El testimonio brindado, en la sede de Mundo Negro, por un cardenal católico y un imán centroafricanos nos ponen en un camino de esperanza en el contiente más expoliado y aplastado de la tierra. La riqueza de la familia africana y su experiencia de fraternidad y religiosidad sin la penetración de ideologías dañinas, son el futuro y el presente de países como Centroáfrica, que ha sufrido una guerra con muchos muertos y desplazados.
Mundo Negro ha concedido el Premio a la Fraternidad 2016 ex aequo al cardenal Dieudonné Nzapalainga, arzobispo de Bangui, y a Kobine Layama, imán de la mezquita central de la capital centroafricana, por su trabajo de diálogo y promoción de la paz en el país, inmerso en una grave inestabilidad desde que en marzo de 2013 las milicias de la Seleka tomaran el poder del país. A partir de ahí, la violencia se ha instalado en la nación con esta guerrilla y los milicianos anti Balaka como actores principales.
Los dos premiados, junto al pastor Nicolás Nguerekoyame, presidente de la alianza Evangélica de Centroáfica han mediado en numerosas ocasiones y han hecho posible que la ayuda humanitaria alcanzase a poblaciones vulnerables habitadas tanto por cristianos como por musulmanes.
Tanto para Nzapalainga como para Layama este itinerario no ha sido fácil, especialmente algunos de sus gestos. Uno de ellos tuvo lugar en diciembre de 2013, cuando las milicias anti-Balaka lanzaron una dura ofensiva contra Bangui para hacerse con el control de la capital. En apenas dos días murieron cerca de 1.000 personas, y buena parte de la comunidad musulmana tuvo que abandonar la ciudad. En ese contexto, Nzapalainga decidió acoger en su casa al imán Layama y a su familia. Estuvieron viviendo allí nueve meses. Este gesto fue duramente criticado por parte de las comunidades musulmana y cristiana, que no entendían esa forma de acogida y respeto mutuo. Sin embargo, ese gesto también llevó a que unos y otros conocieran a Nzapalainga y Layama como “los mellizos de Dios”.
A pesar del recrudecimiento esporádico de los combates en Bangui, los dos premiados trabajan día a día para convencer a toda la sociedad que es posible “tratarse como hermanos”, tal y como dijo el Papa Francisco en su viaje apostólico a República Centroafricana en otoño de 2015.
En la rueda de prensa ofrecida en la sede de Mundo Negro se repitió la frase «se puede dialogar sobre el mismo techo»
El Cardenal Dieudonné Nzapalainga (más joven de la iglesia católica) afirmó que nunca había habido problemas en su país, hasta que llegaron los yihadistas de fuera del país, y dejó este mensaje «la guerra no es religiosa, es militar y politica». Entre otras causas de esta situación, explicó como la política de los Seleka de tomar el poder, se filtró en zonas perifericas del pais, en algunos militares que querían ascensos y muchos ciudadanos que pensaron que Bangui (gobierno) les había abandonado (centralismo). «El problema no era ni es religioso, pero luego se deslizó hacia lo religioso por puro interés de manipulación ideológica». Luego llegó también la violencia de los anti-Balaka y el país se sumió en una guerra fratricida, «no podemos identificar a unos con los musulmanes ni a otros con los cristianos».
El prelado expuso que «la violencia viene de mano de la pobreza, el problema surge cuando quieres arreglar los problemas con la violencia… «
El prelado expuso que «la violencia viene de mano de la pobreza, el problema surge cuando quieres arreglar los problemas con la violencia… la violencia no tiene la última palabra, es la dulzura y la fuerza de la no violencia (la no violencia no es de débiles)». Destacó en su intervención que «la violencia es un engranaje de muerte»
«Ni el pastor (evangélico), ni el imán mandaron que se atacara, o se agrediera…» «Al contrario lo que hicimos fue abrir las puertas de nuestras casas, de nuestras parroquias y también de las mezquitas a los refugiados, por su puesto a riesgo de sus vidas»
Redacción Solidaridad.net
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