Nuestro sistema tributario se basa en la explotación fiscal de la clase media asalariada. Quiero ser rico, aunque sólo sea para pagar menos impuestos.
Ser rico para pagar menos al fisco
Nuestro sistema tributario se basa en la explotación fiscal de la clase media asalariada.
Por: Antón Costas
(El Periódico de Cataluña 13-2-06)
Quiero ser rico, aunque sólo sea para pagar menos impuestos. Además, eso me permitirá quedar bien en ciertos círculos sociales. Aún recuerdo con embarazo la situación vivida hace unos años cuando en una reunión de empresarios y profesionales, uno de los asistentes, conocido y acaudalado hombre de negocios, nos sorprendió peguntándonos: «Pero, ¿a vosotros os sale positiva la declaración de la renta? Sois tontos». No sabía si sentirme ofendido por esa desfachatez o callarme, avergonzado, para no quedar mal manifestando que a mí si me salía positiva.
Pero hasta ahora sólo tenía la sospecha de que ser rico tenía esta ventaja añadida. A partir de ahora tengo la certeza. La Agencia Tributaria ha puesto fin al apagón informativo fiscal del Gobierno de Aznar, y ha colgado en la red los datos del impuesto de la renta correspondientes al 2003 (www.aeat.es/estad/irpf/2003/total/2003.htm).
Resulta que los asalariados españoles declaran más ingresos que los empresarios y profesionales para los que trabajan. Como lo oyen. El importe medio de los ingresos declarados por los asalariados es de 20.307 euros, mientras que los que declaran los empresarios oscilan entre los 13.701 euros de quienes liquidan sus ganancias por el método de estimación directa (diferencia entre ingresos y gastos) y los 11.923 de quienes lo hacen por estimación directa (módulos). El mundo al revés.
Por otro lado, el 90% de los contribuyentes tienen como fuente principal de ingresos salarios o pensiones. Por lo tanto, no podemos hablar de un impuesto sobre la renta, sino que lo nuestro es un impuesto sobre los salarios y las pensiones. Este impuesto ha pasado a ser la principal fuente de ingresos de la Hacienda, muy por encima de otros impuestos, como el de sociedades, el IVA –en los que el nivel de fraude es mayor– o el de sucesiones, que va camino de desaparecer por la generosa política fiscal de las autonomías.
La conclusión es clara: nuestro sistema fiscal se basa en la explotación fiscal de los asalariados, en especial de la clase media asalariada, cuyos ingresos declarados están entre 12.000 y 60.000 euros. Representan el 48% de los contribuyentes (unos 7,5 millones), pero aportan prácticamente el 70% de los ingresos.
¿Cómo ha llegado el impuesto de la renta a convertirse en un impuesto sobre los salarios?
Básicamente por la erosión que han sufrido las bases imponibles como consecuencia de deducciones, bonificaciones y otros privilegios fiscales. Dicho en román paladino, por la generalización de los privilegios fiscales y el fraude que existe en los grupos empresariales y de profesiones liberales. Por eso, aun cuando los tipos impositivos marginales son muy progresivos y elevados (el 45%), en la práctica el tipo impositivo efectivo que pagan estos colectivos es muy bajo.
A partir de cierto nivel de ingresos, todo el que ha podido ha constituido algún chiringuito que le permita pasar de ser persona física a ser persona jurídica. De esa forma es más fácil beneficiarse de los privilegios fiscales y reducir sus ingresos declarados deduciendo gastos que los asalariados tienen que pagar de su bolsillo, sin posibilidad de beneficiarse de deducción alguna. Tengo la sospecha de que muchos de los coches de gran gama, tipo todoterreno 4 x 4, que tanto se venden en los últimos tiempos –y que, por cierto, circulan con una prepotencia pareja a su precio–, son coches de empresa, es decir, su propietario deduce ese gasto de sus ingresos declarados. Dicho de otra manera, los que pagamos impuestos contribuimos a financiárselo.
Por cierto, en algunos países europeos los coches comprados con cargo a la empresa tienen algún distintivo en la matrícula que les identifica como tales. Sugiero, por tanto, que los coches de este tipo que circulan por nuestras calles estén obligados a llevar una banda que diga algo así como: «Propiedad de la inmobiliaria X, o del despacho Y». Al menos que se le afee la apariencia.
Esto no puede continuar así. Es una manifiesta injusticia. Una sociedad decente no puede permitir esta explotación fiscal de las clases medias asalariadas. Es necesario aumentar la equidad de los tributos, especialmente del impuesto personal sobre la renta.
Conscientes de ello, muchos países han empezado a reformar este impuesto, comenzando con la eliminación de deducciones, bonificaciones y privilegios fiscales, o reduciendo los tipos marginales máximos y el número de tramos de la tarifa del impuesto. En general, el sentido de esas reformas va en la línea de la propuesta que hace ya unas décadas hicieron Kaldor y Meade, dos conocidos economistas, para introducir un impuesto sobre el gasto total en bienes y servicios de los individuos, como medida más adecuada que la renta para gravar la capacidad de pago. De esa forma, los 4 x 4, los yates, las casas y otros lujos de ricos sí que cotizarían a Hacienda.
En España las cosas también se han comenzado a mover. Al menos en cuanto a propuestas de reforma. ¿Recuerdan las defendidas por el hoy ministro Jordi Sevilla y recogidas en parte por Miguel Sebastián en el programa electoral de José Luis Rodríguez Zapatero de sustituir los tramos de la tarifa del IRPF por un impuesto sobre la renta a tipo único, con un mínimo exento alto para los salarios?
Ya se sabe que una cosa es predicar y otra dar trigo. Ahora ha llegado el tío Pedro (Solbes) con las rebajas. La reforma del IRPF anunciada hace unos días por el ministro de Hacienda va en la buena dirección, aunque le queda mucho camino por delante para reparar esa injusticia. Pero, si les parece, de esta reforma hablaremos en otra ocasión.