Tigray: 900.000 hambrientos esperan una tregua

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Una guerra olvidada por la Comunidad Internacional que se cobra miles de muertos y desplazados sin nada que llevarse a la boca.

“Durante ocho meses el conflicto parecía estar contenido en una parte pequeña de Etiopía, que alberga al 6% de la población, una zona estratégica, pero desde que los tigranos rompieron el cerco y retomaron el control de Mekelle, la capital, se ha extendido a las regiones de Amhara y Afar”, explica Murithi Mutiga, director de Proyectos en el Cuerno de África de International Crisis Group.

El pesimismo y la preocupación por la evolución del conflicto la comparten los analistas consultados, y no es difícil corroborarlo con los datos que las agencias de la ONU están aportando.

El 90% de la población de Tigray necesita ayuda humanitaria después de que las fuerzas gubernamentales quemasen los cultivos, matasen al ganado y robasen las semillas para la cosecha. Son 900.000 personas, incluidos 100.000 niños, los que se enfrentan a la primera hambruna desde los años ochenta.
La reacción del Ejército etíope a la recuperación militar de la región por parte del Frente de Liberación de la Población de Tigray (TPLF, en sus siglas en inglés), ha sido el bloqueo de las comunicaciones, la electricidad y del acceso a suministros, así como invitar a los soldados de la vecina Eritrea a incrementar sus efectivos en la zona. Además, el Gobierno etíope ha acusado a trabajadores humanitarios de haber armado a los combatientes del TPLF, y tras la muerte de 12 de ellos, organizaciones como Médicos Sin Fronteras han cesado su trabajo en el terreno.

Con el llamamiento del primer ministro Abiy para que “todos los etíopes capaces” se unan a una nueva ofensiva, la vía de la mediación política que frene una posible guerra abierta parece no existir. Hay más de 300.000 desplazados y los refugiados están entrando en países vecinos como Sudán que acaba de retirar a su embajador en Adis Abeba tras ser rechazada su oferta de mediación.

“Los peores pronósticos de los observadores se están cumpliendo. Tanto el Gobierno etíope como el TPLF deben darse cuenta de que este conflicto no se resolverá nunca mediante medios militares porque es un conflicto político histórico”, añade Mutiga. “Hace años que alertamos sobre el deterioro de la situación de los derechos humanos bajo el mandato del primer ministro Abiy en muchos lugares del país. La violencia por razones étnicas ha estallado en diez regiones, con asesinatos, desplazamientos, destrucción y pobreza”, explica Laeticia Bader, directora del Cuerno de África de Human Rights Watch.

En septiembre de 2020, la región más meridional de Etiopía convocó elecciones para el Parlamento de Tigray, desafiando al Gobierno federal que había anunciado que las elecciones se celebrarían en todo el país al final de la pandemia de Covid-19. Etiopía está compuesta por diez regiones y dos ciudades con gran autonomía, una división geográfica que suele coincidir con los grupos étnicos que las ocupan, y en la que es fácil que se generen tensiones por las reivindicaciones nacionalistas.

“Soy pesimista porque cuando movilizas a milicias que se organizan por identidades étnicas, luego deberás recompensarlas. Abiy se está auto-debilitando cada día y no veo puertas abiertas para la diplomacia”, asegura Michelle Galvin, miembro del Council of Foreign Relations y exembajadora de EE.UU. en Botsuana.

El TPLF, declarado “grupo terrorista” a principios de 2021 por el Gobierno etíope, reivindica la integridad del territorio pero no ha manifestado que sus peticiones tengan como fin la secesión.

Fuentes El País, BBC Mundo