Rusia: rompiendo el cerco de la OTAN

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La realidad geopolítica que vivimos hoy día a lo largo y ancho del planeta es heredera, en muchos casos, de la geopolítica formada durante las décadas de Guerra Fría entre EE. UU. y la Unión Soviética. Hoy son Estados Unidos y Rusia quienes llevan ese pulso, y en muchos aspectos queda patente que las lógicas son muy parecidas a las que existían antes de que el bloque comunista se viniese abajo.

Doctrina de la contención

En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en el ámbito geoestratégico estadounidense se desarrolló la llamada Doctrina de la contención por la cual Estados Unidos debía extenderse alrededor de la URSS y así evitar que esta se pudiese expandir, ya fuese mediante anexiones territoriales o a través de nuevos aliados en el lado socialista.

Así, durante muchos años, Estados Unidos se afanó en desarrollar alianzas y acuerdos con países de la periferia soviética para tanto evitarles una posible agresión de Moscú como asegurarse de que la potencia comunista no se conseguiría expandir a través de esa zona del mundo. Los ejemplos más conocidos de esto son la OTAN o los acuerdos firmados con Japón en materia de defensa. El resultado, y con la excepción de China, es que Estados Unidos logró crear un conjunto de bases y países aliados rodeando la ya extinta Unión Soviética.

Hoy ese cerco sigue vigente, y la doctrina de la contención, en buena medida, también. Washington continúa manteniendo ese gran número de bases por distintas razones geoestratégicas, siendo una de ellas mantener a Rusia controlada, a pesar de que el poder actual de Moscú es muy inferior al que tenía en su época soviética. Sin embargo, en los últimos años en los que la potencia euroasiática ha buscado ganar influencia fuera de su espacio tradicional, Rusia parece haber ido rompiendo en algunos puntos ese cerco. Algunos ejemplos son la intervención en la guerra de Siria, el creciente apoyo a Irán o el mayor peso que está ganando en el continente africano.

Suecia y Finlandia más cerca de la OTAN

Desde la anexión rusa de la península ucraniana de Crimea en 2014, Suecia ha sido más asertiva en política de seguridad y defensa. El Gobierno socialdemócrata que asumió el poder aquel otoño recuperó la mili, aumentó un 75% su presupuesto militar, alertó a su población ante una eventual agresión exterior, y estrechó su cooperación con la OTAN. El creciente clima de tensión en el este de Europa y los nuevo tambores de guerra en Ucrania, en cuyas fronteras Rusia mantiene estacionados a 100.000 soldados, ha reabierto el debate político sobre una eventual adhesión a la Alianza Atlántica, con la colabora activamente desde los años noventa a través de la Asociación para la Paz.

Las reiteradas exigencias de Moscú a Wahsington para “comprometerse a evitar una mayor expansión hacia el este de la Organización del Tratado del Atlántico Norte”, en clara referencia a Ucrania y Georgia, pero por extensión a dos países tradicionalmente neutrales como Suecia y Finlandia, ha obligado al Gobierno sueco a salir al paso en defensa de su derecho a establecer las alianzas defensivas que considere oportuno para garantizar su seguridad.

“En Suecia, somos nosotros mismos quienes decidimos sobre nuestra política exterior y de seguridad y con quién elegimos cooperar”, aseguró de forma enérgica la primera ministra, la socialdemócrata Magdalena Andersson, en un comunicado de prensa hecho público el pasado jueves. “Los derechos internacionales deben ser respetados y cumplidos. Estos incluyen el derecho de cada Estado a establecer de forma independiente su propia dirección en la política de seguridad”, insistía Andersson tras conversa telefónicamente con el presidente finlandés, Sauli Niinistö, y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.

Ya antes de Navidad, el ministro de Defensa, Peter Hultqvist, afirmó que la demanda rusa era “totalmente inaceptable”, pero también subrayó que Suecia no tenía planes de unirse a la alianza “ni ahora ni en el futuro”, lo que generó críticas de los partidos de derechas, tradicionalmente favorables a la integración sueca en la OTAN.

Gas ruso: Abriendo y cerrando el grifo geopolítico del suministro.

Rusia, que es el principal proveedor de gas para Europa, ha sido acusada por los Gobiernos occidentales de utilizar el suministro de gas para obligar a los Veintisiete a alinearse con sus perspectivas respecto a la aprobación del gasoducto Nord Stream 2 –que conectará Rusia con Alemania– y el conflicto con Ucrania.

Estos problemas no parecen estar próximos a resolverse. De hecho, la empresa rusa Gazprom ha rehusado a satisfacer las necesidades de países como Ucrania y Polonia, que en este momento se ven obligadas a importar gas desde Alemania, y se ha mantenido “en estricto cumplimiento de sus contactos”. En contraste, la gasística ha reconocido un aumento de “alrededor de un tercio” desde noviembre en sus envíos diarios a China, y ha anunciado para 2022 una inversión de unos 21.000 millones de euros para desarrollar aún más su conexión china.

Fuentes:

elordenmundial.com; larazon.es; diario económico Cincodías