Sudán del Sur: caos, hambre y balas

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«En Sudán del Sur se corre el peligro de sufrir un genocidio. Escribirlo en letras grandes, para que alguien de la comunidad internacional intervenga ¡antes de que sea demasiado tarde!»

Este es el llamamiento lanzado a través de la Agencia Fides por una fuente de la Iglesia en Sudán del Sur, del cual omitimos el nombre por razones de seguridad.

«Cuando cesan los combates con armas pesadas, comienzan las masacres contra miembros del grupo étnico rival. Lo hemos visto demasiadas veces en otras ciudades de Sudán del Sur durante la guerra civil que se creía que había terminado con el acuerdo de paz de agosto de 2015, pero ahora los combates han estallado en Juba, la capital, y amenazan con sumir al país en un verdadero genocidio», explica nuestra fuente.

En Juba se están enfrentando los militares leales al presidente Salva Kiir contra los ex milicianos del primer vicepresidente Riek Machar, que se habían enfrentado entre sí en diciembre de 2013 y agosto de 2015.

En base de los acuerdos de paz, Machar se convirtió en vicepresidente con derecho a llevar a Juba a 1.500 guardaespaldas. El 8 de julio, se produjeron enfrentamientos entre las dos facciones, según informes de los medios, que se han cobrado hasta ahora la vida de unas 300 personas.

«El domingo 10 de julio, ¡fue un día terrible!», informa nuestra fuente. «Los combates estallaron a las 8.30 horas y se prolongaron hasta las 20 horas, cuando empezó a caer una fuerte lluvia en la capital. Tal vez el Señor tuvo piedad y los combates cesaron. Esta mañana los enfrentamientos han comenzado de nuevo, aunque en este momento parece que hay una tregua. Las tropas del gobierno usan armas pesadas y utilizan helicópteros para bombardear las posiciones rebeldes».

Se puede pasar varios días sin reparto de agua, con los mercados vacíos de comida en una ciudad que ya sufría hambre, con grupos de soldados borrachos que saquean con saña a los miles de civiles que huyen entre cuerpos desparramados. Algunas mujeres intentaban entrar en uno de los hoteles cercanos al aeropuerto, que posee una de las pocas piscinas que hay en Juba, para llenar su garrafa amarilla y poder beber. Así de desesperada se ha vuelto la vida en el Estado más joven del mundo, que no pudo celebrar sus cinco años de edad.

Esa es la estampa que se vivía ayer en las calles de Juba, la capital de Sudán del Sur. De fondo, los disparos de los tanques y las ametralladoras de los helicópteros. «Es lo de siempre, pero mucho peor», dice una cooperante española refugiada en su base, a la espera de que se abra el aeropuerto para poder evacuar el personal extranjero.

Estados Unidos, el gran promotor de Sudán del Sur hace cinco años, ha vaciado su embajada y ha dejado sólo al personal de seguridad.

El presidente, Salva Kiir, líder de la mayoría dinka, ordenó un alto el fuego general a las seis de la tarde. Es lo mismo que hizo el pasado sábado pero nadie le escuchó. El vicepresidente, su rival de etnia nuer Riek Machar, hizo exactamente lo mismo. La calma duró 90 minutos.

Las residencias de ambos eran atacadas por los soldados del otro bando. Una situación infernal e impredecible en un país con una economía quebrada. La guerra se está pagando con créditos y la solución del gobierno fue darle a la máquina de fabricar billetes durante meses.

Ban Ki Moon, que pidió un embargo de armas para el país y más recursos para la ONU («Necesitamos helicópteros de combate»), criticó a los señores de la guerra a los que la propia organización ha permitido continuar en el cargo: «Los líderes de Sudán del Sur han fallado a su gente. Pocas veces un país ha desperdiciado tantas promesas».

Pero en realidad Kiir y Machar no son los únicos que no han cumplido sus compromisos. Entre las causas de este estallido de violencia está, por un lado, el modelo fallido de gobierno de unidad impulsado por Naciones Unidas, que incluyó el traslado de parte de las tropas rebeldes nuer, con todo su armamento, a la capital junto a Machar. O sea, dos ejércitos enfrentados, desplegados en la misma ciudad con el convencimiento de que iban a respetar los acuerdos que nunca antes han respetado. Dos gallos en el mismo gallinero.

La segunda causa puede estar en el oscuro papel que juega el general Paul Malong, el todopoderoso jefe del ejército sursudanés, el que dicen que maneja los hilos del presidente. Para varios analistas se trata de un golpe de Estado contra Kiir y un golpe premeditado contra el enfermo proceso de paz. En cualquier caso, las tropas se matan entre ellas y saquean sin control y sin que nadie sepa muy bien a quién obedecen.

La situación del país.

El país más quebrado del mundo

Una inflación galopante. Los precios han crecido sin control hasta el 309% de inflación, el peor dato mundial por encima de Venezuela. Un dólar se cambiaba en 2011 a 3,5 libras sursudanesas. Hoy se cambia a más de 50.

Un petróleo regalado. Los métodos extractivos de sus enormes bolsas de petróleo son primitivos. Ante la bajada del 70% de los precios del barril, sale más rentable dejar el crudo donde está que intentar sacarlo. Además, el ministro de Petróleo fue destituido cuando se descubrió su inmensa fortuna.

Sin agua embotellada. El alto precio de la gasolina ha provocado que la mayoría de industrias paren. Una de ellas, imprescindible, es la del agua embotellada.

Sin potablilizadoras. Sin botellas de agua, la única opción pasaría por una potabilizadora y un sistema de saneamiento de aguas. El dinero para construirla llegó, pero su construcción se paralizó porque los fondos desaparecieron. Tampoco hay cerveza. Uno de los símbolos de la independencia de Sudán del Sur fue la apertura de la fábrica Southern Sudan Beverages, encargada de producir las «cervezas nacionales», la Nile Special y la White Bull. Tuvo que cerrar en medio de la guerra por falta de gasolina.

Hospitales sin medicinas. Los centros médicos están funcionando sin luz, ya que no queda fuel para los generadores que alimentan los quirófanos. Además, se quedan sin fármacos.

Aeropuerto sin luz. Pocas terminales africanas pueden competir en precariedad con la de Juba. Además, la torre de control suele ‘apagarse’ por falta de combustible día sí, día también. Cada vez menos compañías vuelan hasta allí.

La corrupción de los señores de la guerra que mandan en el país ha provocado que los donantes, la mayoría de EEUU, hayan acabado con las ayudas. el país se muere de hambre, pero sus dirigentes, una aristocracia cleptómana, viaja en ‘business’ y manda a sus hijos a Inglaterra.

El tesoro nacional, vacío. Antes de este rebrote de violencia el país estaba ya desangrado. La reserva nacional está vacía y sus contratos petrolíferos, vendidos a China.

Fuente: El mundo.es y Agencia Fides