¿Quien es responsable del hambre y las guerras, que asesinan a millones de personas todos los días por intereses económicos? ¿A quién beneficia este holocausto del Tercer Mundo? Hoy es técnicamente suprimible el hambre. Si los ciudadanos lo exigiéramos, se evitarían millones de muertes inocentes. Si no hacemos nada, como dijo aquel santo: CAIN SOY YO. Que este texto de Milani que recogemos a continuación nos ayude a educar nuestra conciencia.
¿Quién es responsable del hambre y las guerras, que asesinan a millones de personas todos los días por intereses económicos? ¿A quién beneficia este holocausto del Tercer Mundo? Hoy es técnicamente suprimible el hambre. Si los ciudadanos lo exigiéramos, se evitarían millones de muertes inocentes. Si no hacemos nada, como dijo aquel santo: CAIN SOY YO. Que este texto de Milani que recogemos a continuación nos ayude a educar nuestra conciencia.
Tener el valor de decir a los jóvenes que todos somos soberanos, que para ellos la obediencia ya no es una virtud, sino la más sutil de las tentaciones, que no crean poderse escudar ni ante los hombres ni ante Dios, que deben sentirse cada uno el único responsable de todo |
«Un delito como el de Hiroshima ha requerido un millar de corresponsables directos: políticos, científicos, técnicos, obreros, aviadores. Cada uno de ellos ha acallado su propia conciencia fingiéndose que esa cifra actuaba como un divisor de su propia responsabilidad. Un remordimiento reducido a milésimas no quita el sueño al hombre de hoy. Y así hemos llegado al absurdo de que el hombre de las cavernas que daba un garrotazo sabía que hacía mal y se arrepentía. El aviador de la era atómica llena el depósito del aparato que poco después desintegrará a doscientos mil japoneses y no se arrepiente. Si damos la razón a los teóricos de la obediencia y a ciertos tribunales alemanes, sólo Hitler debe responder del asesinato de seis millones de judíos. Pero Hitler era irresponsable porque estaba loco. Por lo tanto, aquel delito no ocurrió nunca porque no tiene autor.
Sólo hay un modo de salir de este macabro juego de palabras. Tener el valor de decir a los jóvenes que todos somos soberanos, que para ellos la obediencia ya no es una virtud, sino la más sutil de las tentaciones, que no crean poderse escudar ni ante los hombres ni ante Dios, que deben sentirse cada uno el único responsable de todo. De ese modo la humanidad podrá decir que en este siglo ha tenido un progreso moral paralelo y proporcional a su progreso técnico.»
Lorenzo Milani: «Carta a los jueces».