Organizaciones de derechos humanos revelaron que fábricas que pertenecen a cadenas europeas en Turquía no respetan las condiciones laborales de los refugiados, y denunciaron además que se detectaron en muchos casos situaciones de explotación laboral infantil sino esclavitud.
El Centro de Información sobre Empresas y Derechos Humanos, una organización internacional sin fines de lucro con oficinas en Gran Bretaña y en Estados Unidos, alertó que unos 650.000 sirios trabajan en territorio turco, sobre todo en la industria textil, pero la mayoría sin estar registrado, lo que facilita la explotación laboral. Un informe elaborado por la misma organización indica que también se detectaron violaciones a las leyes laborales, vulnerando los derechos de migrantes sirios, en cadenas de supermercados alemanas y en una británica especializada en indumentaria que tienen sucursales en ciudades turcas.
El diario The New York Times, por su parte, también informó que en la región del mar Negro de Turquía, donde se encuentra la principal área de cultivos de avellanas del mundo, existen unas 600 mil pequeñas granjas en las que se observaron casos de explotación laboral de refugiados que llegaron desde Siria huyendo de la guerra civil que comenzó en 2011. Se estima que, hasta la fecha, más de 3 millones de sirios que escaparon de la violencia en su país se radicaron en distintas ciudades de Turquía.
Según el matutino norteamericano, gran parte de las cosechas de avellanas que se obtienen en granjas turcas son destinadas a empresas europeas que fabrican productos alimenticios, como la crema Nutella que elabora la firma Ferrero o barras de chocolate que fabrica Nestlé.
Debido a que las leyes laborales de Turquía no alcanzan a emprendimientos agrícolas con menos de 50 empleados, esta flexibilidad permite que algunas empresas europeas de gran envergadura aprovechen esa desprotección a los trabajadores sirios para obtener insumos a bajos precios.
La mano de obra infantil y los bajos salarios que perciben trabajadores migrantes que son sometidos a jornadas agotadoras de labor es un problema global. Un informe elaborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) asegura que en todo el mundo cerca de 24 millones de personas son víctimas de condiciones de trabajo forzoso, de las cuales 16 millones son explotadas en el sector privado, por ejemplo, en el trabajo doméstico, la industria de la construcción o la agricultura. Frente a este preocupante escenario, la OIT y
Alemania resolvieron firmar un acuerdo a fin de impulsar el trabajo decente para los refugiados sirios en ese país y se espera que otros Estados que integran la Comunidad Europea también adopten medidas para luchar contra la explotación laboral.
Respecto a la situación de los refugiados sirios en Turquía, el periódico The New York Times también reveló que el salario mínimo que pagan casi todos los productores en las pequeñas granjas de avellanas, por extenuantes jornadas de trabajo que superan las 12 horas, ni siquiera alcanza para superar la línea de pobreza en ese país. Este tipo de abusos tiene casi siempre como víctimas a personas en situación de extrema vulnerabilidad.
Por eso es importante que la comunidad internacional condene estas prácticas y exija un monitoreo de las cadenas de producción. También es importante que las grandes empresas (grandes multinacionales del sector textil) se aseguren que sus proveedores respetan la dignidad de sus trabajadores.
Los expertos de la OIT explican que la esclavitud moderna es un gran negocio y que las millonarias ganancias anuales que dejan estas actividades que se desarrollan al margen de la ley equivalen a la suma de las ganancias de las cuatro empresas más rentables del mundo.
Estas nuevas formas de esclavitud son tan denigrantes e inaceptables como las practicadas por las potencias coloniales en otros siglos. Es de esperar que gobiernos de todo el mundo y los ciudadanos se sumen a la iniciativa de la OIT para poner fin a estas prácticas que atentan contra la dignidad humana.
Redacción
Fuente Diario Norte