A finales de marzo tuvieron lugar en Sevilla las V Jornadas D. Tomás Malagón con las que se conmemoraba el 25 aniversario de su muerte.
En esta ocasión el tema central de las jornadas fue: «La caridad política, una urgencia en la Iglesia de nuestro tiempo».
El laico tiene el deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad y como ciudadano del estado, está llamado a participar en primera persona en la vida pública.
El amor que se expresa en la preocupación por los asuntos comunes es la «Caridad Social» o «Caridad Política».
Lo propio del cristiano es reivindicar la política como moral, como defensa del débil, de la vida,… como lo no negociable.
En esta jornada, como en ediciones anteriores, la apertura estuvo a cargo de D. Carlos Amigo, Cardenal Arzobispo de Sevilla y en su intervención destacó la importancia de estar en los acontecimientos, siendo coherentes con la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia, defensores de la persona humana, huyendo del victimismo y sintiéndonos testigos de Cristo. El Cardenal hizo alusión también al drama del aborto sobre el que dijo que la mujer o la joven que queda embarazada, se ve sometida a una gran presión (social, familiar, mediática, política,…), a una auténtica violencia. Pero esa mujer que queda embarazada- aseguró- al final será madre de un hijo vivo o de un hijo muerto, si aborta; pero será madre.
A continuación J.Antonio Langa, como moderador realizó una introducción en la que recordó que D.Tomás junto con Rovirosa y Julián G. del Castillo centraron su labor apostólica en la promoción integral y colectiva desde los empobrecidos desde un profundo amor filial a la Iglesia. Ellos– dijo- entendían la Caridad política como la única opción posible para concretar su servicio a los hermanos y- añadió- que Caridad política y Solidaridad con los empobrecidos son las dos caras de una misma moneda.
Seguidamente dio la palabra a Oscar Lavín, sacerdote y experto en D. Tomás Malagón cuya ponencia llevaba por título «Implicaciones sociopolíticas en el Reino de Dios». Oscar Lavín afirmó que es un peligro de la cultura europea actual, el introducir el cristianismo en una ideología de valores. El problema sigue siendo la mística- aseguró. Con Jesucristo-dijo- nos encontramos con Dios en la Historia.
Tomó las palabras de D. Tomás al afirmar que » cuando miramos a Cristo, nada pasa desapercibido. El que naciera en un pesebre es fundamental».
Continuó defendiendo que el mensaje de Cristo es un mensaje político:»En una sociedad científico técnica la gran tentación es olvidarnos que el que liberta a los pueblos es Cristo encarnado en los conversos y en fidelidad con la Iglesia. Y a la vez en esa comunión entre los hombres, amasada desde la conversión a Cristo hay una triple comunión que es con los empobrecidos».
Lavín, recordó que los auténticos protagonistas de la historia y que han hecho avanzar la historia hacia la solidaridad, hacia una mayor comunión han sido los pobres. Según D. Tomás» la mejor forma de hacer sociedad es hacer Iglesia».
Después de finalizar esta primera ponencia tomó la palabra Carlos Llarandi que desarrolló el tema: Caridad Política: principal servicio a los empobrecidos.
En su intervención defendió la Caridad Política como criterio supremo de la que surge el deber por el bien común; y son lo social, lo público y lo político el campo privilegiado de la Caridad.
Esto supone -dijo- que lo específico de los laicos es la acción política y por tanto, de ningún modo pueden abdicar de ella. El laico- continuó– tiene el deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad y como ciudadano del estado, está llamado a participar en primera persona en la vida pública.
Definió así que el amor que se expresa en la preocupación por los asuntos comunes es la «Caridad Social» o «Caridad Política».
Hizo mención de la defensa que el Papa Benedicto XVI hace en su encíclica Deus Caritas sobre la dimensión social y política de la fe ante el enfrentamiento de las actuales corrientes que buscan arrinconar lo religioso en el recinto de la conciencia individual, reeditando las pretensiones de un arcaico laicismo.
Insistió en que el fin de la caridad política es la justicia y recordó una frase del actual Papa que dijo en una ocasión:»un estado que no practica la justicia es una banda de ladrones».
En su intervención también desarrolló el tema de la dignidad de la persona, sus derechos y deberes. Y expresó que la defensa de los derechos fundamentales de la persona y el cumplimiento de los respectivos deberes es una base sin duda necesaria para la convivencia y ésta debe estar basada en la amistad civil y en la fraternidad.
Otro punto de su exposición trató sobre la autonomía de lo político y lo religioso, vivir la tensión- dijo- entre las dos esferas globalizantes del ser humano: la política y la religión. Y por ello –argumentó- que ningún partido político se proponga como el único, exclusivo, obligatorio,… para los cristianos; que no se creen partidos como brazo de la iglesia en el campo político; que ningún partido reclame el apoyo de la iglesia para su política. La iglesia no tiene «una solución» a los problemas políticos, pero los laicos cristianos deben buscarla conforme a la fe y deben ser siempre «críticos» desde la fe dentro de esas organizaciones. Sobre una base moral común- aseguró- se admite un pluralismo de opciones políticas entre los cristianos.
Recordó que la Iglesia , a través de sus diferentes documentos, viene denunciando un relativismo moral que sustenta un totalitarismo: el poder de los fuertes impone una «moral» que justifica la muerte de los débiles y así, por ejemplo, se discute el concepto mismo de dignidad misma de la persona según el interés del fuerte.
Por eso – continuó- el magisterio advierte que no cabe pluralismo entre cristianos cuando este es de opciones morales, y subraya por ello que hay cuestiones que no son negociables. Lo propio del cristiano es reivindicar la política como moral, como defensa del débil, de la vida,… como lo no negociable.
Bajo apariencia de tolerancia y pluralismo, se nada en el relativismo. Consecuencia inevitable: se derogan, en nombre de la mayoría, los derechos más fundamentales. La verdad, es entonces, acomodada a los decretos que brotan de la voluntad de los más fuertes. Tanto la experiencia histórica como la reflexión filosófica nos muestran que no es posible pensar la democracia en un sistema político en el que Dios haya sido suprimido. Una concepción solidaria del hombre rechaza una perspectiva individualista y exige un cambio de mentalidad. Caridad política nos lleva así a preguntarnos por las causas de los problemas humanos, especialmente los de los pobres, a denunciar los mecanismos que los provoca y a transformar el mundo institucional al servicio del hombre.
La caridad política exige, por tanto, la asociación de los fieles laicos y no una asociación cualquiera, sino una asociación militante cristiana.