La Jornada del Migrante fue inventada por un Papa

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La jornada del 18 de diciembre, fue proclamada en el año 2000 por la Asamblea General de la ONU Día Internacional del Migrante. Sin embargo, existía mucho antes el llamado «Día del Emigrante», instituido por Benedicto XV, que fue llamado «el Papa de la paz».Celebrada por la ONU, había sido convocada por Benedicto XV.

ROMA, martes, 18 diciembre 2007 (ZENIT.org)

La jornada del 18 de diciembre, fue proclamada en el año 2000 por la Asamblea General de la ONU Día Internacional del Migrante. Sin embargo, existía mucho antes el llamado «Día del Emigrante», instituido por Benedicto XV, que fue llamado «el Papa de la paz».

El 13 de enero, la Iglesia sigue celebrando la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que tiene su origen en aquella iniciativa del papa Giacomo della Chiesa.

La elección de la fecha de la ONU se debe a que, diez años antes, el 18 de diciembre de 1990, se había aprobado la convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migrantes y de sus familiares. La Asamblea destacó la necesidad de seguir tratando de asegurar el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos los migrantes.

Se calcula que este fenómeno creciente ha hecho que unos 130 millones de personas en el mundo vivan fuera de sus países de origen.

La Iglesia celebra cada año su jornada en recuerdo de la iniciativa de Benedicto XV, cuyo inicio de pontificado en 1914 coincidió con el estallido de la I Guerra Mundial. Los desastres de la guerra traen consigo, entre otras lacras, el desplazamiento forzado de las poblaciones. Y aquel Papa se desvivió por atender a las víctimas y nombró en Italia un obispo dedicado a atender a los prófugos.

Son todavía muchos los conflictos que generan migraciones y desplazamientos forzados pero a ellos se añaden los flujos de población por causas económicas. El hambre y las situaciones de vida infrahumana empujan sobre todo a los jóvenes a afrontar el riesgo de forjarse una vida mejor fuera de sus fronteras.

El 13 de enero la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, aunque en algunas regiones del mundo la jornada cambia de fecha por diversas circunstancias. Las conferencias episcopales en cada país eligen el día apropiado.

Algunos países americanos la celebran asociándola al mes de la Biblia, dado que el pueblo de Israel fue peregrino y vivió la experiencia de ser extranjero. En ellos, la Iglesia celebra la jornada en diversos días del otoño.

Benedicto XVI hizo público su mensaje para la 94 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado el pasado 28 de noviembre.

El tema de este año invita a reflexionar en concreto sobre los jóvenes migrantes. «El amplio proceso de globalización del mundo –escribe el Papa– lleva consigo una necesidad de movilidad que impulsa también a muchos jóvenes a emigrar. Y como consecuencia de esto, la juventud dotada de los mejores recursos intelectuales abandona a menudo los países de origen, mientras en los países que reciben a los migrantes rigen normas que dificultan la efectiva integración. Las instituciones públicas las organizaciones humanitarias y también la Iglesia católica dedican muchos de sus recursos para atender a estas personas en dificultad».

Los jóvenes migrantes son particularmente sensibles a los problemas derivados de la llamada «dificultad de la doble pertenencia». Y entre ellos, –señala Benedicto XVI–, están las jóvenes, más fácilmente víctimas de la explotación, de chantajes morales e incluso de toda clase de abusos. Y también los adolescentes y los menores no acompañados, que constituyen una categoría en peligro. Estos chicos y chicas terminan con frecuencia en la calle, abandonados a sí mismos y víctimas de explotadores sin escrúpulos».

Por su parte la actual jornada de la ONU, dedicada al mismo tema, es una oportunidad, según afirman diversas organizaciones no gubernamentales, para, entre otras cosas, reconocer la aportación que millones de inmigrantes han realizado por el desarrollo y por el bienestar en muchos países del mundo; pedir el fin de todas las formas de abuso y violencia realizadas contra ellos, así como contra sus familias; invitar a todos los gobiernos del mundo a ratificar la Convención de la ONU sobre los Derechos de los Trabajadores Migrantes.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 dice que todas las personas tienen el derecho a movilizarse libremente en su país o fuera de él (artículo 13.2) y a escoger libremente el lugar donde quieren vivir y trabajar.
Existen leyes también que señalan que cada país tiene el derecho de controlar quién entra en su territorio. Sin embargo, los migrantes están protegidos por una serie de derechos reconocidos internacionalmente, entre los cuales figuran: seguridad y beneficios sociales, reunificación familiar, derecho a circular libremente por el territorio del país de destino y a recibir un trato igual al que reciben los trabajadores nacionales, así como a crear sindicatos.

La actual jornada de la ONU, junto al texto ya conocido de Benedicto XVI, son un buen preámbulo al próximo 13 de enero en que la Iglesia sigue recordando fielmente desde hace casi un siglo a los migrantes y refugiados, víctimas en muchos casos de un mundo injusto, y que fueron preocupación principal de llamado «Papa de la paz».