Tarjetas de Navidad de UNICEF: fondos que sirven a la «cultura» de la muerte.

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Denuncia «Catholic Family and Human Rights Institute». En otras ocasiones, UNICEF se ha defendido de la acusación de promover el aborto afirmando que nunca ha tomado posiciones en este tema. Sin embargo, el informe del instituto estadounidense -cuyo objetivo es controlar lo que ocurre en la ONU- demuestra lo contrario remitiéndose principalmente a los documentos y campañas en los que UNICEF participa. Como ejemplo cita las «Líneas guía internacionales de la ONU sobre Sida y derechos humanos» (1998) -en cuya redacción participó también el representante de UNICEF-, que solicitan a los Estados la aprobación de leyes que «aseguren los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, incluido el derecho al acceso a todos los medios de contracepción, comprendido el aborto seguro y legal»… Igualmente, UNICEF -documenta el informe- financia los programas de organizaciones no gubernamentales como «Population Council», «International Planned Parenthood Federation» y «Marie Stopes International», conocidas por su labor de promoción del aborto y de objetivos del feminismo radical…

15/12/2003

NUEVA YORK, 12 diciembre 2003 (ZENIT.org).- El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha olvidado la protección de los niños anteponiendo la promoción del aborto, de la contracepción y de programas orientados a disminuir el papel de la familia, según denuncia un informe publicado por el «Catholic Family and Human Rights Institute» (C-FAM).

Por ello, en el informe publicado por C-FAM bajo el título «UNICEF: ¿Las mujeres o los niños primero?» se pide la reforma de la agencia de la ONU a fin de devolverla a su objetivo originario, esto es, la protección de la infancia.

En otras ocasiones, UNICEF se ha defendido de la acusación de promover el aborto afirmando que nunca ha tomado posiciones en este tema. Sin embargo, el informe del instituto estadounidense –cuyo objetivo es controlar lo que ocurre en la ONU– demuestra lo contrario remitiéndose principalmente a los documentos y campañas en los que UNICEF participa.

Como ejemplo cita las «Líneas guía internacionales de la ONU sobre Sida y derechos humanos» (1998) –en cuya redacción participó también el representante de UNICEF–, que solicitan a los Estados la aprobación de leyes que «aseguren los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, incluido el derecho al acceso a todos los medios de contracepción, comprendido el aborto seguro y legal».

Entrevistado por Zenit, el periodista Riccardo Cascioli, autor del libro «El complot demográfico», explica que la implicación del Fondo de la ONU para la infancia en estas campañas se remonta a 1987, «cuando UNICEF –junto a otras agencias de la ONU– dio vida a la «Iniciativa para la Maternidad Segura (Smi)», entre cuyas prioridades está precisamente la disponibilidad para todas las mujeres del aborto seguro».

El informe del C-FAM cita asimismo el «Manual Inter-Agencias sobre Salud Reproductiva en los Campos de Refugiados» (1995) que sostiene la necesidad de distribuir la «píldora del día después» (un abortivo que las agencias de la ONU denominan «contracepción de emergencia») entre refugiados y desplazados.

Precisamente la implicación de UNICEF en este programa está entre los motivos que impulsaron a la Santa Sede en 1996 a retirar, en señal de protesta, su contribución simbólica a la agencia de la ONU.

Igualmente, UNICEF –documenta el informe– financia los programas de organizaciones no gubernamentales como «Population Council», «International Planned Parenthood Federation» y «Marie Stopes International», conocidas por su labor de promoción del aborto y de objetivos del feminismo radical.

Ello implica la distribución de contraceptivos y la disponibilidad de «servicios» –como el aborto– también para adolescentes (frecuentemente dentro de programas de lucha contra el Sida), bajo la perspectiva de una «completa autonomía sexual de los adolescentes» evitando a los progenitores –según criterios de la ONU, la adolescencia empieza a la edad de 11 años–.

«Esta tendencia de UNICEF –aclara Cascioli– se inicia en 1995, con la llegada a la dirección de la agencia de Carol Bellamy, una encendida partidaria del aborto, nombrada por el entonces presidente estadounidense Bill Clinton».

«Con Bellamy, UNICEF ha cambiado gradualmente las prioridades de intervención desplazándolas de los niños a las mujeres», afirma Cascioli.

El informe de C-FAM pide, por lo tanto, una reforma de UNICEF que la devuelva a sus orígenes y advierte a los donantes –individuos y gobiernos– que vigilen el modo en que se emplean sus aportaciones.

En particular, se invita a los países donantes –Estados Unidos, Unión Europea y Japón, especialmente– a investigar seriamente las acusaciones contenidas en el informe –que incluye denuncias de administración improcedente– y a destituir de la cúpula de la agencia a los responsables de haber dañado gravemente su reputación.

 


Tarjetas de Navidad de UNICEF: fondos que sirven a la «cultura» de la muerte

Por Esther M. Sousa

Tarjetas de felicitación navideña con arte de renombrados artistas del arte religioso cristiano, son utilizadas en las campañas del UNICEF.

El UNICEF (United Nations Children=s Fund/Fonds des Nations Unies pour L=Enfance) vende tarjetas de navidad impresas en Canadá, y en ellas utiliza al reverso el lema: «El UNICEF que trabaja desde hace 50 años para la infancia, fomenta los derechos de todos los niños a una buena salud, a la educación básica y a la protección contra la discriminación, y contribuye a que todos estos derechos se respeten en tiempos de emergencia»(1). La mayoría del público no conoce TODO lo que hay detrás en la labor del UNICEF; éste fondo patrocina campañas de «salud reproductiva» y «educación sexual» para niños y adolescentes en el tercer mundo, incluyendo América Latina. Estos términos son eufemismos para ocultar los anticonceptivos, incluyendo los que son abortivos, y el aborto. UNICEF realiza estas campañas sobre todo en situaciones de desastre como constatamos después del terremoto del Salvador, y del gran deslave ocurrido en Venezuela, en cuyo Estado Vargas, uno de los más afectados, murieron miles de personas.

En Venezuela, el UNICEF distribuye unas cartillas de educación sexual hedonista llamadas «Aprendamos a hablar de sexualidad» junto con AVESA (Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa- representación de la internacional abortista IPPF en ese país). La difusión se lleva a cabo en las escuelas públicas y entre grupos de niños y jóvenes, algunos de escuelas privadas. El texto y los dibujos inducen a la experimentación y la actividad sexual, y al aprendizaje del uso de los preservativos y anticonceptivos desde tan temprana edad como los 10 años. Además promueve la masturbación y la posibilidad de la «elección» de la identidad sexual, confundiendo a los prepúberes y adolescentes, los cuales se encuentran en un período de crisis de identidad, natural durante la etapa del crecimiento. El falso mensaje principal de esos textos es la «protección de la salud» y «el aprendizaje de la sexualidad».

En El Salvador, la UNICEF junto al USAID (Agencia de ayuda internacional de Estados Unidos) imprimen y reparten los textos llamados «de adolescentes para adolesentes», entregados en ese país junto a las ayudas económicas cuando ocurrieron los terremotos a principios del 2001. Los desparpajados textos descubren la depravación sexual a los niños y niñas desde antes de la pubertad, para que vean con naturalismo el uso de los preservativos y los anticonceptivos al hablar desfachatadamente de la vida promiscua, la experimentación sexual, la prostitución, y al promover el «sexo seguro» incluida la masturbación. La gran mentira, además de la inmoralidad que promueven, es atreverse a asegurar que los preservativos «protegen» del SIDA y de las enfermedades de transmisión sexual, y que el uso de contraceptivos es «mejor» que quedar embarazada o que el aborto. En el fondo están haciendo «marketing» internacional para la industria que favorece la «cultura» de la muerte.

Muchas fundaciones privadas millonarias y benefactores individuales ricos se apantallan con la aparente «obra de caridad» que hacen los organismos de la «cultura» de la muerte en la «erradicación» de la pobreza, que no es otra cosa que matar a los más pobres, ignorantes y susceptibles en el Tercer y Primer Mundos.

Estas organizaciones globales de la ONU, la IPPF y sus afiliadas internacionales, y otras organizaciones a las que se les había reducido presupuesto del gobierno americano para esa labor de extinción, tienen la atención de aquellos que creen en la mal llamada «misericordia» de la eugenesia.

Hoy las personas no alcanzan a investigar a fondo lo que se está haciendo: control de la población a base de la extinción de la misma, el Estado ejerciendo un absoluto control de las personas y de su capacidad generativa, promoviendo o exigiendo aborto clínico, esterilizaciones, preservativos y los microabortivos (anticonceptivos). Los más afectados son los adolescentes, los pobres, los ignorantes de la realidad, y los que obsesionados por la promoción del «sexualismo» caen en su propia extinción.

Tales fondos en vez de educar y elevar a nuestros hermanos más jóvenes, más pobres y más susceptibles, a un nivel de vida mejor y más humano, los conducen a la muerte diciendo que es por caridad y por el bienestar de todos los otros. Y por eso hay unos cuantos millonarios que mantienen a estas organizaciones de la muerte. Estas organizaciones y aquellas personas que los ayudan económicamente, sean muy ricos o no, no aprecian ni confían en la capacidad que tiene el ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios, de aprender a vivir dignamente; no están a favor de la verdadera educación humana ni de apelar a la inteligencia del ser humano, ni creen en la llamada moral interior de cada persona a vivir lo que es bueno para la persona y la familia, y pretenden colaborar para cambiar globalmente las políticas y las leyes, despreciando la dignidad de sus hermanos, los más jóvenes, los más pobres, y los indígenas; con pretextos de «caridad». No se atreven a ser responsables por ellos, sino a utilizarlos para «marketing» de productos e ideas de muerte.

En las últimas reuniones cumbre de la UNICEF (2) también se discute el derecho de los menores de edad a la «salud reproductiva y sexual», utilizando un lenguaje que pone en duda que los padres y la familia sea el ambiente más propicio para la educación en temas de la sexualidad. Los padres son los mejores tutores para sus propios hijos, los conocen muy de cerca, personalmente, y desinteresadamente, no por sueldo, sino por la naturaleza de la paternidad y la maternidad. Pero UNICEF prepara así para un ambiente de anarquía para que un Estado totalitario, en que los tutores son empleados que no concibieron a nuestros hijos en el santuario del amor de los cónyuges y de la familia, y no los conocen ni los quieren mejor. Podría llegar a ser para la sociedad la frialdad impersonal y rígida del Estado Totalitario, el cual no ha dado nunca pruebas de ser mejor padre de «familia» para los miembros de nuestra sociedad, que sus mismos progenitores; pues es asunto extra-gubernamental, y el Estado sólo debe promover la educación auténtica y consolidar a la familia.

La verdadera Evangelización es Cultura de la vida y evita la guerra contra la vida y contra el ser humano; lo protege de la devastación de la familia, de la sociedad, y de la suya propia, desde las leyes.

Para la próxima Navidad, compre tarjetas de felicitación navideña de organizaciones católicas auténticas (3). (Anótelo en su calendario del 2002). No ayude a promover la «cultura» de la muerte. Protejamos a nuestros hijos y a la familia humana en todo el mundo.

Esther M. Sousa es la Directora Ejecutiva Auxiliar de Vida Humana Internacional.

Notas: 1. Lema en el reverso de tres tarjetas de Navidad del UNICEF: con portadas de Beato Angélico, Raphael y Franckel, impresas en Canadá. 2. Del análisis de los documentos del Comité Preparatorio para la Cumbre Mundial sobre la Niñez para la Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Niñez: «Un mundo justo para los niños», publicado el 29 de junio del 2001, por la Dra. Sofía Aguirre.