En septiembre se celebró la Cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Cancún. El tema estrella de este encuentro era el comercio de productos agrarios, lo que ponía en juego las políticas en este campo de los países enriquecidos, tan acostumbrados a la ley del embudo: liberalismo para los demás y protección en la propia casa. En Octubre saltó a los medios de comunicación la crisis boliviana. Bolivia es otro ejemplo más de que los países del Tercer Mundo no son pobres, son empobrecidos. Durante siglos Bolivia ha sido sistemáticamente saqueada: la plata, el salitre, el estaño, y ahora el gas.. Sus riquezas no han hecho rico al pueblo boliviano, sino a los vampiros de turno. ..
SIGUE EL EXPOLIO DEL TERCER MUNDO: CANCÚN Y BOLIVIA
Por Jorge Lara
A perro flaco, todo son pulgas, dice el refrán. Y es una verdad sangrante en lo que respecta al llamado Tercer Mundo. Sangrante hasta el punto de que haciendo una metáfora cinematográfica, su visión sería lo más parecido a una película gore: asesinatos en serie irracionales, masacres, salvajadas, casquería y horror a mansalva… Pero, no nos quedemos en la mera visión de una realidad, que tanto por lo tremenda y enorme, como por la manipulación y nuestro egoísmo, desborda nuestra capacidad de asombro e indignación y nos lleva a la resignación o a la relativización («no es para tanto») del problema, de la injusticia, del crimen. Revisemos, revisionemos, pasemos a cámara lenta la película de algunos de los últimos acontecimientos que han llegado a la opinión pública.
En septiembre, la Cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Cancún. El tema estrella de este encuentro era el comercio de productos agrarios, lo que ponía en juego las políticas en este campo de los países enriquecidos, tan acostumbrados a la ley del embudo: liberalismo para los demás y protección en la propia casa. En efecto, se protege con aranceles fiscales y sobre todo tecnológicos el mercado propio, mientras se subvenciona la producción y hasta la exportaciones destinadas a países terceros. De este modo los subsidios de los países enriquecidos producen miseria para millones de agricultores del Tercer Mundo. Estas ayudas son superiores a los ingresos totales del África Subsahariana. El subsidio europeo medio por vaca equivale a 3 euros diarios, frente a un euro con el que vive cada africano, o mejor dicho, sobrevive o malvive.
De este modo el comercio mundial se encuentra entre las principales causas del hambre. El 80 % de los hambrientos del mundo viven en países con excedentes de alimentos. Al mismo tiempo, el 21 % de los alimentos cultivados en el Tercer Mundo se destinan para consumo animal.
No queda claro si de haber llegado a un acuerdo en Cancún este panorama habría cambiado, pues la liberalización que propugna la OMC deja el mundo en manos de las grandes compañías y sigue marginando a millones de pequeños productores, condenados al abandono de sus tierras y a la emigración hacia los grandes suburbios o hacia los países del Norte. Lo que sí se ha puesto de manifiesto ante la opinión pública mundial, gracias al debate abierto en este foro, es que si hay hambre no es por culpa de las sequías o la superpoblación, sino por las decisiones en política económica de los gobiernos, las grandes transnacionales y los organismos multilaterales como la OMC.
Parece que no podremos negar que el hambre es un problema político, el primer problema político de la humanidad, antes incluso que la «seguridad» o el «terrorismo», pues, como ya dijo Pablo VI, «el desarrollo es el nuevo nombre de la Paz», y para alcanzarlo, recordó Juan Pablo II, el camino es la solidaridad que remedie las causas estructurales del hambre y la miseria. El campo de la solidaridad con los hambrientos es hoy el campo de la política.
En Octubre ha saltado a los medios la crisis boliviana. Bolivia es otro ejemplo más de que los países del Tercer Mundo no son pobres, son empobrecidos. Durante los últimos siglos Bolivia ha sido sistemáticamente robada, saqueada. La plata del Potosí, el salitre como fertilizante, el estaño de las primeras latillas, y ahora el gas, son riquezas que no han hecho rico al pueblo boliviano, han sido al contrario la sangre que corría por su cuerpo, succionada por los vampiros de turno. Y el pueblo cuando es culto, cuando es consciente de su dignidad, de sus derechos, sabe espantar con cruces, sol y ajo a los vampiros. El ajo boliviano fue su Constitución de 1994, en la que se plasma su preocupación clara por el futuro de los recursos naturales existentes en el país. El pueblo boliviano es consciente, primero de la abundancia de los mismos, y segundo de que muchas miradas están puestas en ellos. Pero el ajo no basta. A los vampiros del neocapitalismo actual no hay ajo que les detenga; lo que más les repulsa es que el sol de la verdad ilumine su inmoralidad, sus negocios nocturnos, que se denuncie que la vida que ofrecen es una muerte eterna; pero lo que les detiene definitivamente es la cruz de la solidaridad entre los pobres: y no hay nada que teman más.
En 1997 el Banco Mundial ofreció al Gobierno boliviano condonar 600 millones de dólares a cambio de la privatización del agua. La compañía californiana Bechtel se hizo con la gestión del agua de Cochabamba (ciudad de 600 mil habitantes en los Andes. El precio del agua se disparó. Los campesinos marcharon desde los valles y bloquearon la ciudad, y también la ciudad se alzó. Les contestaron con balas y gases, el gobierno decretó el estado de sitio. Pero la rebelión colectiva continuó, imparable, hasta que en la embestida final el agua fue arrancada de manos de la empresa Bechtel y la gente recuperó el riego de sus cuerpos y de sus sembradíos. (La empresa Bechtel, con sede en California, recibe ahora el consuelo del presidente Bush, que le regala contratos millonarios en Irak.). Este año con el gas, la desobediencia popular ha hecho perder un jugoso negocio a la corporación Pacific LNG, integrada por Repsol, British Gas y Panamerican Gas, que supo ser socia de la empresa Enron, famosa por sus virtuosas costumbres. Todo indica que la corporación se quedará con las ganas de ganar, como esperaba, diez dólares por cada dólar de inversión. Esa cruz, esas cruces de solidaridad, son sostenidas en la lucha por la justicia, por tantos pobres que dieron todo lo que tenían, lo único que tenían, su vida.