En las últimas elecciones generales de marzo del 2008, el presidente Zapatero, y candidato socialista, prometió públicamente la creación de dos millones de puestos de trabajo, la reducción de la tasa de desempleo hasta el 7% y una reducción de la temporalidad hasta el 25%. En definitiva el pleno empleo en España
Llevamos un año con un progresivo aumento del paro. Hoy las cifras son de más de cuatro millones de desempleados, cerca de un 18% de la población activa. El paro aumenta en todos los sectores con el siguiente orden: los servicios, seguido de la construcción, la industria, la agricultura y el colectivo sin empleo anterior. Sube el paro y baja la cotización. La Seguridad Social pierde afiliados. Los gastos provocados por las prestaciones por desempleo se disparan. Las colas en las oficinas de empleo doblan las esquinas y por ellas desfilan peones, albañiles y mecánicos, pero también titulados universitarios.
El colectivo de trabajadores autónomos a quienes hace dos años se les prometió sacarles de su deprimido régimen está siendo uno de los más golpeados por la actual crisis.
La respuesta del gobierno ante esta situación es inequívoca: apoyo a la banca y a un sistema financiero que ha generado la crisis, y palabras huecas a los que sufren en sus carnes esa crisis. En este sentido se anuncia con bombo y platillo la famosa ayuda de los 420 euros a los parados de larga duración y cuando se llega a la ventanilla del INEM la cosa no es como se ha publicitado. Además el parado no busca subvención, busca trabajo digno. Mientras que a los autónomos la ayuda es para que consigan la percepción por desempleo pero no para que puedan seguir con su negocio.
No se puede apoyar a una estructura financiera que genera la muerte de los más débiles y el olvido de los pobres. No se puede interpretar la crisis como un reajuste del sistema que hay que mantener. En medio hay personas que sufren en su carne la situación. El paro provoca hoy nuevas formas de irrelevancia económica, y la actual crisis sólo puede empeorar dicha situación. Estar sin trabajo durante mucho tiempo, o la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales, con graves daños en el plano psicológico y espiritual.
El papa Benedicto XVI, en la encíclica Caritas in veritate, nos recuerda a todos y especialmente a los empresarios y gobernantes «que el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad: Pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social «. El cristiano debe denunciar la injusticia y el engaño. El cristiano es un testigo y agente de la justicia. Todo ser humano, el que trabaja y el que se encuentra en paro, tiene derechos que se han de defender legalmente y cumplir generosamente.
Como cristianos estamos llamados a ser artífices de justicia y de verdadera libertad a la vez que forjadores de caridad social. Tenemos la responsabilidad de crear una forma de vida que plantee una economía humana. No con palabras vacías de contenido y buenas intenciones sino experimentando en concreto la realidad de la solidaridad.
No se pueden plantear parches a un sistema económico que genera hambre y paro a cuatro quintas partes de la humanidad. La causa de la situación actual es la falta de solidaridad entre los hombres, en definitiva un egoísmo que en el plano económico se concreta en el robo al más débil. Las políticas que se llevan a cabo deben generar la conciencia de que todos formamos parte de una gran familia que es la humanidad entera.
El trabajo no es sólo una mera necesidad, sino que ha de ser visto como una verdadera vocación, un llamamiento de Dios a construir un mundo nuevo en el que habiten la justicia y la fraternidad, anticipo del Reino de Dios, en el que no habrá ya ni carencias, ni limitaciones.