La POESIA es una arma cargada de futuro, AYER y HOY

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Europa, 1948. Plena posguerra.El viejo continente no se reconoce en sus propias ruinas, en su propia destrucción. Como sombras inquebrantables, el hambre y la miseria asolan a la población, porque el pueblo es siempre el único y verdadero vencido de todas las guerras…
La POESIA es una arma cargada de futuro, AYER y HOY

AYER

Yo, poeta, declaro que escribir poesía
es decir el estado verdadero del hombre.

Agustín Millares Sall

Europa, 1948. Plena posguerra.

El viejo continente no se reconoce en sus propias ruinas, en su propia destrucción. Como sombras inquebrantables, el hambre y la miseria asolan a la población, porque el pueblo es siempre el único y verdadero vencido de todas las guerras. El fantasma del recuerdo del horror sigue recorriendo calles y plazas. Lo corazones todavía se ahogan al evocar batallas, campos de concentración y exterminio, ataques y bombardeos, donde se amontonó el cadáver sobre el cadáver, como hoja sobre hoja de otoño. La siembra de la muerte en Hiroshima y Nagasaki había puesto de manifiesto, casi al fin de la guerra, «brillantemente» de nuevo, la sinrazón humana. El mundo ha quedado dividido en dos bloques antagónicos, enfrentados bajo la permanente amenaza atómica.

1948 es también el año de la publicación del ensayo ¿Qué es literatura?, del filósofo y escritor francés Jean-Paul Sartre, cuyo pensamiento es calificado como existencialista ateo. Este texto es, sin duda, uno de los más importantes de la Teoría Literaria del siglo XX, en el que el autor formula su teoría del compromiso literario.

El compromiso es uno de los temas fundamentales del pensamiento existencial. Para Sartre, el hombre no es una cosa «en sí» (en-soi), sino una conciencia, un «para sí» (pour-soi). Este hombre carece de esencia o naturaleza, es él quien debe hacerse a sí mismo, eligiéndose libremente en cada acto que realiza. Por lo que Sartre entiende la creación literaria como un «acto moral y responsable», como una ación «útil».

La aparición de este ensayo resulta ser decisiva para el nacimiento de la llamada Poesía social o Poesía comprometida. Se dota a la literatura de una nueva función. Ser instrumento transformador de la realidad.

Tras la trágica experiencia de la Guerra Civil, España se enfrenta a la más dura posguerra. No es sólo grave la situación de hambre, enfermedad, miseria…, el estado social del país se halla seriamente dañado. La sociedad española está deshumanizada, hermanos divididos en vencedores y vencidos, sufriendo la represión y la opresión , viviendo diariamente la violencia y la crueldad. Situación que bien supieron retratar autores como Cela o Ana Mª Matute, en obras como La familia de Pascual Duarte o Los niños tontos.

La contienda había frenado de manera forzada la producción literaria. También quebró para siempre la voz de algunos autores que encontraron en ella la muerte (Lorca, Miguel Hernández…) o el exilio, el triste destino de ser olvidados por la tierra que les vio nacer y por la que después lloraron.

Durante la inmediata posguerra la poesía española toma distintos derroteros. Tradicionalmente es dividida en Poesía arraigada y Poesía desarraigada. Dentro de la primera se sitúan los poetas que se adhirieron al Régimen Franquista y se refugiaron en el «garcilasismo».

Los poetas desarraigados, por el contrario, se oponen al nuevo orden El eje de su poesía es el problema del hombre, la existencia, el ser, Dios… Pero, poco más tarde, en la década de los cincuenta, esta poesía experimenta una evolución: de la angustia existencial del primer momento estos poetas pasan a un acercamiento al sufrimiento colectivo. Su poesía va «del yo al nosotros».

Nace una nueva poesía, pues el poeta toma conciencia de la realidad histórico-social de España y manifiesta una honda voluntad de humanización y de historicidad. La poesía se convierte en testimonio y denuncia, en instrumento para transformar el mundo, en «un arma cargada de futuro», como dijera Gabriel Celaya.

Algunos de estos poetas son: José Hierro, Eugenio de Nora, José Mª Valverde, Victoriano Crémer, Ramón de Garciasol, Miguel Labordeta, Ángel González… Pero entre todos, destacan las figuras de Blas de Otero y Gabriel Celaya. La obra de estos autores está ligada a la obra de grandes poetas pre y anti-franquistas, como Antonio Machado y Miguel Hernández.

Un tema no nuevo domina toda su poesía: España, enlazando así con el Grupo del 98, aunque su tratamiento es más político. En sus poemas aparece también la solidaridad, el mundo del proletariado, la represión política, las injusticias sociales, la lucha por la libertad…

Tienen la voluntad de llegar a la mayoría, «a la inmensa mayoría», según diría Blas de Otero, evocando la idea contraria de Juan Ramón, para despertar conciencias. Por ello existe la necesidad de hablar claro, la oscuridad es «defecto de expresión», por lo que se acercarán a la expresión cotidiana. La palabra, como dice José Hierro, debe ser «justa, precisa, insustituible, fiel a la idea que expresa.»

La preocupación estética queda pospuesta. La palabra no debe exhibirse, no debe buscar deslumbrar a lector. La poesía no puede ser un lujo, es trabajo, obra necesaria; por lo que se ataca a los poetas estilizantes, cuyos poemas estaban dirigidos a una minoría de la sociedad.

En esta voluntad de acercarse a la mayoría, algunos autores, en ocasiones vulgarizan demagógicamente el lenguaje. Este es el argumento principal utilizado por quienes rechazan globalmente esta poesía. Pero estos críticos olvidan, o quieren olvidar, innumerables aciertos expresivos, espléndidas formas, la innegable calidad poética de obras como las de Otero o Celaya, así como las posibilidades y valores poéticos que, el trabajo de esta poesía sobre el lenguaje cotidiano, descubre.

Tampoco se tiene en cuenta el más grave problema al que estos autores deben enfrentarse: la censura. Por ello, los autores se ven obligados a desarrollar una peculiar sutileza alusiva, un refinamiento verbal con el que logran los mejores momentos de esta poesía.

No podemos silenciar la obra de unos autores que se supieron hombres antes que artistas, que entendieron su ser hombres como el deber de ser responsables, de responder ante el sufrimiento de los demás, que integraron la Vida en la Poesía.

HOY

¿Podrá el artista desdeñar su obra
los anhelos que agitan hoy el corazón del pueblo?
Indudablemente, no.

Antonio Machado

Hoy, 3 de septiembre de 1997, he visto morir a un hombre.

Hoy vi que en este mundo no queda más sangre, no cabe más agonía.

Hoy vi que el horror se hace visible en los rincones, que la esperanza, como un trapo viejo, yace flotando en un charco, que la angustia puede calar hasta los huesos, que el dolor sabe hacerse infinito, que el vacío es un pozo eterno y que los cuerpos que quedan, cansados, por respirar aún respiran.

Hoy vi que el grito del hombre es inaudible y que, secas las bocas, sólo resta escupir rabia por los ojos.
Y mañana… la muerte seguirá exigiendo más muertos.
Muertos: hombres, mujeres, ancianos, niños… que arrancamos de la tierra como matojos secos, que quitaremos a la vida en el hambre y la miseria, en la enfermedad y la marginación, en la guerra y la violencia, en el paro y el trabajo precario, en la manipulación y todo atentado a la libertad, en la esclavitud infantil y la explotación, en el pisoteo de la dignidad, en el robo, en la mentira, en nuestra desvergüenza, en mi conciencia tranquila y mi bienvivir… en la INJUSTICIA.

Miro a mi alrededor, se sigue callando el cómplice silencio. Miro mis manos y las encuentro vacías. Tan sólo queda abrirme la piel para encontrar alguna respuesta.

Y bajo mi piel hallo nada más que la carne, futuro abono de la flor temprana, órganos, festín copioso de gusanos, huesos, cobijo de las ratas, venas, cauces de no sé que ríos, sangre…
Bajo mi piel hallo todo lo que mañana será, inequívocamente, nada.

Pero, más allá de la carne y los huesos, tras las venas, bajo la sangre…, bebiendo como rosa el triste olvido, ciega del desuso, desnuda, como las ramas, encuentro la palabra. Todavía, «me queda la palabra».

Cincuenta años después, detrás de aquellas gafas, sus ojos, algo más cansados, continúan interrogándonos: ¿Qué es literatura?
Hoy he visto morir a un hombre. Su autopsia rezaba: aplastamiento por la injusticia. No puedo olvidarlo, no debemos olvidarlo.

¿Cuál debe ser nuestra respuesta a la pregunta lanzada por Sartre?, ¿qué debemos entender por «poesía»?, ¿qué será para mí la «palabra»?
Y es precisamente la Palabra la que hace al hombre un animal distinto, inteligente y capaz de comunicarse, ser un animal social, por tanto, solidario, que necesita de otros. De aquí nace el «ser moral», de su desarrollo en comunidad, y, en consecuencia, nace la responsabilidad colectiva, de todos los hombres para con el otro, para con todos los hombres.

Pero el hombre es, además de un animal social y político, un ser histórico. Cada hombre, cada mujer, es heredero de la Historia, que comparte con todos, y también forjador de ella, protagonista.
Hoy, en un mundo en guerra, considero que lo único que tenemos, la palabra, desde nuestro ser social e histórico, debe ser respuesta ante la injusticia, medio, instrumento al servicio de los hombres.

No existe la neutralidad, toda manifestación humana o artística, también la omisión o inactividad, se posiciona conscientemente o no, en la sociedad. Y creo que sólo hay dos respuestas: la evasión o el compromiso.
Hablar es obrar; pero este compromiso debe ser también vital. La vida y la historia deben integrarse en el arte. Eliminándolas, el arte será puro, bello, perfecto… pero no verdadero, porque se le ha separado de lo humano, de la existencia.
Hoy he visto morir a un hombre. Perdónenme, pero no quiero olvidarlo. Hoy existen mil razones para hacer de la Poesía un «arma cargada de futuro»:

Yo canté para aquellos que no tenían voz,
mi voz golpeó las puertas hasta entonces cerradas
para que, combatiendo, la libertad entrase.

Pablo Neruda


Por Nayra Pérez