La pedofilia y la Papafobia se han unido para gozo de El País y otros medios.
Rechazamos y nos duele toda injusticia, también toda hipocresía o sectarismo que, sirviendo a intereses ajenos a las víctimas, impida la reflexión, búsqueda y combate contra las causas de la pederastia, problema grave que parece, desgraciadamente, socialmente extendido. Un enorme pecado e injusticia que se debe juzgar civilmente, reparar y castigar, como ha reconocido el Papa.
Es hipocresía que los mismos medios que ensalzaban a Michael Jackson o que en sus anuncios promueven el comercio sexual con «aniñados» y «aniñadas» y que hasta hace poco invadían los hogares de pornografía (la Localia de Cebrián), ahora enfoquen todo su arsenal hacia
Es hipocresía que se presenten los abusos de un colegio laicista alemán con atenuantes del tipo: «Sin duda, la estricta cercanía entre educadores y estudiantes ofrece un entorno con riesgos más altos» (El País 9/4/2010). Al director, uno de los principales sospechosos en los casos de pederastia, se le mantuvo como asesor del Ministerio de Educación hasta 1999, pese a que el gobierno regional conocía estas acusaciones. El País encuentra atenuantes para el colegio laico (aunque se cuida al referirse a él más como «de élite» que laico).
Es hipocresía que la fuente principal del New York Times para su artículo contra el Papa haya sido el arzobispo emérito de Milwaukee, con el que Ratzinger se enfrentó precisamente por su homosexualidad practicante, según informa George Weigel, en First Things.
Es hipocresía que esos medios no hayan criticado a una institución confesionalmente pedófila durante los últimos años: un partido político que pedía, en Holanda, la liberación de la pornografía infantil y de las relaciones sexuales por consenso entre adultos y niños a partir de los 12 años.
Es hipocresía que algunos supuestos herederos de mayo del 68 sonrían cuando el ministro de cultura francés, Frédéric Mitterrand, en su libro autobiográfico La Mauvaise vie (La mala vida), confiesa haber viajado a Tailandia para tener sexo con chicos jóvenes de los prostíbulos de Bangkok. «Todo ese ritual de feria de efebos, de mercado de esclavos, me excita enormemente«, cita Vargas Llosa en su artículo «Desafueros de la libido», en El País (18/10/2009).
Es hipocresía que desde el partido gobernante se anime, por boca de su secretaria de Política Internacional, Elena Valenciano, a que se denuncien los casos, no en general, sino «en la Iglesia». Por lo visto, no importan otras víctimas: ni las de la escuela de kárate de Canarias, ni las del imán de Cartagena, ni las de los cascos azules en Costa de Marfil, Haití, Líbano, Liberia, Sudán o Congo, denunciado por Save the Children (La Jornada, 7/11/2009; EFE 13/8/2008), ni los casos de abusos de menores en centros bajo tutela del Estado en Cataluña, Andalucía y Madrid (informe de Amnistía Internacional en el que se denuncian violaciones y suicidios en esos centros, El Mundo 16/12/2010). Ella, Elena Valenciano, dijo bien claro «en la Iglesia», al igual que la ministra de justicia de Alemania que, por otra parte, se declara militante por la legalización de las relaciones sexuales entre adultos y adolescentes.
El domingo de resurrección, 4 de abril, El País titula en primera página: «El Vaticano se corrige y rechaza comparar la crítica al Papa con el antisemitismo«. Y el subtitular: «Los anglicanos ponen en duda la credibilidad de los católicos«. En interior, la noticia ya se titula: «Los anglicanos piden disculpas a los católicos tras criticarlos». Sorpresa. Es en el periódico del mismo día. Pueden volver a leerlo. Y es que el día anterior ya habíamos visto cómo el primado de la Iglesia anglicana se retractó casi inmediatamente de sus declaraciones. Pero para El País eso no cuenta a la hora de dar noticias sobre
Ha circulado la noticia dada por El País sobre el comentario del Papa al Ángelus del domingo 21 de marzo. El Papa no hablaba más que del evangelio correspondiente del día: «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra«. No mencionó para nada los escándalos de pedofilia. Repitió lo que es doctrina tradicional, diciendo: «Aprendamos a ser intransigentes con el pecado – ¡empezando por el nuestro! – e indulgentes con las personas«. El diario El País manipuló la noticia de tal modo que ofreciera la impresión de que el Papa estaba perdonando a los pedófilos. Para asegurarse de que la noticia fuera así entendida, saca a la tropa a repetir la misma canción, siguiendo la táctica nazi de repetir una mentira muchas veces para que acabe siendo verdad. El 27 de marzo, Tamayo manipula de esta manera en El País: «El propio Benedicto XVI ha llegado casi a exculpar a los clérigos pederastas al afirmar que hay que ser intransigentes con el pecado e indulgentes con el pecador, y que el que esté libre de pecado tire la primera piedra«. Siguen queriendo unir cosas que el Papa no ha relacionado, y además ignorando una parte importante: «¡empezando por el nuestro!» decía el Papa refiriéndose a la intransigencia con el pecado. Pero Tamayo además de omitir o manipular, cambia la frase inmediatamente después, y dice: «Ser indulgente con el pecado [es justo lo contrario de lo que dijo el Papa] en este caso lleva a la impunidad, y constituye una nueva agresión a las víctimas. Increíble pero cierto.
De esa noticia dada así por El País, han salido después ríos de tinta de otros medios criticando ese perdón del Papa a los pedófilos, dándolo por cierto. Todavía siguen con la misma mentira el 11 de abril, dice Javier Marías: Pero quizá la reacción más taimada ha sido la del propio Papa, quien ha quitado importancia a esos abusos recurriendo a la cita evangélica «El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra«. Juan Bedoya dice el mismo día 11 de abril: «El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra», se ha justificado Benedicto XVI