Desde 1999 con la llegada del chavismo al poder, en Venezuela se inició un proceso de transformación en todos los órdenes. Han sido cambios que lejos de contribuir al desarrollo del país y a la mejora de la calidad de vida de sus habitantes, lo han conducido a la tragedia que buena parte de la comunidad internacional ya conoce.
Editorial revista solidaria Autogestión.
Uno de estos órdenes que ha sido trastocado de manera significativa y que ha sido determinante como causal de la dura realidad que hoy viven los venezolanos, es la política o, mejor dicho, la forma de ejercerla. La palabra política, igual que democracia, Derechos Humanos e instituciones que son inherentes a ella, son palabras vacías, carentes de contenido y significado práctico. Desde que se instauró el actual régimen, el ejercicio de la política, nunca ha tenido como fin la búsqueda del bien común, servir a la persona y mejorar sus condiciones de vida, sino la búsqueda del poder por el poder.
Se ha dicho que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Eso es lo que ha pasado en Venezuela
Se ha dicho que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Eso es lo que ha pasado en Venezuela. Una élite que no sólo se ha corrompido a sí misma, sino que ha corrompido a funcionarios públicos, líderes y operadores políticos, empresarios y miembros de la fuerza armada nacional para hacerlos sus cómplices y colaboradores. Todo esto ha sido posible por los abundantes recursos económicos que ha ingresado al país y que han manejado a discreción y al secuestro de las instituciones públicas que han utilizado para su proyecto político.
Una muestra de ello es la total concentración del poder en el Estado, lo que equivale a decir, en el gobierno cuya cabeza visible es el presidente de la república junto a la cúpula de su partido. Por tanto, Estado, gobierno y partido son una misma cosa. Aquí se pone de manifiesto aquella expresión del rey francés Luis XIV que luego repitió Hugo Chávez: “El Estado soy yo”. Haciendo una analogía de dicha expresión sería: el Estado somos nosotros.
Cuando el Estado se hace todopoderoso es porque la sociedad se ha debilitado. De ello se ha encargado el régimen durante dos décadas y media, utilizando como estrategia el empobrecimiento de la población, el asistencialismo, la supresión de partidos políticos y asociaciones civiles, incluidos los sindicatos, así como la creación de leyes que limitan la libertad de expresión y la criminalización de la protesta aun siendo estos, derechos constitucionales.
La situación de pobreza, desempleo, bajos salarios, inflación, y deterioro de los servicios públicos sumado al miedo por la represión y persecución de todo aquel que adverse al régimen, hacen que el pueblo no se organice, que no se movilice, que no piense; la vida se les va en buscar cómo sobrevivir o en última instancia emigrar. Por tanto, el protagonismo de la sociedad en los asuntos públicos es casi nula.
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La situación se ha agravado a partir de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024 en las que el régimen desconoció la voluntad popular. Si bien es cierto que esto ha causado una mayor frustración, desesperanza, rabia y hasta depresión en parte de la población, en el fondo hay una resistencia callada. La pasividad y el silencio del pueblo venezolano no significa entrega, sino que es un pueblo con vocación democrática, así lo ha demostrado en todos los procesos electorales, aunque luego estos, no hayan servido más que para socavar progresivamente las bases de la democracia y, lo reafirmó en esas elecciones del 2024. En esta última expresó su descontento y deseo de acabar con el mal que le oprime. También se ha demostrado que cuando un pueblo se une en un mismo sentimiento, en un mismo objetivo, puede lograr lo inimaginable, y en los últimos eventos electorales que ha convocado el régimen en un intento por legitimarse, el pueblo no ha participado, Con ello ha dicho no a la usurpación, aunque el régimen diga lo contrario.
En medio de este panorama que se ha descrito, entra en juego otro factor: la reciente decisión del gobierno de los EE. UU., de emprender una arremetida contra la cupula del regimen, acusandolos de ºnarcoterroristas que anenazan la seguridad del país norteamericano, por lo que han desplegado un poderoso contingente militar en el Caribe. Su objetivo no se conoce. Lo que si es cierto es que muchos venezolanos ven en esta acción la oportunidad para salir del régimen. Está por verse.
Estas son razones por lo que la esperanza no se debe perder. Como dice el papa León XIV: La opresión se disfraza de autoridad y no hay verdadera autoridad sin obediencia a Dios… Toda autoridad que no sirve se destruye a sí misma.
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