Una religiosa que colabora en la asistencia a los cristianos perseguidos en Siria ha advertido que “una gran bomba” de hambre está explotando en todo el país.
La hiperinflación significa que cada día los sirios pueden permitirse menos de lo que necesitan para sobrevivir. El poder adquisitivo de los sirios se está erosionando cada día, los bienes necesarios -agua, alimentos, combustible y electricidad- están fuera de su alcance. Los hogares gastan ahora una media del 50% más de sus ingresos.
Las familias ya no pueden permitirse el combustible para hacer funcionar los generadores que alimentan sus hogares, el transporte o los sistemas de agua. En toda Siria, muchas familias tienen menos de 4 horas de electricidad pública al día. El aumento de los precios del combustible significa que el transporte y el trabajo diario son más caros. Los agricultores tienen menos dinero para planificar las plantaciones en sus campos y, al mismo tiempo, los costes para regar sus cultivos y transportar las cosechas al mercado, son más elevados.
En declaraciones a la organización benéfica católica Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), la hermana Annie Demerjian de Alepo, Siria, dijo que el deterioro de la economía del país había provocado un éxodo masivo: “Una familia vendió su casa y le dio el dinero a un grupo que pensó que los sacaría del país llevándolos a Turquía. Pero el dinero no los llevó a ninguna parte y ahora están sin casa y sin dinero. Están tratando de recuperar su dinero. Todas las familias están tratando de irse de Siria”.
Hablando sobre el peligro que representa la escasez generalizada de alimentos, dijo: “La gran bomba ahora es el hambre. La guerra que estamos librando ahora es contra el hambre. El dinero que les estamos dando [a las familias] no es suficiente”.
La pobreza en espiral, el aumento de la inflación y un mercado laboral estancado han dejado a los sirios comunes viviendo en la miseria. “El invierno pasado conocimos a una familia con tres hijos. Su estado de vida es muy malo. No tienen nada en su casa. Sin colchón, sin nevera, sin luces. Nada. Les preguntamos: ‘¿Cómo se las arreglan con este frío invierno?’ Y dijeron que alguien les dio una cobija y la pusieron en el piso y trataron de arreglárselas. Tratamos de conseguirles un colchón y les pusimos una pequeña batería como generador para que puedan cargarla y usarla. Tenemos largos cortes de luz en todo el país, a veces hay agua y a veces no”, dice la monja.
La hermana Annie también advirtió que las sanciones occidentales contra el gobierno de Assad están dificultando la vida de los sirios comunes: “Para nosotros en Siria ahora la situación no es tan buena en cuanto al estado económico. ¿Por qué? [En parte] debido a las sanciones… Los ingresos de la familia no equivalen a lo que necesitan para vivir a diario”.