Colección de PARABÓLAS: “HUELLAS SOBRE LA ARENA”, “PARÁBOLA DE DIÓGENES”, “DE LOS PASOS PERDIDOS”,”DE LAS TRES MARIPOSAS”, “DEL PAPÁ SORPRENDIDO”

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PARÁBOLA DE LAS HUELLAS SOBRE LA ARENA.

Señor, tú me dijiste una vez que si decidía seguirte, caminarías siempre conmigo. Sin embargo, he notado que durante los momentos de mi vida en que tenía más dificultades y problemas tan sólo existía un par de huellas. No comprendo por qué cuando más te necesitaba más me abandonabas».

Hijo, nunca te he abandonado. En los momentos de angustia y dolor, cuando tú has contemplado tan sólo un par de huellas, eran los momentos en que yo te transportaba en mis brazos.

PARÁBOLA DE DIÓGENES

«¿Qué dos cosas me pedirías?» preguntó el rey al sabio. » Una, dejar que diga la verdad; otra, un caballo para salir corriendo». No hagas como aquel político que presumía de verdaderamente hábil porque al llegar a una encrucijada tomaba a la vez dos caminos.

Por dura que sea, la verdad es la verdad. Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas cuando le vio el filósofo Aristipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey: » si aprendieras a ser sumiso al rey, le dijo Aristipo, no tendrías que comer esa basura de lentejas». » Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, le replicó Diógenes, no tendrías que adular al rey».

PARÁBOLA DE LOS PASOS PERDIDOS

«Una noche desperté oyendo un ruido insistente, que no cesaba. Era el vecino de arriba que andaba de un lado para otro, y sus pasos resonaban en el techo. ¡Aquello era insoportable! Me estaba poniendo cada vez más nervioso! Y no podía dormir. Aquellos pasos me obsesionaban. Eché una ojeada al reloj: las dos de la madrugada. Entonces fue cuando me indigné. Tenía que madrugar para ir al trabajo y necesitaba descansar y dormir. Y el vecino paseándose arriba y abajo sin parar y sin la más mínima consideración. Como no se podía hacer nada me puse a maldecidlo, a quererle mal. Y pensaba: mañana subiré arriba y le partiré la cara. En aquel tiempo era joven y podía hacerlo.

Al día siguiente subí al piso de arriba y fue entonces cuando me enteré de que el hijo de mi vecino había muerto aquella madrugada y que, durante toda la noche, aquel padre afligido había paseado en brazos a aquel pobre niño, consumido por la fiebre, como para impedir que se muriera, como para infundirle vida, insuflarle vigor, hacerle llegar su ternura, para que el niño no sufriera tanto.

PARÁBOLA DE LAS TRES MARIPOSAS

Tres mariposas amigas vieron cierto día una lámpara de luz en una vivienda. La curiosidad por saber qué era aquello que brillaba como el sol, pero que no era el astro les hizo entrar en aquella habitación.

La primera, intrépida, se acercó a la bombilla. Enseguida regresó diciendo: «no he podido saber muy bien qué era, porque aquello me cegaba». Mantendré la distancia hasta saber más.

La segunda, más atrevida, se acercó más y casi se quema imprudentemente las alas: «es horrible, casi me destroza mis alas»

La tercera mariposa se acercó más y más hasta quedar atrapada por el calor de la bombilla y arden con ella, carente de toda prudencia. La luz en aquel momento se volvió más intensa durante algunos segundos.

La única que fue capaz de describir la bombilla fue la primera, al guardar una distancia adecuada frente a ella: ni demasiado lejos que no la viera, ni demasiado cerca que se quemara. Por eso la antítesis del guardar las distancias con prudencia es el litigio, la fricción, el choque y el desgaste permanente, como se ve en la parábola de los dos gatos y el mono.

PARÁBOLA DEL PAPÁ SORPRENDIDO

Cierto padre estaba siendo continuamente molestado por su hijo: para distraerle, agarra de un viejo atlas un folio donde se encuentra todo el mundo con los Estados y las ciudades a escala muy reducida. Lo parte en pequeños trocitos y se lo entrega al hijo para que componga aquel puzle improvisado: » le llevará mucho tiempo», piensa. Tras algunos minutos el niño vuelve con el mundo articulado perfectamente: ¿Cómo has sido capaz de hacerlo tan deprisa? Pregunta asombrado el padre. «Muy fácil, papá. En el reverso estaba dibujado un hombre. He reconstruido primero aquel hombre y el mundo se ha ido arreglando por sí solo».