En Iberoamérica el Covid está siendo la cuartada perfecta para debilitar democracias formales y fortalecer dictaduras como la Venezolana y Nicaraguense. En Brasil el negacionismo y populismo establecido ha sido otra manera de ocultar la verdad de la pandemia y del país. En muchos países la economía informal, está encerrada en un campo de concentración, y muchos cuestionan su confinamiento porque tienen que salir todos los días a buscarse un trozo de pan.
Son en definitiva, disposiciones de excepción o huídas hacia adelante, que lejos de plantear garantías de suministro de insumos y/o alimentos facilitan la acción represiva y el populismo extremo. Recorte de libertades, si es que quedaban algunas en las dictaduras del cono sur.
Es evidente la necesidad de confinamiento y aislamiento desde el punto de vista sanitario, pero para los empobrecidos sometidos por el desempleo (empleo informal) y deuda, muchas de estas medidas han sido diseñadas para callar sus bocas, para atar sus manos (políticamente hablando).
La actual situación puede empeorar, especialmente tras la oleada de estallidos sociales de 2019. Todo puede complicarse si sumamos el previsible colapso económico y la ineficiencia de las administraciones para afrontar el COVID-19, de modo que se incrementaría la ya elevada desafección hacia la política institucional.
Por ahora, Iberoamérica se enfrenta una pandemia que golpea prácticamente a todas las economías regionales. La ruptura de las cadenas globales de suministro en el sector manufacturero ha dejado sin insumos a las empresas locales, especialmente por la caída en la demanda global de materias primas y manufacturas exportadas. También ha bajado el precio del cereal, del petróleo o del cobre, junto con el desplome del turismo y la fuga de capitales.
El precio del petróleo ha disminuido a su nivel más bajo en 18 años y la CEPAL augura un decrecimiento del 2% y un desempleo que subirá en unos 10 puntos. Esto aumentaría la pobreza de 185 millones a 220 y la pobreza extrema de 67,4 millones a 90.
Esto va a multiplicar la pobreza en los países más afectados en situaciones como la venezolana, o también la situación económica generada por impagos internacionales de la deuda y fuga de capitales; véase sino el
default argentino.
Por ejemplo, en Venezuela el dilema es morir de hambre o ir a la carcel por buscar un mínimo sustento diario. Con una Canasta Alimentaria que, según el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cenda), se ubicó en marzo en 355 dólares, su sueldo mensual no le alcanza para que su familia coma ni un día.
A pesar que la pandemia es un mal que está viviendo el mundo entero, no en todos los países se vive igual. Venezuela ya cumple más de un mes en cuarentena con una población que apenas logra sobrevivir del día a día, y un desgobierno que tiene que ¡traer gasolina de Iran!
Según el último estudio publicado por la consultora venezolana Ecoanalítica, el 64,3% de las transacciones en Venezuela se paga mediante divisas, siendo el dólar, la principal moneda de cambio en el país caribeño.
Los precios de los productos también se marcan en dólares y su valor, en algunas ocasiones, incluso supera el precio de los referentes internacionales. Por esta razón, conseguir dólares en Venezuela es vital para poder sobrellevar la nueva dinámica nacional.
Con un sueldo mínimo que apenas llega a 1,3 dólares, el venezolano mira en la informalidad la opción que necesita para transar con divisas. Así pueden entrar en la dinámica de cobrar en dólares.
En estos momentos los países enriquecidos no pueden mirar con displicencia a Iberoamérica; una situación con la que han colaborado y de la que se han beneficiado.
(No solo EEUU y Europa, sino también países como Rusia y China, por supuesto)
Si más democracias se deterioran en Iberoamérica, el continente corre el peligro de convertirse en un terreno preparado para ser desvalijado hasta el extremo.
Luis Antúnez