Paz en la Tierra. La guerra es siempre una derrota para la humanidad

1898

Otra guerra más que se añade a otras guerras y conflictos alrededor del mundo. Quizás estemos en una Tercera Guerra Mundial, luchada fragmentadamente, con crímenes, masacres, destrucciones. Todas ellas motivadas por la ambición de poder, por la avaricia y el egoísmo. La guerra es una auténtica locura, el pueblo que la padece suplica PAZ: Irak, Siria, Gaza, Yemen, Etiopía, partes de África, de Iberoamérica y Asia… Los continuos golpes de estado y otras guerras que son silenciosas e indiferentes para los que no las perecemos: guerra del hambre, de la esclavitud infantil, de los miles de injusticias que padece la humanidad. ¡DEBERÍAMOS DE DEJAR DE MIRAR HACIA OTRO LADO!

Después de los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, pensamos que la barbarie de la humanidad había tocado fondo y creímos que lo que debería primar era ante todo la PAZ entre los seres humanos.

¿Por qué no empezamos a caminar, de una vez por todas, DEFENDIENDO LA VIDA? Es más necesario que nunca el grito de ¡NO MATARÁS! (firmado: Dios).

Las personas que están en cada conflicto: hombres, mujeres, niños, ancianos, padres, madres… las verdaderas víctimas que pagan con su propia piel la locura de la guerra son hermanos y hermanas nuestros. Esto nos debe desgarrar el corazón.

Como súplica y oración, el Papa Francisco grita con su corazón roto de dolor: ¡Callen las armas! “Quien hace la guerra olvida a la humanidad. No parte de la gente. No mira la vida concreta de las personas. Pone por delante los intereses de poder. Se confía en la lógica perversa de las armas, que es lo más lejano de la voluntad de Dios, que quiere la paz”… “Repito, que callen las armas. Dios está con los que obran por la paz, no con los que usan la violencia. Quien ama la paz repudia la guerra, como instrumento de ofensa a la libertad de los otros y para resolver las controversias internacionales.”

 

Queremos dejaros algunos textos, pensamientos que hemos ido publicando para que nos hagan pensar, meditar, reflexionar y comprometernos, por crear una cultura de la PAZ, que es lo mismo que decir: Cultura de la Vida.

“La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan…”. Erich Hartmann (uno de los mejores pilotos de la IIª Guerra mundial)

“Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz; la gente educa para la competencia y este es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz”. (María Montessori)

«Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar: Yo mato para robar.

Las guerras siempre invocan nobles motivos, matan en nombre de la paz, en nombre de dios, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en nombre de la democracia, y si por las dudas, si tanta mentira no alcanzara, ahí están los grandes medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y un inmenso matadero.

En Rey Lear, Shakespeare había escrito que en este mundo los locos conducen a los ciegos y cuatro siglos después, los amos del mundo son locos enamorados de la muerte que han convertido al mundo en un lugar donde cada minuto mueren de hambre o de enfermedad curable 10 niños y cada minuto se gastan 3 millones de dólares, tres millones de dólares por minuto en la industria militar que es una fábrica de muerte.

Las armas exigen guerras y las guerras exigen armas, y los cinco países que manejan las Naciones Unidas, los que tienen derecho de veto en las Naciones Unidas resultan ser también los cinco principales productores de armas.

Uno se pregunta ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo la paz del mundo estará en manos de los que hacen el negocio de la guerra?

¿Hasta cuándo seguiremos creyendo que hemos nacido para el exterminio mutuo y que el exterminio mutuo es nuestro destino?

¿Hasta cuándo?»

Eduardo Galeano

Tres mil mujeres de toda Colombia recorrieron distancias de hasta 1.200 kilómetros hasta llegar al Putumayo, al sur del país, en una gigantesca manifestación femenina contra la guerra. Es una movilización que se repite cada año con un mismo mensaje: «ni un hijo, ni un peso, ni un día más para la guerra». Un ejemplo, digno de recordar el día mundial de la mujer trabajadora. Una ejemplar acción solidaria frente a la cultura de muerte que sufren… (La marcha de las tres mil mujeres)

Mientras la guerra de Libia arrasaba por todo el país, los soldados de ambos frentes del conflicto saqueaban y quemaban pueblos, violaban a las mujeres y reclutaban a chicos jóvenes para luchar. Miles de personas huyeron de sus casas y llegaron a Monrovia, la capital de Liberia, donde vivían en campamentos de refugiados sin demasiada comida ni agua potable.

Como reacción al conflicto, la trabajadora social Leymah Gbowee decidió unir a las mujeres de su iglesia para manifestarse juntas contra la guerra. (Gbowee ganó el Premio Nobel de la Paz en 2011). Al principio, apelando a la iglesia luterana en la que participaba, Gbowee reclutó a varios centenares de mujeres cristianas para rezar por la paz. En una de sus reuniones en marzo de 2003, una musulmana, Asatu Bah Kenneth habló ante la multitud y anunció que traería a las mujeres musulmanas para que se unieran a las mujeres cristianas en la tarea de exigir la paz al presidente y a los señores de la guerra.

El 1 de abril, el grupo unido de mujeres cristianas y musulmanas montó su primera manifestación. Usando la radio para difundir su discurso, Gbowee y Janet Johnson Bryant, una periodista, animaron a las mujeres de Monrovia a expresarse en favor de la paz. Al oír el anuncio por la radio, muchas mujeres desplazadas se unieron a la campaña. Las mujeres, vestidas de blanco, se reunían en el mercado de pescado cada día durante una semana. Se sentaban, bailaban y cantaban por la paz. Algunas llevaban pancartas que decían «Las mujeres de Liberia quieren la paz ahora».

Hermoso documento en donde se deja traslucir la verdadera identidad y vocación de la mujer: portadora de vida, jamás agente de muerte.

“En 1870 mujeres españolas se oponen a la guerra. Ya entonces clamaban: “No, mil veces no. La mujer en la naturaleza no es agente de muerte, sino de vida”. Hermanas todas, opongámonos a la GUERRA, protestemos por todas partes y sin desperdiciar medio, no consintamos en ser cómplices de esa OBRA DE LOS REYES. Evitemos con todas nuestras fuerzas esa guerra de hoy que no es sino la DESHONRA DE NUESTRO SIGLO. Las mujeres somos, en conjunto, la madre de la sociedad. ¿Cómo hemos de consentir que nuestros hijos se maten? ¿Hemos de mirar impasiblemente el fratricidio?
…hoy las mujeres debemos volver por nuestra dignidad, debemos obrar según quienes somos, debemos obrar como hijas, como esposas, como madres; debemos mantener la paz sobre la tierra, y debemos reconocer quiénes son los déspotas que a la humanidad asesinan, y lejos de ser cómplices de su siniestro y monstruoso intento, debemos obtener reducirles a la impotencia, haciendo que nuestros hijos les dejen aislados y por consiguiente destruidos.”

Fueron muchas las cartas que los soldados escribieron a sus familias narrando los hechos de esa Navidad en las trincheras, muchos publicados en periódicos, como era costumbre en esa época. Destaca en particular una encontrada y transcrita por Marion Robson. Es una carta del Private Frederick W. Heath que narra la tregua de principio a fin. Aquí la tenemos:

 “Todavía mirando y soñando, mis ojos descubrieron una bengala en la oscuridad. Una luz en las trincheras enemigas era tan rara a esas horas que propagué el mensaje por el frente. Apenas había hablado cuando resplandor tras resplandor se alzaba en el frente alemán.

Con el oído aguzado, escuché, y entonces, por todo el frente de trincheras, vino a nuestros oídos un saludo único en la guerra: “¡Soldado inglés, soldado inglés, feliz Navidad, feliz Navidad!”

“Después de ese saludo estalló la invitación de esas voces discordantes: “Sal, soldado inglés, ven aquí con nosotros.” “… de un lado a otro de nuestro frente uno oía a hombres respondiendo a ese saludo de Navidad del enemigo. ¿Cómo podíamos resistir desearnos los unos a los otros una feliz Navidad, aunque volviéramos a estar como el perro y el gato inmediatamente después?”.  “…No hubo ningún disparo…”.

“Llegó el amanecer, dibujando el cielo de gris y rosa. Bajo la luz de madrugada, descubrimos a nuestros enemigos moviéndose imprudentemente sobre sus trincheras. Eran valientes, no buscando el resguardo del refugio…” ”¿Pero disparamos? ¡Desde luego que no! Nos levantamos nosotros y gritamos bendiciones a los alemanes. Entonces vino la invitación de salir de las trincheras y de encontrarnos a mitad de camino”.

… Saltando el parapeto, unos pocos de los nuestros avanzaron para encontrarse con los alemanes que avanzaban. Sacaron las manos y se estrecharon en el apretón de la amistad. La Navidad había hecho amigos de los más empedernidos enemigos”.

“Aquí no había deseo de matar, sólo el deseo de unos pocos soldados sencillos (y nadie es tan sencillo como un soldado) que el Día de la Navidad, por lo menos, hubiera un alto al fuego. Nos dimos cigarrillos e intercambiamos toda clase de cosas. Escribimos nuestros nombres y nuestras direcciones en tarjetas del servicio militar, y las cambiamos por tarjetas alemanas. Cortamos los botones de nuestros abrigos y recibimos a cambio las Armas Imperiales de Alemania. Pero el regalo entre los regalos era el bizcocho de Navidad…” “A lo largo del día no hubo ningún disparo, y lo único que hicimos fue hablarnos y confesar cosas …”

Hubo una época histórica en el que el movimiento obrero alemán propuso TRANSFORMAR LOS TALLERES DE ARMAS EN TALLERES PARA LA PAZ.

“…¡No fabriquemos más armas de guerra! No demos al Estado más cañones, más fusiles. No pongamos más armas de muerte en las manos infames de los fríos asesinos. Preocupémonos de que los establecimientos de la destrucción у de la espantosa carnicería humana se transformen en talleres del trabajo útil у pacífico. Vivimos en una época extraordinaria у tales momentos exigen resoluciones extraordinarias у actos revolucionarios. No es este el instante de los temerosos titubeos. Toda vacilación es criminal, es favorecimiento del crimen”.

“… Compañeros, ¿no es ya tiempo de poner fin a estas terribles condiciones? ¿Podemos cargar más tiempo sobre la conciencia la gran responsabilidad de la matanza fratricida? ¿No es el momento más oportuno para paralizar la violencia negándole los instrumentos de la violencia? Yo creo que a cada uno de nosotros le interesa el bienestar de nuestro pueblo, у para el que aspira a salvar el futuro de la revolución, no puede haber más vacilaciones. No tenemos derecho a murmurar sobre nuestra esclavitud, mientras forjemos nosotros mismos las propias cadenas. La negativa a la producción de armas es la única garantía para terminar la matanza organizada de las masas”.

 

¡LA FRATERNIDAD ES POSIBLE!

¡Que éste sea nuestro compromiso!