En las últimas semanas, cientos de niños migrantes que se alojaban en refugios desde Kansas hasta Nueva York fueron despertados a mitad de la noche y subidos a autobuses con mochilas y refrigerios para un viaje a través de Estados Unidos a su nuevo hogar: una árida ciudad de carpas en un sitio desértico en expansión en el sur de Texas.
Hasta ahora, la mayoría de los niños retenidos por las autoridades migratorias federales habían sido alojados en casas de acogida privadas o en refugios, en donde dormían dos o tres en una habitación. Recibieron clases formales y visitas regulares de representantes legales asignados a sus casos de inmigración.
Ahora, en las filas de carpas de color arena en Tornillo, Texas, los niños están en grupos de veinte y duermen alineados en literas. No hay clases ni escuela: a los niños se les entregan libros de trabajo que no tienen la obligación de completar. El acceso a los servicios legales es limitado.
Estos viajes a medianoche se desarrollan en todo Estados Unidos, mientras al gobierno federal se le dificulta encontrar espacio para más de trece mil niños migrantes detenidos —la población más grande de todos los tiempos—, una cantidad se ha multiplicado por cinco desde el año pasado.
El tiempo promedio que los niños migrantes han pasado en custodia casi se ha duplicado desde el año pasado, de 34 a 59 días, de acuerdo con el Departamento de Salud y Servicios Humanos, que supervisa su cuidado.
Para manejar la población en aumento de los refugios, que han alcanzado cerca del 90 por ciento de su capacidad desde mayo, está en proceso un enorme “reacomodo”. Cientos de niños han sido enviados desde refugios en todo Estados Unidos al campamento al sur de Texas cada semana, sumando hasta el momento un total de 1600.
Fuente: New York Times