Un historiador episcopaliano denuncia el nuevo anticatolicismo en Estados Unidos.

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(Agencia ZENIT).- En Estados Unidos no hay anticlericalismo, se da más bien un anticatolicismo, o más bien, un regreso al antipapismo, denuncia el profesor de historia y religión en la Universidad de Pennsylvania

Lo más curioso es que Philip Jenkins no es católico, sino un episcopaliano, que hace esta constatación en un nuevo libro, «El nuevo anticatolicismo» («The New Anti-Catholicism»), en el que considera que, a diferencia con lo que sucede con el judaísmo o con el islam, los ataques a los católicos son permitidos.

En una entrevista concedida este martes al diario «Il Corriere della Sera», Jenkins reconoce que el anticatolicismo se ha dado siempre en Estados Unidos, «desde los primeros inmigrantes protestantes hasta el movimiento populista o al racista del Ku klux klan».

Considera, sin embargo, que los anticatólicos hoy «son sobretodo los intelectuales y los liberales. Se dice incluso que el anticatolicismo es el antisemitismo del hombre culto –explica–. Los demagogos atacan a los judíos, los hombres de cultura a los católicos. Es una paradoja, pues la Iglesia católica en Estados Unidos pide reformas sociales, desarme, paz, es decir, muchas de sus causas».

Según él, la causa de este anticatolicismo está en «la centralidad de los problemas sexuales en la sociedad estadounidense: el catolicismo es considerado antigay, antifeminista, etc. En el libro respondo, hasta el punto de que he titulado uno de los capítulos «La Iglesia odia a las mujeres» y otro «La Iglesia mata a los gays». Pero las acusaciones hacen mella en el público».

Jenkins aclara que la cuestión de los abusos de sacerdotes ha sido utilizada para profundizar en los prejuicios.

«Los abusos sexuales en la Iglesia católica no son más frecuentes que en las demás iglesias o que entre los maestros de escuela. Además, en muy pocos casos se trata de pedofilia, pues las víctimas han alcanzado o superado la pubertad. Los abusos son horrendos, son crímenes que hay que castigar y desarraigar, pero no hay que manipularlos».

Por lo que se refiere al anticatolicismo estadounidense, el autor considera que su versión particular es el antipapismo. «Recuerdo que hace años se descubrió un complot islámico contra él y los liberales se alegraron. No es la persona de Juan Pablo II, es la institución: su sucesor tendrá que afrontar la misma hostilidad».

«Es difícil que desaparezca el anticatolicismo, como es difícil que desaparezca el antisemitismo. La diferencia es que el antisemita en Estados Unidos es denunciado y obligado a guardar silencio. Temo que el anticatolicismo está tan arraigado que representa lo opuesto de lo que Estados Unidos quiere ser en un determinado momento. Estados Unidos cambia frecuentemente de idea: si se considera progresista, presenta el catolicismo como conservador, y viceversa».

De todos modos, Jenkins considera que el catolicismo crecerá más en Estados Unidos que en Europa.

En el viejo continente, explica, «la inmigración será sobre todo musulmana, en Estados Unidos, será sobre todo latinoamericana y asiática. Cambiará el aspecto del catolicismo estadounidense: será más étnico. Y uno de los cambios más grandes afectará a la Virgen: ahora, en América, su figura es secundaria; pero se convertirá en central».