Revista Autogestión nº 132: «Eutanasia, genocidio planificado»

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Editorial de la revista Autogestión nº 132. La ley de Eutanasia es una ley contra la vida.

“Los cuidados que un pueblo ofrece a las personas más pobres, más indefensas, más frágiles, más viejas, más enfermas,.. son un indicativo de su grado de civilización” (1)

Con el nuevo proyecto de ley de la eutanasia se ha puesto en marcha el mecanismo para legalizar el asesinato de un ser humano encubierto con la pátina de la falsa piedad. Detrás de esta ley se esconde una mentalidad eficientista propia de un estado totalitario que presenta a los viejos y enfermos como algo gravoso o insoportable. Esto es lo que está llevando en algunos países a promover la eutanasia como necesaria para reducir gastos sanitarios y de pensiones, incitando incluso a los ancianos a que “se den prisa para morir”, como ha dicho el Ministro de finanzas de Japón.

 

La eutanasia no es un derecho, sino que constituye un homicidio deliberado.

La eutanasia no es un derecho, sino que constituye un homicidio deliberado. El hecho central en la eutanasia es que un ser humano da muerte a otro, consciente y deliberadamente, por muy presuntamente nobles o altruistas que aparezcan las motivaciones que lo animen a ejecutar tal acción y por poco llamativos que sean los medios que utilice para realizarla.
Las campañas manipuladoras a favor de la eutanasia van dirigidas a atrapar al gran público con el sentimiento de una falsa compasión. Parten siempre de un caso límite, de gran impacto emocional, al que se da máxima publicidad.

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El nivel de desinformación y manipulación de estas campañas formará una cortina de humo que impedirá una toma de conciencia adecuada sobre el totalitarismo que se está conformando. Cada día es más claro que habrá una nueva ingeniería social basada en criterios fundamentalmente biopolíticos donde colectivos humanos enteros podrán ser eliminados o marginados legalmente.

Hay millones de seres humanos que han sido lanzados a un limbo de indefensión. Se considera que hay seres humanos inferiores, desechables, cuya vida no merece la pena ser vivida. Seres humanos que nos recuerdan la debilidad en nuestra propia existencia. Con estas medidas legislativas lo que se pretende es hacernos perder el sentido de nuestra propia debilidad. Acabamos aceptando que no podemos ni debemos asumirla, y pensando que no tienen sentido nuestras limitaciones.

Los grupos partidarios de legalizar la eutanasia y de darle respetabilidad social interpretan que la vida humana no merece ser vivida más que en determinadas condiciones de plenitud, frente a la convicción que considera que la vida humana es un bien superior y un derecho inalienable e indisponible ni siquiera por uno mismo.

La aceptación social de las leyes de eutanasia, sin debate social serio en profundidad, es perfectamente posible en nuestro ambiente de cultura de la eficiencia, del supremo valor del dinero, y de no ser capaz de ver la dignidad de la persona en el débil, enfermo, viejo o discapacitado. Estamos ante una cultura que trata de gestionar la vida humana para que sirva eficazmente a los objetivos del poder. Se está defendiendo un orden político salvaje basado en la ley del más fuerte. Se alimenta así un sistema con evidentes tendencias totalitarias regido por el afán exclusivo de ganancia.

Poster de la revista Autogestión 132

Sin embargo, el ser humano lleva inscrito en su ADN la vocación al amor, a la solidaridad, a la vida. Vocación que ha de ser encarnada en nuevas realidades, que defiendan una cultura de la vida, del cuidado por la creación y por todos los seres humanos, de máximo respeto hacia la fragilidad y debilidad. Realidades que generen una cultura de la solidaridad donde nos sintamos responsables no solo de nuestra propia felicidad sino de la de otros y de su sentido de la vida. Y que propongan a la sociedad una cultura de la solidaridad para conseguir que se reviertan aquellas leyes que defendiendo aparentemente la libertad y autonomía de las personas sólo producen miedo, desolación e indiferencia.

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Defender la vida humana, y su dignidad en cada una de sus fases, en todas las circunstancias sin excepciones. Defender la vida del no nacido, del que muere de hambre, del que es explotado y esclavizado, del anciano y del enfermo, es luchar contra el totalitarismo. Cada vida humana es en sí misma una fuente de esperanza en esta lucha.

(1) Dr. Marcos Gómez Sancho, director de la Unidad de cuidados paliativos del Hospital Dr. Negrín de Gran Canarias.