ASHA: adolescente, violada y lapidada

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La joven acusada de adúltera y ejecutada por islamistas en Somalia tenía 14 años

Ni era una mujer, ni tenía 24 años, ni era una adúltera. Si hay un país en el mundo en el que lo malo se convierte en peor, ése es y desde hace décadas, Somalia.


Y la historia de Asha Ibrahim Dhuhulow, la supuesta mujer de 24 años lapidada en público en la ciudad portuaria de Kismayo, es sólo un reflejo. Porque no era mujer, sino casi niña. Asha no tenía 24, sino 14 años. No había cometido adulterio. Había sido violada por tres hombres del clan más poderoso de la ciudad. Ayudados por el tribunal islámico impuesto por las milicias integristas de Al Shabab, la muerte a pedradas de la menor sirvió para borrar todo rastro del crimen.


Asha no sólo murió víctima. Nació víctima ya. En el campo de refugiados de Hagardeer, en el sur de Kenia, en 1995, donde su familia tuvo que refugiarse tres años antes, huyendo desde Mogadiscio de los ataques contra su clan, el de los Galgale, una minoría en Somalia. Fue la última en nacer, la decimotercera de seis hermanos y seis hermanas, según explicó Ibrahim Dhuhulow, el padre de la niña, por teléfono.


Con la voz quebrada, Dhuhulow relató que Asha, que acudía a la escuela en el campo de refugiados, padecía epilepsia, por lo que la familia decidió enviarla con su abuela en Mogadiscio, donde podría recibir mejor atención médica. Kismayo estaba en su camino. Pero no contaban con la sempiterna guerra. En agosto, las milicias integristas de Al Shebab se hicieron con el control de la ciudad. Asha, «una niña muy dulce, muy humilde», se quedó atrapada en Kismayo, donde pudo sobrevivir estos dos meses gracias a los conocidos que había hecho en el camino. El dinero para llegar a Mogadiscio se le acababa, según decía a su padre por teléfono. La noche del sábado, tres hombres se le acercaron y la obligaron a acompañarlos a la playa, donde la violaron.


Bajo consejo paterno, ella acudió a los tribunales y denunció a sus violadores, que fueron arrestados. Y aquí se inicia, según declaraciones de Ibrahim Dhuhulow, la serie de desatinos que acabarían con la niña atada y enterrada hasta el cuello, lista para la ejecución.


De acuerdo con la reconstrucción que el padre y los conocidos de Asha en Kimbayo han podido ir haciendo de los hechos, los familiares de sus agresores la convencieron con buenas palabras para que acudiera al tribunal islámico, retirara su acusación y perdonara a los tres hombres. Le darían dinero y joyas. Ella accedió, pensando que podría llegar a Mogadiscio con el dinero. Mientras, los mismos familiares acusaron a Asha ante el Tribunal Islámico por extorsión. Cuando Asha, en su inocencia, retiró la denuncia, fue arrestada y acusada de adulterio, de mantener relaciones sexuales sin estar casada. Y finalmente, fue ejecutada.


Fue engañada por sus agresores y de denunciante pasó a denunciada. Algunos testigos intentaron ayudarla, pero abrieron fuego contra ellos.


Somalia, inmersa en el caos entre un gobierno incapaz, señores de la guerra, islamistas radicales, ejército etíope, piratas, soldados de la fuerza de paz africana, (a sumar Estados Unidos, con esporádicos ataques aéreos), algunos enfrentados, todos armados, acumula víctimas. Asha, una más.