Revista Id y Evangelizad nº 113: «La Iglesia frente al Dragón»

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El libro del Apocalipsis, al que hace referencia la pintura del Beato de Liébana que llevamos en portada, tiene una potente eclesiología y un atrevido plan evangelizador.

Presenta a la Esposa del Cordero, la Iglesia, frágil y a punto de ser destruida mil y una vez por el Dragón (Satán) y sus dos bestias (el poder imperial y los falsos profetas que lo legitiman); pero, la Mujer vestida de sol -el Cristo que lleva en sus entrañas- siempre vence gracias a la sangre del Cordero y a los que en ella lavan sus vestiduras, los mártires. En ella resuena, con eco eterno, el canto de alabanza al Señor. Es el canto de la Eucaristía, verdadera vida del mundo.

La historia bimilenaria de la Iglesia católica ha corroborado con creces sus inicios apocalípticos, signada reiteradamente por la tensión y el conflicto. Por una parte, la persecución externa; por otra, las miserias nauseabundas de los que somos acogidos en sus brazos maternales. «Perseguidos por fuera y divididos por dentro», así explicaba Marcelino Legido el destino eclesial.

Si todo esto era evidente antaño, hogaño parece todavía más nítido. Las persecuciones de las últimas décadas contra los cristianos superan con creces a las de los siglos anteriores. El número y el ardor de los que llevan en sus manos las palmas de la victoria sobre el poder satánico es abrumador. Y en el interior del cuerpo eclesial estamos descubriendo pestilencias inimaginables, que tienen en las víctimas infantiles sus principales jueces.

Contraportada del Id y Ev. nº 113

Sin duda, pues, hay algo profundamente apocalíptico en esta época. Cuando se oye esta palabra pensamos en catástrofes y destrucción, pero apocalipsis quiere decir revelación. La catástrofe puede ser también reveladora. En esta época de fuertes transformaciones y sacudidas, la Iglesia, está siendo despojada de muchas adherencias que impiden que la luz del Sol -Cristo- brille con suficiente resplandor en ella, que es la luna, según el pensar de los padres de la Iglesia. Entendamos esta catarsis como oportunidad para liberarnos de seguridades materiales, de subvenciones que nos amordazan, de ideologías que nos impiden entender y vivir el Evangelio, y de todo pecado, personal y comunitario.

También nuestro mundo está siendo despojado. Se le están arrebatando las consoladoras y firmes convicciones que la sabiduría griega, el derecho romano y -sobre todo- el cristianismo habían forjado. En frente, la persona postmoderna sólo tiene la proyección de su alma vacía y la correspondiente náusea que intenta disimular. Hemos llegado a una época de tal desnudez de lo humano que nos hace ver la necesidad de creer en el Dios hecho hombre para seguir existiendo. Y esto, esto, es precisamente lo que es la Iglesia, el sacrarium Trinitatis, como decía san Agustín, la encarnación de la Trinidad en la Tierra, como afirmaba san Ireneo.

Esta es la gran paradoja: precisamente cuando más nos escandaliza el pecado de los hijos de la Iglesia santa es cuando la humanidad necesita, como nunca, a la Iglesia, porque,  en definitiva, explica san Epifanio, todos estamos llamados a ser parte de Ella.

Editorial Revista Id y Evangelizad 113

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