Portadas contra pederastas, pero en el interior relax y porno

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Hoy todo el mundo se rasga las vestiduras por ese comportamiento inhumano causado por tan simpática bestia y nadie se explica como el ser humano es capaz de semejante abyección…

Serafín García Herreros

Hoy hay un clamor contra el cruel y horripilante pedófilo murciano. Hoy todo el mundo se rasga las vestiduras por ese comportamiento inhumano causado por tan simpática bestia y nadie se explica como el ser humano es capaz de semejante abyección.

A nadie llama la atención que no se trata de una actividad secreta sino de una actividad expuesta mucho tiempo en el escaparate global de Internet, sin que nadie haya gritado, escandalizado, contra la actividad, además de contra el activista.

Ahora resulta que las madres no sabían quien cuidaba a sus hijos ¿Saben las madres qué ven sus hijos cuando navegan, libres, por el hiperespacio de Internet, desde el ciber, desde el propio ordenador de casa o desde casa de un amigo? Son millones los espectadores que, en Internet, tienen como principal distracción la contemplación de imágenes pornográficas protagonizadas por grandes y pequeños, varones y mujeres, de toda raza y condición.

Los propios medios de comunicación que prestan hoy sus portadas –reales y virtuales- para maldecir al murciano de turno, recogen, también hoy mismo, en sus páginas de interior y en letra muy pequeñita todo tipo de publicidad pornográfica.

Ponemos a disposición de la bestia los medios técnicos, el mercado y los clientes, recogemos el dinero de su publicidad y luego… luego nos llevamos las manos a la cabeza: ¿Cómo es posible que el ser humano sea capaz de esto? ¿Cómo es posible que yo sea capaz de esto?



«Reprimidos» y pederastas

Mercedes Fuster Freixa

Cuando una habla de educar a los niños en una sana sexualidad, vinculada al amor, a la fidelidad, al matrimonio y los hijos, te llaman «reprimida» y «represora».

Algunos hablan de que el sexo no puede ser un tema «tabú» y por tanto que no pasa nada porque los «dibujos animados» expliquen a los más pequeños que amor y matrimonio no tienen una especial vinculación, o que el amor se puede dar entre hombre y mujer lo mismo que entre hombre-hombre o mujer-mujer.

Tampoco pasa nada porque menores de edad puedan acceder a una píldora abortiva mientras sus padres están en la «higuera». Al fin y al cabo el sexo es una «actividad» más a la que los jóvenes pueden dedicar su tiempo de ocio.

Y no olvidemos que si alguien se atreve a recomendar la castidad y la fidelidad como la mejor forma de prevenir el SIDA sólo puede deberse a «prejuicios religiosos» propios de seres de las cavernas.

Parece que el sexo no tenga más relevancia que la tienen el comer y el dormir, y sin embargo ¿no son justamente su vanalización y abuso el caldo ideal para que se extiendan redes de pedofilia como la que hoy ha salido tristemente a la luz?

Los autores materiales de esas barbaridades que hoy hemos descubierto son los primeros y verdaderos culpables, sin duda, pero ¿no conseguiríamos evitar estos casos, o al menos detectarlos antes, si respetáramos más la sexualidad humana?