El relativismo imperante impone a los católicos la necesidad de defender sus derechos en la vida pública. El fin de las ideologías, que anunciaba un autor español, está sirviendo de contexto a un relanzamiento del viejo laicismo decimonónico.
Por José Luis Orella,
foro Intereconomía
El relativismo imperante impone a los católicos la necesidad de defender sus derechos en la vida pública. El fin de las ideologías, que anunciaba un autor español, está sirviendo de contexto a un relanzamiento del viejo laicismo decimonónico.
Los antiguos marxistas, son mensajeros de una nueva era, donde los principios del cristianismo universal, se verán sustituidos por una ética universal, adaptada al momento.
En este proceso inicial que vivimos, la presencia en la vida pública se hace obligada.
Las minorías creativas, en que nos hemos convertido los católicos, deben influir en una sociedad secularizada. El compromiso de formarse bien doctrinalmente, para poder actuar en la sociedad, en un derecho de supervivencia.
Sin embargo, los católicos representamos una amplia pluralidad de opiniones, que se reparten en diferentes opciones políticas.
El único modo de frenar la vuelta de un laicismo, pasado en el tiempo, es la unidad en los principios católicos, aunque respetemos la diversidad política de los electores católicos. De esta manera, varios países van consolidando mayorías parlamentarias transversales a sus formaciones, que defienden la defensa de la dignidad humana, por encima de la diferencia de siglas. En Chile, el Frente Parlamentario por la Vida, formado por diputados de la UDI, RN, DC y PR ha imposibilitado un avance de políticas contrarias a la vida. En Polonia, los miembros de la coalición gubernamental (PiS, LPR y Somoobrona) han reducido el aborto de 160.000 a 135 casos, contando con el apoyo del grupo de grupos de la oposición, PO y PST, en este caso. Del mismo modo, en Italia, parlamentarios de AN, FI, Lega Nord, UDC, del Polo de la Libertad; junto a miembros de la Margarita, de la coalición izquierdista gobernante, van cuajando relaciones para mantener una mayoría defensora de la dignidad humana.
A nivel del parlamento europeo, los eurodiputados católicos mantienen contactos en el mismo sentido. Aunque entre los españoles, sólo un eurodiputado suele votar de forma coherente.