Existe un conocimiento, que es al mismo tiempo el más útil, el más bello, el más interesante; el que nos proporciona mayor dicha y el que más nos acerca a Dios: Es el CONOCIMIENTO DE LA VIDA QUE NOS RODEA. Es un verdadero arte, y nadie puede pretender poseerlo enteramente a través de los balbuceos imperfectos de algunos libros. Ser culto no es saber mucho. Es indispensable oponer el saber acumulado al saber asimilado. Hay conocimientos que se incrustan en nosotros. Otros forman un cuerpo con nuestros recuerdos, con nuestras ideas, con nuestras pasiones y nuestros deseos, llegando a ser una parte de nuestro yo psicológico; son en nosotros carne y sangre, espíritu y vida. Entre estos conocimientos y nosotros existe acción y reacción, de tal manera que se modifican en ellos modificándonos a nosotros; hay, pues, ASIMILACIÓN. Esta manera de conocer las cosas por asimilación cuando se practica con frecuencia se convierte en hábito. LA CULTURA ES HÁBITO CONTRAÍDO POR EL ESPÍRITU DE CONOCER POR ASIMILACION. La inteligencia del hombre culto tiene estómago. Reflexionar es quedar perplejo. Concebir una solución para esa perplejidad. A nadie había dejado perplejo la caída de una manzana. La observación fecunda es la que reflexiona. Someterse a los hechos no consiste en quedar pasivo ante ellos con pretensión de que «ellos» lo podrán todo, sino que es someter a la verificación de los hechos la idea que uno se había formado de los hechos por experiencia y reflexiones anteriores. CUANDO NO SE SABE LO QUE SE BUSCA TAMPOCO PUEDE SABERSE LO QUE SE ENCUENTRA. Los grandes observadores siempre tienen una idea «detrás» de la cabeza. La verdadera actitud del investigador no está en renunciar a los prejuicios, sino en saber la respuesta a la cuestión propuesta, y estar en todo momento dispuesto a modificar la cuestión y la hipótesis que se había propuesto.» […]
«Para el obrero, más o menos técnico, la realidad es quien manda imperativamente. Trabajar el plomo «exige» una técnica diferente da la que «exige» el acero. Esto va creando en nuestro vivir una «exigencia de adecuación» entre pensamientos y actos. Al pan no hay más remedio que llamarle pan. En cambio, la cultura de las personas llamadas «cultivadas» generalmente se mueve más en el plano de las ideas y de los conceptos, dejando la realidad, pudiéramos decir, como una cosa secundaria.
Guillermo Rovirosa