la cabeza y un ojo guiñó; y se apoderó de Tom y de Nick y de Ned  y les racionó la carne y la ropa y el pan pero amaba mucho la unión celestial.

Otro predicador hablaba quejumbroso de Uno que se afligía por todo pecador: y ató a la vieja Nany a un roble; e hizo saltar a cada golpe sangre, y rezaba por la unión celestial.

Abrían otros dos las quijadas de hierro, y movían las zarpas ladronas de niños; asentaban en bagatelas a los niños suyos; y azotando espaldas y vientres de negros mantenían la unión celestial.

A Jack todo lo bueno otro se lo arrebata, y agasaja a sus casquivanas y a sus libertinos, que van atildados como tersas serpientes, y se llenan la boca de pan endulzado; y en esto consiste la unión.

Esperando adelantar el día gozoso de la liberación de mis millones de hermanos encadenados, confiando fielmente en el poder de la verdad, del amor y la justicia para el éxito de mis humildes esfuerzos, y comprometiéndome de nuevo yo mismo con la causa sagrada, yo mismo firmo,

FREDERICK DOUGLASS.

Lynn, Mass., 28 de abril de 1845.

Vida de un esclavo americano. Apéndice. Frederick Douglass