En su mensaje para la Jornada Mundial de la Alimentación 2004 . Juan Pablo II considera que la lucha contra el hambre en estos momentos requiere replantear el esquema seguido hasta ahora, buscando «un desarrollo no sólo sostenible, sino también y sobre todo solidario».
Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Alimentación 2004
Dirigido al director general de la FAO
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 15 octubre 2004 (ZENIT.org).- Publicamos el Mensaje que Juan Pablo II ha dirigido al señor Jacques Diouf, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con motivo de la Jornada Mundial de la Alimentación 2004.
Al Señor JACQUES DIOUF
Director General de la Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO)
La celebración, en el día de hoy, de la Jornada Mundial de la Alimentación es una buena ocasión para renovar mi aprecio por la actividad que lleva a cabo la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, cuyo esfuerzo para combatir la pobreza en el mundo rural es bien conocido, sobre todo favoreciendo el desarrollo de aquellos que en ese ambiente realizan su cotidiano y a menudo duro trabajo.
El tema de esta Jornada: «La biodiversidad al servicio de la seguridad alimentaria», señala un medio concreto para la lucha contra el hambre y la desnutrición de tantos hermanos y hermanas nuestros. En efecto, para alcanzar el objetivo de una adecuada seguridad alimentaria es necesaria una correcta gestión de la diversidad biológica para poder garantizar las distintas especies animales y vegetales. Se trata de un esfuerzo que requiere una consideración de carácter ético y no solamente técnico y científico, aunque estos últimos sean indispensables, de modo que se pueda asegurar la pervivencia de tales recursos y su uso de acuerdo con las exigencias concretas de la población mundial.
2. Por desgracia hay todavía muchos obstáculos que se oponen a la acción internacional encaminada a tutelar la biodiversidad. A pesar de la existencia de reglas cada vez más adecuadas, otros intereses parecen obstaculizar el justo equilibrio entre la soberanía de los Estados sobre los recursos presentes en su territorio y la capacidad de las personas y de las comunidades para preservar o gestionar tales recursos en función de las necesidades reales. Es preciso, pues, que entre las bases de la cooperación internacional se reafirme el principio de que la soberanía sobre los recursos genéticos presentes en los diversos ecosistemas no puede ser exclusiva ni convertirse en causa de conflictos, sino que se ha de ejercer según las reglas naturales de humanidad que rigen la convivencia entre los diversos pueblos que forman la familia humana.
Son estas bases ideales las que orientan la acción de la FAO y han permitido, entre otras cosas, promover las normas del Tratado sobre los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura, instrumento válido para lograr sus efectos tan esperados. Éste tutela también los derechos de los agricultores, garantizando su participación en los procesos de decisión y animándolos a preocuparse especialmente no sólo por la cantidad de alimentos, sino también por su calidad.
En este contexto, es preciso recordar, en particular, a las comunidades y los pueblos indígenas, cuyo vasto patrimonio de cultura y de conocimientos ligados a la biodiversidad corre el riesgo de desaparecer por la ausencia de una tutela adecuada. En efecto, se percibe el peligro real de una explotación abusiva de sus tierras y la destrucción de su hábitat tradicional, como también la no protección de su propiedad intelectual, cuya importancia se reconoce para la salvaguardia de la biodiversidad.
3. Desde muchas partes se subraya la urgencia de replantear el esquema seguido hasta ahora para tutelar los inmensos e insustituibles recursos del planeta, procurando un desarrollo no sólo sostenible, sino también y sobre todo solidario. La solidaridad, entendida correctamente como modelo de unidad capaz de inspirar la acción de los individuos, de los gobiernos, de los organismos e instituciones internacionales y de todos los miembros de la sociedad civil, trabaja por un justo crecimiento de los pueblos y de las naciones, y tiene como objetivo el bien de todos y de cada uno (cf. Enc. «Sollicituo rei socialis», 40). Esta solidaridad, pues, superando también actitudes egoístas en relación con el orden de la creación y sus frutos, tutela los diferentes ecosistemas y sus recursos, a las personas que viven en ellos y sus derechos fundamentales a nivel individual y comunitario. Bien fundamentada en esta referencia a la persona humana, a su naturaleza y a sus exigencias, la solidaridad es capaz de consolidar proyectos, normas, estrategias y acciones plenamente sostenibles.
Un desarrollo solidario puede ofrecer también respuestas a los objetivos de la sostenibilidad, teniendo presente no sólo una simple defensa del ambiente o una referencia abstracta a las necesidades de las generaciones futuras, sino más bien las exigencias de la justicia, de la equitativa distribución de los recursos y de la obligación de cooperar. Son exigencias esencialmente humanas hacia las cuales la Iglesia católica está siempre atenta para apoyarlas y favorecer su puesta en practica de modo correcto y completo.
El mandato del Creador dirigido a la humanidad para que domine la tierra y use de sus frutos (Cf. Génesis 1, 28), considerado a la luz de la virtud de la solidaridad, conlleva el respeto por el proyecto de la creación misma, mediante una acción humana que no suponga desafíos al orden de la naturaleza y sus leyes con tal de alcanzar siempre nuevos horizontes, sino que al contrario preserve los recursos garantizando su continuidad y también su uso por parte de las generaciones sucesivas.
4. Son estas algunas reflexiones que deseo ofrecer a cuantos en cualquier parte del mundo celebran la Jornada de la Alimentación y a todos aquellos que, con diferentes cometidos y responsabilidades, trabajan para contribuir a liberar la humanidad del azote del hambre y de la desnutrición. Es de esperar que la celebración de hoy ayude a favorecer, a nivel global y local, el progreso de un renovado «compartir» los frutos de la tierra.
Sobre Usted, Señor Director General, y sobre cuantos con empeño y entrega colaboran en llevar a cabo los fines de la FAO, invoco abundantes bendiciones del Altísimo.
Vaticano, 15 de octubre de 2004.
EN LAS DECLARACIONES DE JUAN PABLO II SE CONCLUYE QUE LA LUCHA POR LA JUSTICIA Y LA SOLIDARIDAD CON LOS HAMBRIENTOS Y EMPOBRECIDOS EXIGE ESTAR FRENTE AL IMPERIALISMO
Fuente: Solidaridad.net
Asistimos a un creciente combate hacia las posturas de la Iglesia por parte de lo que hemos entendido tradicionalmente como los partidos de derechas o conservadores. La razón es evidente a medida que la izquierda europea ha ido perdiendo su papel de defensa de los pobres, la iglesia se alza como la voz de los empobrecidos. Hoy nos encontramos con afirmaciones de portavoces del neocapitalismo como estas: «nos adherimos a la Doctrina Social de la Iglesia salvo en el discurso económico que contiene». Es especialmente llamativo el tratamiento de las opiniones de Juan Pablo II, el primer Papa obrero de la historia. Los grandes portavoces del neocapitalismo americano acusaron en titulares al Papa de mantener «posturas socializantes»; de escribir » estadísticas alteradas, análisis superficiales, hechos anecdóticos, proyectos utópicos, manipulación y propaganda»; de hacer en la Sollicitudo rei socialis un «indigente galimatias con 40 años de retroceso y repleta de clichés, mamarrachada de brujeria tercermundista y antidemocrática», de hacer en Laborem Exercens «propaganda soviética grosera»; de tener una «mente oscurecida por los viajes a las favelas sin haber tenido la ocasión de conversar con jefes de multinacionales y la industria moderna», y , en definitiva, de estar «carente de asesores» y ser «presa de supersticiones» y » continuador de argumentos leninistas»
Desde posiciones políticas de derechas y de izquierdas se empeñan en desprestigiar su mensaje señalando que la solidaridad-limosna es lo esencial del mensaje de Juan Pablo II y no dicen una palabra de sus condenas al Imperialismo, del que el Pontífice habla en 14 ocasiones solamente en la encíclica «Sollicitudo Rei Socialis». Plantearse solidaridad sin plantearse el desmontaje del imperialismo es, cuando menos, un pecado de ignorancia. Sin plantearse el cambio de las estructuras imperialistas que someten el mundo, a las que también Juan Pablo II llama «estructuras de pecado» no se puede ser fiel al mensaje de la Iglesia. Parece evidente que el imperialismo no podrá asumir Iberoamérica sin romper su unidad de Fe católica y, mucho menos, después de la doctrina frente al imperialismo sostenida por Juan Pablo II, aunque silenciada por la mayoría de los cristianos. Ante un fenómeno social importante, debemos pensar con el adagio policial «mira quien se beneficia de esto y estarás en la pista de quien lo provoca». Aquí esta la importancia de las sectas para los poderosos de nuestra sociedad. «Divide y vencerás» dicen hoy los conglomerados transnacionales siguiendo la estratagema napoleónica. Es la forma de frenar a la Iglesia comprometida en la liberación de los pobres.
Desde la derecha la Doctrina Social de la Iglesia siempre resultó molesta. El escritor José María Gironella, en su libro «100 españoles y Dios» publicado en 1994, preguntaba:
¿Qué opinión la merece a usted la personalidad de Juan Pablo II? Se afirma que su gestión es polémica y contradictoria, avanzada en lo social, retrógrada en el campo moralista y doctrinal…»
El periodista y liberal Federico Jiménez Losantos y colaborador de la cadena religiosa de radio COPE respondía así a la pregunta sobre el Papa:
«No comparto, sin embargo, la valoración que suele hacerse de sus posiciones políticas. En lo social me parece profundamente retrógrado, porque todo socialismo me lo parece y creo que Karol Wojtyla está profundamente impregnado de colectivismo, aunque bajo formas socialdemócratas a socíalcristianas y no comunistas. Esa idea profundamente conservadora y antíliberal de la economía es la que se advierte en movimientos que tanto han marcado al Papa como el de Solidaridad (Solidarnosc) y que parten del sindicalismo cristiano de los años veinte y treinta en la Europa occidental. Sin embargo, su lucha contra el comunismo ha sido tan clara y valerosa en los años decisivos que creo que ningún liberal puede dejar de verlo como un compañero de trinchera.»
ALGUNAS DE LAS DECLARACIONES DE JUAN PABLO II IGNORADAS POR LA PRENSA
«No estamos abandonados a nosotros mismos» «Llamado a imitar la voluntad divina, el cristiano ha de preocuparse de los hambrientos, los presos, los extranjeros, los pobres o los enfermos, viendo en ellos a Cristo mismo. Sobre eso se nos juzgará en última instancia, como dice el Evangelio.»
Juan Pablo II
Juan Pablo II nos hablará de un mundo imperialista que se identifica con estructuras perversas y cultura de muerte, donde los pueblos del Sur juzgarán a los pueblos del Norte. El Papa juzga esta situación de asesinato entre hermanos:
«¿Cómo juzgará la Historia a una generación que cuenta con todos los medios necesarios para alimentar a la población del planeta y que rechaza el hacerlo por una ceguera fratricida ?…
¡ Que desierto sería un mundo en el que la miseria no encontrara las respuesta de un amor que da la vida!
En su encíclica Evangelium Vitae afirma:
«Una auténtica y verdadera estructura de pecado caracterizada por la difusión de una cultura contraria a la solidaridad que en muchos casos se configura como una auténtica cultura de muerte. Esta estructura esta activamente promovida por fuertes corrientes culturales, económicas y políticas portadoras de una concepción de la sociedad basada en la eficacia: Mirando las cosas desde este punto de vista se puede hablar de una auténtica guerra de los fuertes contra los débiles.» (E.V., 12)
«Hoy las amenazas contra la vida no disminuyen sino que adquieren dimensiones enormes […]. Se trata de amenazas programadas de manera científica y sistemática […], de ataques masivos contra la vida, de una serie de ataques contra la vida, de una serie de ataques interminables, de guerras y de una destrucción de vidas humanas inocentes […]. Estamos en realidad ante una objetiva «conjura contra la vida» en la que están implicadas instituciones internacionales […]. No se puede negar que los medios de comunicación son con frecuencia cómplices de esta conjura.» (E.V. ,17)
«Es doloroso constatar que la Tierra y su banquete esta en manos de una minoría», (Juan Pablo II, Mensaje de Cuaresma de 1992. )
» Si él (Jesucristo) está hablando de la plena dimensión global de la injusticia y del mal. Está hablando de lo que hoy estamos acostumbrados a llamar el contraste Norte-Sur. El Norte cada vez más rico y el Sur cada vez más pobre… A la luz de las palabras de Cristo este Sur pobre juzgará al Norte rico. Y los pueblos pobres y las naciones pobres – pobres bajo diversas formas -, no sólo por falta de alimentos, sino también por falta de libertad y de otros derechos humanos, juzgarán a aquellos pueblos que los privan de estos bienes arrogándose el monopolio imperialista de la economía y de la supremacía política e expensas de los demás.»( Juan Pablo II en Canada)
«La obligación de empeñarse por el desarrollo de los pueblos no es un deber solamnete individual, ni mucho menos individualista, como si se pudiera conseguir con los esfuerzos de cada uno. Es un imperativo para todos y cada uno de los hombres y mujeres, para las sociedades y las naciones, en particular para la Iglesia Católica y para las otras iglesias y comunidades eclesiales.»
«Nuestra vida cotidiana, así como nuestras decisiones en el campo político y económico, deben estar marcadas por estas realidades… Esta preocupación acuciante por los pobres debe traducirse, a todos los niveles, en acciones concretas hasta alcanzar decididamente algunas reformas necesarias… A este respecto, deseo recordar particularmente: la reforma del sistema monetario y financiero internacional…; la cuestión de los intercambios de tecnología y de su uso adecuado; la necesidad de una revisión de la estructura de las organizaciones internacionales existentes en el marco de un orden jurídico internacional.»
En una entrevista realizada por Yas Gawronsky a Juan Pablo II, en noviembre de 1992, le hacía la siguiente pregunta: ¿De que forma su ser Papa ha estado influido por el hecho de ser polaco?, Juan Pablo II contestaba:
» Como he vivido en un país que ha tenido que luchar tanto por su libertad, en un país expuesto a las agresiones y a los condicionamientos por parte de los países vecinos, esto me ha ayudado a adquirir una comprensión muy profunda de los países del Tercer Mundo, de su tipo de dependencia, sobre todo económica. He hablado con los líderes africanos sobre esto muchas veces. he comprendido lo que es la explotación y me he puesto inmediatamente del lado de los pobres, de los desheredados, de los oprimidos, de los marginados y de los indefensos.
Los poderosos de este mundo no siempre tienen una buena opinión de un Papa así. A veces le miran mal, incluso cuando trata de cuestiones relativas a los principios morales. Piden vía libre, por ejemplo, para el aborto, para la anticoncepción, para el divorcio. Y esto es algo que el Papa no puede hacer, porque la misión que le ha confiado Dios es la defender a la persona humana, su dignidad y sus derechos fundamentales.»
Se lo pregunto con gran humildad, Santo Padre, dice Gawronsky, pero cuando le oigo hablar de esta forma no logro entender, no puedo evitar pensar que usted está más en contra del capitalismo que del comunismo. ¿Es esto lo que quiere dar a entender?
«Repito lo que he dicho hasta ahora, y que está resumido en un verso de un poeta polaco, Mickiewicz: «No castigar a una espada ciega, sino a la mano»; es decir, hay que remontarse a la causa de los fenómenos que vivimos. Y en mi opinión, en el origen de numerosos y graves problemas sociales y humanos que atormentan en la actualidad a Europa y al mundo se encuentra también las manifestaciones degeneradas del capitalismo»
En la misma entrevista dirá que lamenta que «los protagonistas del capitalismo a ultranza tienden a desconocer las cosas buenas del comunismo: la lucha contra el desempleo, la preocupación por los pobres, y lo social».