Sudán invisible

2555

En el oeste del país, las fuerzas gubernamentales, los yanyawid y, en menor medida, los grupos políticos armados siguen perpetrando graves violaciones y abusos contra los derechos humanos de la población, ante la parálisis de la comunidad internacional. Los yanyawid aterran a la población con total impunidad, ensañándose con las mujeres, y masacrando pueblos enteros

Este verano, África y sus conflictos han sido de nuevo los grandes olvidados de los políticos, de los medios de comunicación y de los ciudadanos. Mientras los televisores introducían en nuestras vacaciones el horror que se vivía en Líbano e Israel, la gravísima situación que viven los habitantes de Darfur, una región tan grande como Francia en el oeste de Sudán, pasaba casi inadvertida.

Nadie escuchó este verano la voz de un habitante del pueblo de Bir Kedous, entrevistado por los investigadores de Amnistía Internacional. Contaba como gritaban los yanyawid, milicias nómadas aliadas con el Gobierno: «Hemos venido a matar a los esclavos negros». Contaba también como destruían todo: «Entraron en las casas y persiguieron a las personas que trataban de huir. Yo salí corriendo junto a un imán muy viejo. Le dispararon cuatro veces en la espalda y en la pierna. Incendiaron el pueblo. De cien casas sólo quedaron intactas diez».

Hoy, el Gobierno de Sudán está acumulando tropas (hasta 26.000 soldados) cerca de Darfur para, en teoría, proteger a la población civil. La situación, de puro trágica, es casi surrealista: las personas desplazadas en Darfur están absolutamente aterrorizadas ante la idea de que los mismos soldados que las expulsaron de sus hogares y poblaciones puedan ser enviados ahora, supuestamente para protegerlas.

Repasemos brevemente la historia de esta crisis de derechos humanos. A pesar del acuerdo de paz global firmado en enero de 2005 por el Gobierno sudanés y grupos armados, que puso fin a decenios de conflicto entre el norte y el sur, la situación de esta región sigue siendo dramática. El Acuerdo de Paz de Darfur, firmado en mayo de 2006 por el Gobierno y una facción de uno de los grupos armados operativos en la zona, el Ejército de Liberación de Sudán, es papel mojado, ya que se han recrudecido los enfrentamientos con otras facciones y grupos.

Allí, en el oeste del país, las fuerzas gubernamentales, los yanyawid y, en menor medida, los grupos políticos armados siguen perpetrando graves violaciones y abusos contra los derechos humanos de la población, ante la parálisis de la comunidad internacional. Los yanyawid aterran a la población con total impunidad, ensañándose con las mujeres, y masacrando pueblos enteros. Incluso en los campos de desplazados y de refugiados estos ‘hombres a caballo’ actúan sin que aparentemente nadie tenga la suficiente autoridad para poner freno a sus incursiones. Ni siquiera las mal dotadas fuerzas de la AMIS (Misión de la Unión Africana desplegada en la región).

En los últimos años, 85.000 civiles han sido víctimas de homicidios y más de 200.000 han muerto por causas relacionadas con la guerra. Más de dos millones de personas han tenido que abandonar sus hogares y viven en campos de desplazados internos o de refugiados en el vecino Chad. Más de tres millones y medio de personas dependen ahora de la ayuda internacional para sobrevivir. Estas cifras hablan por sí solas, pero no han bastado al parecer para que los poderosos de la tierra muestren diligencia a la hora de intentar impedir que la población civil de Darfur sea asesinada, expulsada de sus tierras, o que sean violadas sistemáticamente las mujeres y las niñas.

En estos momentos, además, el conflicto amenaza con regionalizarse, ya que las milicias yanyawid están realizando incursiones en el Chad, aliándose con grupos armados locales, para atacar a la población en el país vecino. Mientras tanto, desafiando directamente la prohibición del Consejo de Seguridad de la ONU de realizar vuelos de ofensiva militar sobre Darfur, aviones Antonov del Gobierno sudanés siguen bombardeando zonas bajo el control de quienes se oponen al Acuerdo de Paz. Hasta hoy, este Gobierno sólo ha mostrado desprecio por los civiles de Darfur, a quienes tiene la inexcusable obligación de proteger.

Las resoluciones de Naciones Unidas de los últimos años no se han aplicado, y las seis rondas de conversaciones que han tenido lugar a lo largo de casi dos años no han conseguido resolver el conflicto. A pesar de todo, la esperanza se reavivó el pasado 31 de agosto cuando el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 1706 que aprueba el envío de fuerzas de mantenimiento de la paz con un mandato bajo en Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas, suficiente para proteger a la población civil. Sin embargo, la aplicación de esta resolución cuenta con un obstáculo fundamental: el Gobierno sudanés tiene que aceptar el envío de tropas y, hasta hoy, todo apunta a que no tiene intención de admitirlas.

Amnistía Internacional y otras muchas organizaciones quieren que la tragedia humana de Darfur no sea invisible. Queremos, sobre todo, que el Gobierno sudanés sienta la presión de miles de ojos observando lo que hace y lo que no hace para proteger a su población. Queremos que no se crea impune. Debemos conseguir que acepte la Resolución de Naciones Unidas y permita la entrada en el país a los Cascos Azules.

Qué ironía: Darfur significa en árabe ‘hogar de los Fur’…; ya es hora de que los habitantes de esta castigada región sudanesa puedan volver a su hogar en paz y seguridad, y los perpetradores de tantas violaciones de derechos humanos sean conducidos ante la justicia.