Lo más probable es que un animalista del común ignore que Adolf Hitler y su lugarteniente Himmler publicaron las primeras leyes animalistas del continente europeo. Ambos, siguiendo la inspiración de posdarwinistas como Davenport o Madison Grant, creyeron a pies juntillas en la igualdad de animales y personas, que es el primer paso para tratar a las personas como animales…
El perro de Hitler tenía más derecho a vivir que sus partidarios
Hitler, cuando termino de leer La Caída de la Gran Raza, de Madison Grant, dijo: “Este libro es mi Biblia”. Y en un rapto de sinceridad animalista le confesó a uno de sus ayudantes favoritos, el arquitecto Albert Speer, que su perra “merecía vivir mucho más que la mayoría de sus partidarios, e incluso que el propio pueblo alemán”. Tenía más derecho a vivir, vamos.
La guerra, según Adolf Hitler, “era el mejor momento para eliminar a los enfermos incurables”. Muchos alemanes no querían recordar que había individuos que no cuadraban con su concepto de una “raza superior”. Las personas con discapacidades físicas y mentales eran vistas como “inútiles” para la sociedad, una amenaza para la pureza genética aria y, en última instancia, no merecían la vida. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, las personas que sufrían retrasos mentales, discapacidades físicas o enfermedades mentales eran perseguidas para asesinarlas en el marco de lo que los nazis llamaban programa “T-4” o de “eutanasia”.
Esta filosofía ha penetrado en muchos de los planteamientos nacionalistas, en los que se plantea la “raza” del pueblo elegido, frente a los invasores que no tienen las capacidades -biológicas- para ostentar ese rango de superioridad animal.
Véanse también las opiniones de Peter Singer, autor de Liberación Animal, con participación prohibida en actos culturales en las universidades alemanas por sus teorías filonazis, considerado como padre del animalismo contemporáneo y que señala, siguiendo la estela de Davenport y Grant, a los culpables del maltrato animal en el capítulo 4º de Liberación Animal: los responsables históricos del maltrato animal, son entre otros “los judíos, los cristianos, Grecia, Roma, la cultura occidental”
A estas corrientes se suma en el siglo XXI las bioideologías, que pretenden hacer del ser humano materia genética editable por algoritmos, a merced de las grandes transnacionales tecnológicas.
El multimillonario negocio de las mascotas: Perros y gatos, ¿son los nuevos hijos en la sociedad de las soledades?
Hoy, los intereses de las multinacionales de la alimentación, de los accesorios para las llamadas mascotas, lideran un negocio mundial que mueve más de 20.000 millones de dolares al año. A su servicio, una potente penetración cultural centroeuropea, germánica y anglosajona, ha colapsado la conciencia analítica y crítica de muchos ciudadanos del Sur de Europa. Transformándolos en adolescentes emocionales y haciendo del animalismo uno de los abalorios sentimentales que movilizan con más éxito el histerismo colectivo.
Lo cierto es que el negocio de las mascotas en España es un sector al alza. En 2017, la industria de productos alimenticios y sanitarios para animales de compañía movió más de 1.000 millones de euros anuales, una cifra nada desdeñable que se suma a los más de 1.300 millones que generaron las veterinarias de nuestro país, según un informe de la Asociación Española de Distribuidores de Productos para Animales de Compañía…
Hoy en día los stand de los centros comerciales abarcan muchos metros de productos dedicados a los animales, a las mascotas, muchos más que los dedicados a bebés…Es sintomático.
Es cierto que muchas mascotas hacen una función social ante la soledad en la que se han instalado personas mayores que viven solas, casas unipersonales…; pero llenar de mascotas las calles y los parques, no es la solución a la epidemia de soledad que viven las sociedades “avanzadas” e hiperconectadas…
Ecología integral. Cuidar la vida de las personas.
Para hacer frente a estas filosofías, la ecología integral plantea el cuidado de la naturaleza, poniendo al ser humano en el centro de la misma; cuidando la pequeñez y debilidad del niño en el vientre de su madre, del anciano que ha de vivir en plenitud de acogida hasta el final, de la naturaleza que da de comer a los hambrientos, fomentando el uso responsable de los bienes naturales que compartimos comunitariamente, comenzando por luchar contra el robo a los empobrecidos de la tierra de sus riquezas.
No cabe duda que también colabora en este principio, el impulso de la familia como institución solidaria en nuestra sociedad: cultural, política y económicamente, hablando.
Todo lo que se salga de estos principios, convierte a la ecología, y al cuidado de los animales, en una idolatría en si misma, con todas sus consecuencias. La ecología se convierte en eco-fascismo con pintura verde encima.
Lo preocupante es que también en España, haya partidos animalistas, que han pasado de 65000 votos en el Senado en 2004 a 1.200.000 en 2016. Y no solo esto, sino que muchos partidos, autoproclamados de izquierdas, secundan estos principios sin ningún rubor.
Hacer frente a esta cultura de muerte vestida de ecologismo, y defender la vida de las personas en un marco de ecología integral, supone una auténtica revolución. Trabajemos por ella.
Luis Antúnez