Una institución colombiana con 4.800 libros y diez patas

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Luis Soriano viaja en burro por los pequeños pueblos de Colombia para compartir su colección de libros. Lee para los niños antes de que tomen prestados sus libros

En un ritual que se repite casi cada fin de semana para hacer el cansino viaje, Luis Soriano reúne a sus dos burros, Alfa y Beto, delante de su casa.


Les pone unas alforjas en las que se lee la palabra «Biblioburro» y las llena de una ecléctica carga de libros para gente que vive en las aldeas más alejadas.


Su selección incluye la obra Anaconda, la fábula animal escrita por Horacio Quiroga que evoca a El libro de la selva, de Kipling; algunos libros de fotografías de Time-Life (sobre Escandinavia, Japón y Antillas) y el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.


«Empecé con 70 libros y ahora tengo una colección de más de 4.800», comenta Soriano, profesor de primaria de 36 años que vive en una casita con su mujer y sus tres hijos, donde los libros se amontonan hasta el techo. «Esto empezó como una necesidad, después fue obligación, y luego, costumbre», explica. «Ahora es una institución».


El Biblioburro es una institución pequeña: un hombre y dos burros. Soriano la creó convencido de que poner libros al alcance de la gente que no los tiene podría mejorar esta pobre región, y tal vez incluso Colombia.


El maestro se ha convertido en el habitante más conocido de La Gloria, un pueblo que está todavía más alejado del mundo que Aracataca, que inspiró Cien años de soledad a Gabriel García Márquez.


Soriano nunca ha salido de Colombia, pero sigue dedicándose a traer a su gente retazos del mundo exterior.


Su proyecto ha sido elogiado por los expertos en alfabetización del país y es el tema de un nuevo documental de un director colombiano, Carlos Rendón Zipaguata.


La idea se le ocurrió, dice, al darse cuenta como profesor del poder de transformación que ejercía la lectura sobre sus alumnos.


La violencia de los grupos de bandidos era tan fuerte cuando él era un niño, que sus padres lo mandaron a vivir con su abuela a la cercana ciudad de Valledupar, no muy lejos de la frontera con Venezuela.


Volvió a los 16 años después de acabar sus estudios en el instituto, y consiguió un trabajo para enseñar a leer a los niños en la escuela.


Por aquel entonces ya estaba en la veintena, la larga guerra interna de Colombia había llevado a los paramilitares a las anárquicas zonas pantanosas y a las colinas que rodeaban La Gloria, lo que daba pie a conflictos con las guerrillas y a la intimidación de la población local. En ese clima de violencia que ha disminuido desde entonces, Soriano empezó a aventurarse con sus burros y sus libros.


Hace varios años llegó un momento decisivo, cuando escuchó en la radio algunos extractos de la novela La balada de María Abdala, de Juan Gossaín, periodista colombiano y escritor.


Escribió una carta al autor para pedirle una copia del libro para el Biblioburro. Después de que Gossaín hablase de los detalles del proyecto de Soriano en su programa de radio, las donaciones de libros proliferaron.


«Como es lógico, podemos llevar el diálogo político sólo hasta cierto punto», comenta refiriéndose a la amenaza de toma de represalias por parte de los grupos paramilitares, que han derrotado a las guerrillas en esta parte del norte de Colombia.


«He aprendido que conseguir que alguien, aunque sea una sola persona, se interese por leer una noticia rutinaria —por ejemplo, el aumento del precio del arroz— es un gran paso adelante». concluye Sorianol


N de R: En memoria de los militantes andaluces que llevaron la cultura obrera a los pobres con estos mismos medios.