Tenías que pasar por encima de los cuerpos para reconocer a un familiar

2497

La denominada “revolución bolivariana” de Venezuela, ha sido incapaz en estos 15 años de resolver el drama que tienen que vivir los ciudadanos que pierden a un ser querido por violencia (más de 24000 al año el 90% sin resolver) o por accidente. El infierno comienza para ellos en las puertas de las morgues, donde el burocracia y la espera son una agonía.

En Venezuela existen 66 centros forenses, y de ellos 41 cuentan con morgues, pero la aglomeración de cadáveres es evidente y los trámites son muy lentos.

Hasta cuatro días o más pueden pasar las personas en esta intensa zozobra de saber cuándo podrán realizar el acto velatorio de su ser querido.

La Coordinación Nacional de Ciencias Forenses, mejor conocida como la morgue de Bello Monte, ubicada en la ciudad de Caracas, es uno de los mayores depósitos de cadáveres del país. En el mes de agosto ingresaron aproximadamente 337 cuerpos en la morgue ubicada en el municipio Baruta, de la capital venezolana.

La odisea que viven millones de venezolanos al realizar este paso es increíble. Al llegar a la morgue de Bello Monte, el fuerte olor a formol que emanan los depósitos donde se ubican los cadáveres, es a veces intolerable. Ello se debe a los numerosos cadáveres sin ser reclamados que se encuentran en las neveras de la instalación.

Pequeños grupos de personas se concentran en las afueras del recinto, esperando la llegada o la entrega de cuerpos. Alrededor de 50 cadáveres permanecen en la morgue, y muchas veces el tráfico de influencia es la mejor opción para retirarlos cuanto antes. Jazmín es una de las tantas personas que ha tenido que pasar por esta dramática situación.

Tras perder a su madre en un accidente de tránsito y trasladarla a un conocido hospital caraqueño, empezaron las horas de intensa espera para sus familiares y allegados. El proceso se inicio con el traslado al centro forense un viernes por la noche, lugar donde le informaron a Jazmín que asistiera al día siguiente para iniciar los trámites de retiro del cadáver.

Muy temprano del sábado, se dirigió a la morgue acompañada de otro familiar cercano a su madre. Fueron varios los documentos que le exigieron para poder sacar el cadáver. Mientras las horas pasaban, la encargada de informar a los familiares sobre los avances en el retiro del cuerpo, comentó que el proceso se había retrasado porque la documentación no estaba completa.

Otro día de espera

Fue un domingo por la tarde cuando informaron a Jazmín que podía ingresar a identificar el cuerpo de su madre, quien había pasado ya dos noches en la morgue.

Antes, la identificación de un cadáver era traumático para los familiares. “Tenías que pasar por encima de los cuerpos bañados en sangre, en situación insalubre”, explicó un trabajador del lugar que no quiso revelar su nombre. Hoy en día se realiza a través de una fotografía tomada por las cámaras internas en los sótanos donde se encuentran los cuerpos.

“Ni siquiera ha llegado el patólogo”, afirmó Jazmín, quien se enteró por un allegado a la morgue que en el lugar sólo trabaja un especialista dedicado a realizar los exámenes forenses. Ante la espera, que se hacía cada vez más larga y con la desesperación a cuestas, una simple llamada a un amigo que es miembro de la Fuerza Armada venezolana, resolvió el asunto cuatro noches después. En realidad, ese es un “lujo” con el que no cuentan la mayoría de los venezolanos.

Carmen Julieta Centeno, coordinadora nacional de Ciencias Forenses, informó que en Venezuela existen un total de 66 centros forenses, de los cuales 41 cuentan con una morgue. A pesar de ello, la aglomeración de cuerpos en esas instalaciones es evidente.

La localización de un cadáver en las morgues venezolanas es toda una odisea. Tener algún conocido dentro de estas instituciones parece ser la única vía para acelerar el proceso, de por sí doloroso y trágico para familiares y amigos.

El motivo de la muerte también influye en la celeridad de los trámites: la recuperación de los cadáveres de fallecidos de manera violenta siempre termina siendo la más lenta.

Fuente: diariolasamericas.com