El Vaticano considera que, «la prostitución es una forma de esclavitud moderna, un acto de violencia contra las mujeres, una ofensa a su dignidad y una grave violación a los derechos fundamentales».
Por Cristina Alberdi, ex ministra del PSOE de asuntos sociales
Alguien dijo que Benedicto XVI nos daría sorpresas. Que no era tan integrista como se decía y que en su pontificado actuaría sobre los problemas reales, con humanidad, buscando soluciones, cerca de la gente.
Pues ya tenemos la primera sorpresa y muy positiva, por cierto. El Vaticano ha pedido que se establezcan leyes estrictas para castigar a los clientes «que alimentan el mercado del sexo» y considera que «la prostitución es una forma de esclavitud moderna, un acto de violencia contra las mujeres, una ofensa a su dignidad y una grave violación a los derechos fundamentales».
La Santa Sede organizó un Seminario sobre la prostitución centrándose en el «cliente» como uno de los elementos del consumo de sexo que está en la base de la prostitución. Si no hubiera demanda no habría prostitución. Se debe actuar contra el cliente. Éste es el primer paso para aislar y devaluar tal tipo de conducta. Al igual que se hizo con los maltratadores. Tolerancia cero sería la consigna. En Suecia ya han legislado en esa dirección. Hoy el cliente es un delincuente que resulta sancionado como autor de una conducta rechazada colectivamente. Los clientes que explotan a estas mujeres están colaborando con el tráfico de mujeres y con su explotación.
En Estados Unidos actúan con la «lista de la vergüenza» que se practica en las principales ciudades del país avergonzando públicamente a los clientes del sexo. Son medidas drásticas para reducir la prostitución en los barrios. En Chicago la policía coloca en internet las fotos de los clientes para que lo sepan sus familiares, amigos y empleadas. En Los Ángeles desde hace dos años se requisan los coches de los usuarios del sexo. El mensaje es muy simple: si conduces en la ciudad buscando el servicio de las prostitutas te puedes quedar sin coche. Con estas medidas están consiguiendo que se reduzca la demanda.
Es evidente que una mujer no elige voluntariamente vender su cuerpo en la calle. La gran mayoría son víctimas del tráfico y abuso de los proxenetas que se lucran con su comercio. Durante siglos el oficio más antiguo del mundo como se ha llamado, no se consideraba un crimen, y sí lo es. Las víctimas son las prostitutas. Mujeres y niñas objetos de trafico sexual explotadas por mercaderes sin escrúpulos que mueven ingentes cantidades de dinero en todo el mundo. Sólo en España ejercen la prostitución entre 300.000 y 400.000 personas, el 90 por ciento de las cuales son mujeres y entre estas el 87 por ciento inmigrantes. Sin embargo, asistimos en los últimos años a un movimiento que va ganando adeptos a favor de la regulación y legalización plena de la prostitución. Hay grupos de prostitución, normalmente de alto nivel, que están defendiendo la misma posición. Quieren cotizar a la Seguridad Social y pagar sus impuestos como cualquier trabajador. Alegan que sería una forma de luchar contra las mafias y contribuir a engrosar las arcas del Estado.
Estas personas desconocen que la mayoría de las mujeres prostitutas son irregulares y sobre todo que a quien beneficia realmente la «normalización» es a las mafias. De hecho en Holanda, la prostitución ilegal y el tráfico de mujeres y niñas se ha multiplicado por tres desde su regulación. En Alemania la situación es aún peor. Se ha llegado a situaciones esperpénticas. Una camarera de 25 años que rechazó una oferta de trabajo para dar servicios sexuales en un burdel de Berlín, se enfrentó a recortes en las prestaciones por desempleo toda vez que cualquier mujer menor de 55 años que haya estado sin trabajar más de un año puede ser forzada a aceptar un trabajo disponible.
Más allá de situaciones límite como la descrita, el tema de fondo afecta a la dignidad de las mujeres y a los derechos fundamentales de los que son acreedoras. No se puede dar carta de naturaleza a una ignominia, a lo que en sí mismo es un atropello. En suma, a la utilización de las mujeres como objetos sexuales.
Si la prostitución fuera un trabajo ¿se lo recomendarías a tu hija? Así reza un magnífico cartel elaborado por la Comisión para la Investigación de malos tratos a mujeres. Todos los que compran mujeres, ejercen violencia sobre las mujeres. Esa es la realidad. Estamos hablando de violencia de género. Que no es sólo el maltrato psíquico o físico que se ejerce sobre la pareja de hecho o matrimonial.
En el documento del Vaticano se alude reiteradamente al poder, a las relaciones de dominio y control sobre las mujeres que se busca a través de la prostitución de estas. Estamos combatiendo las relaciones históricas de dominación de los hombres sobre las mujeres. Primero tendremos que convencer como se hizo con la violencia doméstica, que hasta hace muy poco tiempo era un tema privado, más o menos aceptado socialmente. La misma batalla hay que librar frente a la prostitución. La dignidad de las mujeres, de todas, exige que se castigue y persiga su explotación con fines de utilización sexual poniendo el acento, por supuesto, en los proxenetas, pero también con insistencia y publicidad en el usuario. Hay que combatir al cliente que paga la explotación.
Publicado en la revista Autogestión nº 61